Cuestiones de Sociología, nº 14, e008, 2016. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Sociología

 

NOTAS DE INVESTIGACIÓN /RESEARCH NOTES

 

Rodolfo Kusch y la constitución de lo popular en la Argentina

 

Lautaro Rivara

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata
lauta.rivara@hotmail.com
Argentina

 

Cita sugerida: Rivara, L. (2016). Rodolfo Kusch y  la constitución de lo popular en la Argentina.Cuestiones de Sociología, 14, e008. Recuperado de http://www.cuestionessociologia.fahce.unlp.edu.ar/article/view/CSn14a08

 

Resumen
De la vasta obra del filósofo argentino Rodolfo Kusch (1922-1979), quién desarrollara diversas líneas de reflexión-investigación, abordaremos sus tesis sobre la constitución de lo popular en la Argentina. Para ello nos detendremos en dos momentos: por un lado, desarrollaremos su peculiar lectura sobre el ciclo político de la independencia y sobre el período de la organización nacional-estatal argentina, centrándonos en su debate con el clásico binomio sarmientino “civilización o barbarie” y subrayando el parentesco de ciertos conceptos de nuestro autor con aportes más recientes del paradigma de la modernidad / colonialidad. En una segunda instancia, nos referiremos a la persistencia de lo indígena en la constitución de lo popular en nuestro país, en diálogo con otras posiciones del pensamiento nacional y latinoamericano, y derivaremos de allí ciertas conclusiones para la investigación en ciencias sociales.

Palabras clave: Rodolfo Kusch; Descolonización; Clases populares; Argentina; Indígena.

 

Rodolfo Kusch and the constitution of what’s popular in Argentina

 

Abstract
From the works of argentine philosopher Rodolfo Kusch (1922-1979) divided in five lines of reflection-researching, we will board his thesis about the constitution of the popular in Argentina, stopping in two moments. At first, we will elaborate his particular reading on the political cycle of independence and the period of argentine national and state-wise organization, focusing in his debate with the classic Sarmiento duality of “civilization or barbarism” and noting the similarity of some of the author’s concepts with the recent input of the modernity/coloniality paradigm. Later we will focus on the persistence of the indigenous in the constitution of how popular in our country, dialoguing with other positions of the national and latinamerican thinking and arriving to some conclusions for the social research.

Keywords: Rodolfo Kusch; De-colonization; Working classes; Argentina; Indigenous.

 

 

Rodolfo Kusch (Buenos Aires, 1922 - Maimará, 1979), filósofo de la liberación y de la descolonización, es autor de una obra vasta, original y sugerente que sigue parcialmente inexplorada, lo que resulta al menos sugestivo si consideramos su amplitud temática y su carácter fundante para desarrollos ulteriores como los de la filosofía de la liberación o los del más abarcativo giro decolonial. Pese a esta desconfianza recíproca habida entre el filósofo de Maimará y la institucionalidad universitaria, una serie de iniciativas de conservación, difusión y actualización han dado a su obra una notoriedad inesperada hasta hace unos pocos años. En el presente trabajo pretendemos contribuir a dichas iniciativas, haciendo foco en las tesis ligadas a la constitución histórico-colonial de las clases populares en la Argentina.

La organización nacional-estatal: “civilización o barbarie”

La obsesión kuscheana por el ciclo político de la independencia y por los avatares del siglo XIX es tributaria de las preocupaciones del autor en tanto filósofo de la liberación y de la descolonización. En efecto, analizar el convulsivo siglo XIX resulta vital para aprehender las relaciones sociales coloniales tejidas al interior del territorio nacional, cuestión que resultaría sesgada desde una preocupación excluyente por el siglo XX o desde un análisis que, desde una óptica eurocentrada, cifrara míticamente en el advenimiento de los obreros socialistas, comunistas, sindicalistas revolucionarios o anarquistas el origen de lo popular y de la lucha de clases en la Argentina. En relación con esto, Kusch elaborará un primer juicio esclarecedor sobre nuestra organización estatal: “Hemos fundado una nación sin pueblo” (Kusch, 2007, 326). Si bien este es un tópico recurrente del pensamiento nacional y latinoamericano desde la Generación del ‘37, adquiere en Kusch una tonalidad específica, como veremos a continuación. Para comprender este sinsentido, identificará a los hacedores de nuestra independencia como pertenecientes a una matriz moderna / colonial.

