A tres décadas de la recuperación democrática en la Argentina y de la cristalización de otros procesos de transición a la democracia en América Latina, este número especial de la Revista Cuestiones de Sociología está orientado a reflexionar críticamente sobre diferentes debates y conflictos acaecidos a lo largo de estos treinta años en nuestro país. En tal sentido, formulamos las siguientes preguntas a un conjunto de sociólogos destacados de nuestro medio.
Uno de los principales desafíos fue el consolidar el régimen democrático, lo cual ha sido uno de los éxitos de estas tres décadas. Superar el ciclo cívico-militar, y hacer sustentable el régimen sin dejar de considerarlo, al mismo tiempo, como un modo de sociedad; es decir, vinculado a las condiciones de vida, distribución del ingreso, mejora del empleo de la mayoría de la población. Esto ha sido un logro tanto de la clase política, del sistema de partidos, de los movimientos sociales como de la ciudadanía y producto, sobre todo, de la maduración de nuestra cultura política, de haber hecho carne la experiencia del “Nunca Más”. No obstante, es un logro que siempre hay que reafirmar y proteger, porque la estabilidad del sistema democrático no es dada de una vez y para siempre; y ese propósito y afirmación se extiende a toda América del Sur y se ratifica por los distintos gobiernos que están inscriptos en la UNASUR y el Mercosur.
En ese orden, el segundo desafío fue, y sigue siendo, superar la ingobernabilidad económica, que deriva de la restricción externa (crisis crónica de divisas); la heterogeneidad estructural (M. Diamand) y el hecho de que los sectores económicos dominantes han sido poco propensos a invertir, a permitir mayor regulación estatal y la industrialización. Estos procesos de ingobernabilidad, y en algunos casos destituyentes, han generado procesos de salida anticipada de gobiernos, con caídas conjuntas de indicadores sociales.
El tercer desafío es consolidar un modelo de gestión pública de carácter político estratégico que mejore capacidades estatales, configurando nuevas formas de planificar de mediano plazo con actores, generación de empresas públicas de nuevo tipo, regulación de empresas extractivas; en definitiva, un paradigma distinto al neoliberal: “el productivo inclusivo”, que se termine configurando como política de Estado.
Un papel significativo e importante, tanto por el sistema político por haber configurado rutinas de debate, de juego institucional, activa intervención parlamentaria y de legislaturas provinciales, como movilización, protesta y demanda de la sociedad civil. De este modo se ha fortalecido una cultura democrática que, en el marco del modelo neoliberal, tendió a ser “delegativa” (G. O’Donnell) y que tiende ahora, en la última década, a otra de una democracia ‘ampliada’, que reconoce la articulación del principio de soberanía popular con el liberal (Chantal Mouffle), pero no sólo quedarse en el principio de representación sino también alentar el de la participación, la articulación público-privada y la convalidación de nuevos derechos y bienes públicos.
En la agenda política nacional, los temas prioritarios hoy son la industrialización, la competitividad, las metas de crecimiento y enfrentar la crisis global, sin volver a recuperar recetas ortodoxas del pasado (de ajuste, endeudamiento, devaluaciones bruscas, pérdida de empleo y autonomía del Estado). No volver a una situación de ‘péndulo’ de empezar de nuevo cada 7 u 8 años. En la agenda de hoy la ciencia, técnica y el conocimiento más aplicado, tanto en las ciencias duras como sociales, son también claves. Esto va de la mano de profundizar el proceso de integración regional. Y por último, consolidar un modelo productivo inclusivo, en el marco de alianzas con países emergentes, BRICS, Sur-Sur, que modifiquen el sistema todavía imperante en las sociedades desarrolladas del Atlántico norte de financierización de la economía que provocan problemas de reestructuración de deuda (fondos buitres), huida a paraísos fiscales, presiones de liberalización del comercio y del sector financiero financiero, e intentos de parte de grupos multimedia de construcción de la agenda pública y de los humores sociales, sobre el temor y el desánimo.
Los puntos de
malestar ciudadano son varios: estamos en la era de la incertidumbre,
hay desorientación, malestar en términos
ético-culturales, de construcción de sentido, labilidad
de los vínculos sociales, persistencia de núcleos duros
de pobreza estructural, de jóvenes que no trabajan ni
estudian, falta de créditos para la vivienda, ancianos con
baja protección, problemas de servicio públicos de
calidad, inseguridad y medio ambiente. En definitiva, de calidad de
vida en las grandes ciudades. Pero lo cierto es que a pesar de todo
ello tenemos un modelo económico social y un régimen
democrático que funcionan en un contexto de una economía
mundial quebradiza y con desempleo aún en países
desarrollados. Para cerrar, hemos avanzado muchísimo en estas
tres décadas, y además no podemos detenernos: debemos
seguir caminando e ir por más. La democracia es algo en
movimiento, es debate permanente sobre su sentido, derechos,
inclusión y mejora de las condiciones de vida y realización
de la gente.
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