Kusch denunciará un uso instrumental por parte de los independentistas respecto de las poblaciones indígenas y del mestizaje encarnado en el gaucho. La construcción del Estado-nación, por tanto, estaría jalonada por prescripciones europeas, pero carecería de las condiciones socioculturales del viejo continente para erigir una institucionalidad propia. Opinamos, sin embargo, que el autor opera una reducción al subsumir toda relación con lo indígena y con lo popular al plano de la instrumentalidad. De este modo se obvian las diferencias sustanciales al interior de los bloques independentistas y se soslayan eslabones fundamentales de la larga cadena de acontecimientos que concretaron la independencia, como por ejemplo el protagonismo de José Gervasio Artigas, quien, entre otros, prefigurará la constitución de una nacionalidad amplia y omnicomprensiva en sus experiencias gubernamentales. Creemos que es este mismo sentido, y no un mero oportunismo o exotismo, lo que explica la profundamente simbólica (pero también políticamente operante) proclama de Juan José Castelli en las Ruinas de Tiahuanacu, al conmemorarse un año de la Revolución de Mayo. Se ocultan también las profundas conexiones orgánicas del proceso independentista con la insurrección continental de Túpac Amaru, que sacudió irreversiblemente los cimientos del orden colonial hispánico1.

Más allá de estas digresiones, queremos destacar otro juicio central para comprender la perspectiva del autor, según el cual la Generación de Mayo habría utilizado, sin liberar, las fuerzas autóctonas con el fin de concretar la independencia (hecho que se repetiría episódicamente en nuestra historia). Esta es, sin duda, una clave interpretativa de una enorme productividad historiográfica. Quizás no sería aventurado percibir aquí una oblicua lectura crítica sobre el Peronismo, en cuyo clima de época fueron producidas las obras en que sustentamos estas reflexiones. Creemos que, en un valioso aporte a la descolonización, nuestro autor, en lo que constituye un importante antecedente del paradigma de la modernidad / colonialidad (Lander, 2009, 267 y ss), anticipará la tesis del pasaje del colonialismo a la colonialidad, hecho que se produce tras las guerras de independencia con la constitución de Estados formalmente soberanos.

La independencia se realiza, en conclusión, en la misma línea de la colonia. Un afán angustioso de dar la espalda al país y de sistematizar la huida de la verdad del suelo afirma la ficción. Ahora el coloniaje se amplía; se trata de imitar todo lo europeo o sea también el mundo anglosajón en el terreno del espíritu y en el del comercio (…) Lo que había sido un coloniaje de cuerpo y de sangre inmigrada durante la colonia se convierte así en coloniaje de espíritu con la Independencia (Kusch, 2007, 84).

La manufactura kuscheana de la tesis, o al menos la coincidencia conceptual con los autores decoloniales, parece evidente. Del siguiente ciclo histórico, el de la imposición definitiva de las fracciones oligárquico-liberales y de su proyecto de Nación eurocentrada y excluyente, Kusch destacará un aspecto: la creación de los polos campo-ciudad e interior-puerto. Esto adquiere su importancia, dado que las clases populares, como rasgo distintivo hasta la actualidad, se segregarán espacialmente, primero en la campiña y luego en las zonas residuales de las grandes urbes.

El liberalismo permitía al ciudadano justificar la ficción irremediable de la ciudad y convertirla, de esta manera, solapadamente, en nación. Ello trae como consecuencia la disolución de toda estructura propiamente nacional y genera (…) la separación entre las capas raciales y crea una distancia provechosa entre la ciudad y el interior (Kusch, 2007, 86).

Autores como Abelardo Ramos suscribirán esta idea, ya que consideran a las ciudades-puerto, que trafican mercancías e ideas, como factores centrípetos que ponen en tensión la frágil cohesión nacional y que se edifican, como también lo sostendrá Kusch, de espaldas al país. Un autor como Ezequiel Martínez Estrada, con el que Kusch mantendrá un diálogo explícito y al cual debemos tomar como una fuente insoslayable de inspiración para su obra, también arremeterá, con cierta parafernalia, contra la “macrocefalia” de nuestro país (Martínez Estrada, 2001, 29) y, por extensión, contra la figura colonial de la gran ciudad-puerto. Su prototipo será la megalópolis porteña, la que llamó, en su libro homónimo, “cabeza de Goliat”. En suma, lo que aquí nos interesa dejar asentado es que la contradicción insoluble abierta por Occidente entre el campo y la ciudad adquiere en América Latina otra complejidad al asumir la ciudad prerrogativas neocoloniales2.

Adentrémonos ahora en la peculiar interpretación kuscheana de Sarmiento y de las categorías con que este enfocará, juzgará y enfrentará la realidad argentina y latinoamericana. Contra lo que podría pronosticarse, Kusch ensayará una curiosa pero significativa reivindicación de Sarmiento en un sentido específico3. La construcción del binomio civilización / barbarie, ampliado luego a un análisis de escala continental en Conflictos y armonías de las razas en América, entraña para él un reconocimiento de nuestra particular ambivalencia americana4 y funda, diríamos nosotros, un acierto epistemológico más allá de la labor de corrección política que suscita dicha ambivalencia, mediante el intento de suprimir un polo, ya sea mediante el exterminio, el blanqueamiento inmigratorio, la aculturación por vía pedagógica o incluso la tristemente célebre automutilación territorial que aconteció con los territorios altoperuanos (Ramos, 2001, 199 y ss.).

Cuando Sarmiento nos habla de civilización o barbarie roza en este sentido uno de los problemas más hondos del desarraigo americano, porque marca precisamente una época decisiva en el conocimiento de lo americano, máxime si incluimos en uno y otro complejo algo más que su significado directo, hasta darles esa categoría antinómica que existe entre la nada y el ser (…) Sarmiento ocupa en nuestro país aquel pasaje de una actitud absolutista frente al destino profundo de América, a una actitud de reconocimiento de la barbarie (Kusch, 2007, 118 y ss).

Siguiendo a Martínez Estrada, Kusch dirá que Sarmiento juega “el doble papel de creer y no creer en el país” (Kusch, 1999, 139), pues si bien comparte la fe liberal en el progreso ilimitado, reconoce íntimamente que la verdad del país yace en Facundo Quiroga. La barbarie aparece entonces en él como frustración pero también como realidad, y de ahí su importancia decisiva: el gran civilizador, el gran humanista que llamará a no ahorrar sangre de gauchos, es el último pensador que visibiliza la barbarie y le otorga una onticidad propia y un estatuto americano. Veremos la importancia de esto cuando se consume el genocidio inconcluso y se decrete desde la mitología oficial estatal la desaparición total de lo indígena, condenado a vegetar en los márgenes de la Nación como pura subyacencia.

Para terminar este apartado, queremos señalar la propia posición del autor frente al dilema sarmientino; esta estribará no en eliminar el otro polo del maridaje conceptual, la civilización, sino en imaginar una América que, al decir de Carlos Cullen (Kusch, 2007, 7), brote desde la barbarie y no contra ella, ya que, pese a su negación o encubrimiento, esta permanece, no se resuelve, y al fin retorna revulsivamente. Lo mismo sucederá con lo indígena en la constitución de las clases populares argentinas. En suma, todas estas inquietudes kuscheanas pueden resumirse en una sola y pertinente pregunta: “¿Es posible que se monte una civilización sobre la borradura de lo humano?” (Kusch, 2012b, 2). Kusch, su obra, sus inquietudes presuponen una respuesta.

La persistencia de lo indígena en la constitución del mundo popular

Retomemos la línea argumental anterior. En opinión de nuestro autor, lo europeo colonial no triunfa absolutamente en nuestras tierras, no llega al fondo continental: nuestra europeización es rudimentaria e inconclusa en tanto es estructuralmente impracticable. “Lo foráneo invade gradualmente las estructuras raciales, las capas de autoctonía creciente, pero sin tocar mayormente la última que es la india” (Kusch, 2007, 85). O, en otras palabras:

La autoctonía de América va más allá de la Conquista, subyace a ésta y persiste aún hoy en la forma más inesperada, por cuanto perdió, después de la invasión europea, todo expresión que la incorpore a nuestra civilización ciudadana (Kusch, 2007, 97).

En nuestra interpretación, detrás de este reclamo por la incorporación de lo indígena no subyacen las motivaciones de un indigenismo integracionista que piensa en una inscripción subordinada o folclórica de lo originario en la estatalidad dominante, sino que subyace un afán de refundación nacional en sintonía con el reconocimiento de América Latina como un continente pluricultural (Kusch, 2012b, 139), término que utilizará el propio autor. De otra manera, se estaría reiterando, como mencionamos anteriormente, la tara histórica de “utilizar sin liberar” las fuerzas autóctonas. Es posible trazar un paralelismo (entre tantos) entre la obra de Kusch y la de José Carlos Mariátegui, tarea que ya abordó parcialmente Miguel Mazzeo (2014), en función de una búsqueda común de esta persistencia de lo originario, que llevará al amauta a elaborar la noción fundante de “elementos de socialismo práctico”.

El genocidio inconcluso llevará a algunos autores a hablar de la “presencia-ausente” de lo indígena en la Argentina (Hirsch y Gordillo, 2010, 15), en tanto es invisibilizado, residualizado y desplazado a la prehistoria. Incluso voces críticas, desde una condena al genocidio, reforzarán esta idea de lo indio como algo pretérito y eficazmente aniquilado5 por las campañas a la Pampa, a la Patagonia nororiental y al Chaco central y austral. Este discurso, anudado al discurso mítico del crisol de razas (Adamovsky, 2012, 30-34), terminará de condenar al olvido a los pueblos indígenas, hasta que nuevos desplazamientos de la frontera de valorización del capital, y su necesidad de ocupar territorios antes considerados como productivamente nulos y jurídicamente vacíos, los arrojen de nuevo al escenario político. Es evidente, entonces, como señala la antropología crítica argentina contemporánea, el doble filo de las tesis sobre el genocidio, ya que por un lado arrojan luz sobre la expropiación, el despojo y el exterminio sobre el que se funda nuestra organización estatal, pero, por el otro lado, pueden reforzar una invisibilización que establece complicidades con la negación de toda influencia de lo originario y, en particular, en el tema que nos atañe, en relación con la constitución de las clases populares en nuestro país.

Esta persistencia indígena, decimos entonces, se expresa como subyacencia. Utilizamos esta palabra en tanto enfatiza que la presencia se da en el fondo social (en nuestra opinión, anudada a categorías económicas) y en los márgenes geográficos. Esta subyacencia, además de ser geográfica, histórica y demográfica, adquiere en Kusch connotaciones psicológicas, en función del diálogo que mantiene su obra con la psicología profunda de Carl Jung, a la que le reconocerá aportes relevantes (Kusch, 2000, 244-247). De aquí deriva la preocupación por un pensamiento que el autor catalogará como “pensamiento indígena y popular”:

La búsqueda de un pensamiento indígena no se debe solo al deseo de exhumarlo científicamente, sino a la necesidad de rescatar un estilo de pensar que, según creo, se da en el fondo de América y que mantiene cierta vigencia en las poblaciones criollas (Kusch, 2012, 23).

Lo indígena, entonces, desaparece (sólo parcialmente) como entidad cultural y como realidad demográfica, pero sobrevive como estructura.

De concurrir con esta tesis kuscheana, lo indígena deja de ser objeto exclusivo de antropólogos y arqueológica pieza de museo, y cobra a su vez una vigencia, una actualidad, que lo vuelve políticamente operatorio, más allá de si la presencia indígena es demográficamente más o menos relevante en nuestro país6. Sin embargo, no sobredimensionará esta importancia en la Argentina, ya que siempre estará atento a señalar las particularidades de cada nación latinoamericana. Por otro lado, se vuelve de alguna manera inteligible el fracaso crónico de los discursos civilizatorios que no lograron implantarse en “el continente ilusionadoque supuso recoger cabalmente la herencia de Europa, pese a haber ya transcurrido más de cinco largos siglos desde que Cristóbal Colón partió del Puerto de Palos. Nos referimos a la evangelización, educación, modernización, desarrollo y demás fallidas narrativas occidentalizantes. Al respecto, Kusch afirmará:

Es claro que algo debe ocurrir cuando España no logra españolizar completamente a América, ni la iglesia pudo cristianizarla, ni la burguesía europea o norteamericana pudo convertirla totalmente en un mercado de consumo, ni las doctrinas revolucionarias, marxistas o fascistas pudieron encontrar campo propicio, y por tanto tampoco la tecnología, por más bien intencionada que sea, podrá imponerse totalmente, si no con violencia, sin la euforia de la coincidencia (Kusch, GHA, 40).

Frente al problema de la herencia europea, encontramos diversas respuestas en los pensadores nacionales y latinoamericanos: el parricidio como lo concibiera Héctor Murena (Fernández Retamar, 2013, 30), la filiación linealmente colonial de la que se hace eco Domingo Faustino Sarmiento (2007, 209 y ss), la tentativa de restauración precolombina que prescribe Fausto Reinaga (2014, 14) o el énfasis en un mestizaje con predominio de lo europeo (Rojas, 1954, 84), por citar algunos ejemplos. Kusch, con José Carlos Mariátegui y José Martí (quien hablará de buscar “nuestra Grecia”), entre tantos otros, se inscribe en una larga genealogía americana que reconoce una tradición a buscar en las civilizaciones indoamericanas, genealogía de la que participaron independentistas liberales, marxistas continentales, indigenistas radicales y tributarios del pensamiento nacional-popular.

Pero veamos ahora qué sentido adquiere esa herencia en el autor.

El pasado aborigen se quiebra con la invasión española y la falta de nexo cultural entre ésta y aquél, dieron como resultado precisamente una escisión en grande, mestiza, de la morfología cultural americana (…) La búsqueda de una tradición en este sentido, de un antecedente para este aquí y ahora en una ciudad americana, no es la búsqueda de una prolongación en la historia, ni en la raza, ni en la tradición misma, que no existe (Kusch, 2007, 96).

Nos parece que es lo suficientemente explícito su distanciamiento de quienes adoptan posturas milenaristas y restaurativas de un pasado irremediablemente fracturado por la intervención de la Conquista como para descartar por infundadas las críticas que sitúan su obra como un vano ejercicio de nostalgia. Diremos, con Mariátegui, que lo indígena oficia en su pensamiento como raíz y no como programa. La búsqueda de una tradición no aparece entonces como una prolongación histórica, sino más bien como una refundación mítica, como la que subyace a cualquier organización nacional por más culta y racionalista que se declame.

Autores indianistas como Fausto Reinaga y Guillermo Carnero Hooke sin duda tacharían estas actitudes de “indigenismo”, en tanto conciben la refundación de sus nacionalidades (peruano y boliviana, respectivamente) sobre bases exclusivamente incaicas, mediante la actualización del sistema del Tawantinsuyo. Más allá de la polémica con estas posiciones, es necesario reconocer que sin duda expresan grados de verosimilitud, ya que se enuncian desde Estados que se yuxtaponen perfectamente con la territorialidad expandida del Estado Incaico y albergan poblaciones indígenas ampliamente mayoritarias que han resistido articuladamente los procesos de aculturación. Distinto sería el caso con el territorio argentino, que participó sólo parcial y liminarmente de dicha territorialidad a través de su franja noroeste y albergó y alberga todavía importantes poblaciones indígenas que se mantuvieron autónomas del régimen incaico, aunque resultan minoritarias en relación con las poblaciones blancas y mestizas.

Veamos ahora qué impacto tiene esta persistencia de lo indígena en la conformación del resto de las clases populares, generalmente mestizadas. Sin duda, esta persistencia de lo originario adquiere una relevancia conceptual especial para países como la Argentina o Chile. Según Kusch:

La población así llamada criolla (…) llega, por lo tanto, al centro mismo de la gran ciudad. Lo que se ha dado en llamar cabecita negra en Argentina, roto en Chile o cholo en Bolivia y Perú, no tiene una vinculación directa con el mundo indígena, pero sobrelleva de alguna manera características que vienen arrastrando de un lejano pasado, las cuales, en momentos dados, le sirven a esa masa de cohesión política, social y cultural en oposición abierta a las peculiaridades netamente occidentales (Kusch, 2012, 201).

Creemos que la obra de nuestro autor se queda trunca a la hora de indagar empíricamente en estas importantísimas tesis, mediante el desarrollo de un trabajo de campo sistemático como el realizado en el altiplano boliviano o la puna argentina en relación con las problemáticas de la economía y del desarrollo. Más aún si consideramos que pocos autores como él contaron con un instrumental conceptual adecuado y con una aproximación desprejuiciada hacia lo indígena, que le podrían haber permitido seguir el rastro de lo originario en la constitución de nuestras clases populares rurales y urbanas, ya sea en sus pautas de sociabilidad, en sus conductas rituales y religiosas o en sus prácticas económicas. Será esta, pues, una tarea pendiente para las actuales y futuras generaciones de intelectuales e investigadores, si convenimos, con nuestro autor, en que: “Investigar en el campo popular e indígena no implica buscar algo ajeno a uno, algo que se pueda considerar como superado, sino que se trata de algo que encierra una faz importante de uno mismo, que, a su vez, podría generar un pensamiento nuevo” (Kusch, 2012b, p. 212).

 

Notas

1 Para dos interpretaciones sobre esta rebelión o revolución panandina, remitirse a: Lewin, Boleslao (2015). La insurrección de Túpac Amaru. EDICOL: Buenos Aires. Y a Ticona Alejo, Esteban (comp.) (2011). Bolivia en el inicio del Pachakuti. Ediciones Akal: Madrid, cap. 3.

2 Esto llevará, según Mariano Juan Garreta, a que el interior asuma un “resentimiento folklórico, el auto encierro en sí mismo y fundamentalmente la negación de lo que afirma la urbe”. (Kusch y el pensar desde América. Fernando García Cambeiro: Buenos Aires, p. 98). En nuestra opinión, detrás de estas cuestiones laten las irresueltas demandas de un federalismo argentino por el momento más folklórico que vindicativo, utilizado por las élites provinciales como moneda de cambio en sus comercios con los poderes centrales. La ausencia de este federalismo quizás explique en parte el fracaso redundante de proyectos políticos que, desde la óptica de las provincias del interior, siguen pretendiendo educar al pueblo desde afuera, como también sostendrá Garreta, máxime si consideramos a Buenos Aires como exterioridad colonial. Urge exhumar el federalismo como corriente de pensamiento nacional e integrarlo a los enfoques de la colonialidad del poder y del colonialismo interno

3 Kusch no será el único en reivindicar cierta ambivalencia en Sarmiento. Cfr. Fernández Retamar, Roberto (2013). Fervor de Buenos Aires. Casa Editora Abril: Buenos Aires, p. 269 y ss.

4 Gustavo González Gazqués, en un artículo dedicado a Rodolfo Kusch, inscribirá esta ambivalencia en una genealogía más amplia de América: “La idea de una América dual o bifronte ha alimentado, de hecho, innumerables modelos interpretativos del pasado americano. Desde la dualidad fides-infides que introduce el discurso teológico de la Conquista (…) retraducida como oposición entre lo ‘racional y lo irracional’, ‘lo moderno y lo primitivo’, hasta como disyunción entre ‘la libertad y la naturaleza’. Los pares antinómicos como los de Sarmiento no constituyen por tanto novedad sino que implican sucesivas traducciones. Lo mismo sucede con los conceptos kuscheanos: su novedad radica, no obstante, en la originalidad con que propone superarlos” Azcuy, Eduardo (1989). Kusch y el pensar desde América. Fernando García Cambeiro: Buenos Aires, pp. 12-14.

5 Como se han encargado de señalar distintos autores, la invisibilización de lo indígena en la Argentina contrasta con la incorporación mítico-folklórica que los organizadores del Estado dieron a los países que recogen una fuerte herencia indígena, como el caso del Perú con el Incanato y de México con la civilización azteca. No sucedió lo mismo con la herencia maya en la balcanizada región de Centroamérica y del Caribe.

6 Según el censo 2010 del INDEC, el número de personas que se reconocen como indígenas es superior al millón de personas. Lipcovich, Pedro (2010). “Lo que el Censo ayuda a visibilizar. En: Página/12. Disponible en Internet: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-197566-2012-06-30.html. Es evidente que los porcentajes resultan poco significativos en comparación con países como Bolivia, Guatemala y Perú. Obviamente, estas no son realidades estáticas sino procesos sumamente dinámicos, como se ha constatado en los procesos de “reetnificación” en diversos países latinoamericanos, que impugnan frontalmente los prejuicios de quienes intuyen procesos lineales de aculturación y occidentalización.

 

Bibliografía

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