Cuestiones de Sociología, nº 9, 2013. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Sociología

 

Democracias en pugna : Un intento de recuperar los sentidos perdidos

Ana María Barletta

(FaHCE / UNLP, Argentina)

Ana Julia Ramírez

(FaHCE / UNLP, Argentina)

Laura Lenci

(FaHCE / UNLP, Argentina)

 

“...los avances más importantes y duraderos para la democracia sólo se han conseguido por medio de la turbulencia y el desorden: como resultado de las movilizaciones populares más amplias y la acción colectiva organizada, con frecuencia en medio de violentos enfrentamientos públicos de creciente gravedad, normalmente acompañados de una crisis social generalizada y el fracaso del orden gubernamental (...) (esas crisis) abren un espacio esencial para la intensificación de la democracias”. G Eley, Historia de la izquierda en Europa, 2002

“Aquellos que tratan de aislar a la democracia del conflicto o echar la culpa de la violencia revolucionaria a las visiones utópicas de la izquierda suelen subestimar la naturaleza intransigente de las fuerzas que se unen para evitar una distribución más equitativa de los recursos y el poder” Greg Grandin. Panzós: la última masacre colonial. Latinoamérica en la Guerra Fría. 2007


¿Por qué en un dossier por los 30 años de democracia en la Argentina proponemos revisitar el 40|° aniversario de una experiencia democrática que duró sólo tres y cuyo fin abrió la más dura etapa represiva de nuestra historia? A pesar de que ambas fechas -1973 y 1983- pueden pensarse como aperturas a partir de la derrota de dictaduras, los dos momentos tienen características diferentes y diferentes significados en la historia política argentina. No hubo un consenso sobre el sentido de la democracia en 1973, pero un hecho relevante fue que esa experiencia cargaba con la marca fuerte de ser concebida por amplios sectores sociales y políticos como un paso previo hacia la transformación más radical de la sociedad, que alentaba, a la vez, la emergencia de un mundo nuevo (la patria socialista; el socialismo nacional; el socialismo a secas...) Más allá del objetivo reparatorio que para amplias mayorías tuvo la vuelta del peronismo al poder, después de 18 años de proscripción, la encrucijada estaba marcada por el acumulado de demandas sociales y políticas que transcendían la exclusión del peronismo. El `83, en cambio, alentó una idea de democracia más unánimemente considerada como herramienta para construir una sociedad más libre, más igualitaria, más pluralista, centrada en las libertades políticas que habían sido brutalmente conculcadas por la dictadura. El objetivo reparatorio, en este caso, venía a superar el supuesto autoritarismo constitutivo de la cultura política argentina y estaba marcado por el acuerdo sobre reglas institucionales que permitieran reconstituir un espacio destruido por las dictaduras, en superación de las deficiencias del sistema político anterior. Si se buceaba en el pasado había que remontarse bastante más atrás para encontrar algunas épocas de nostálgica vida democrática, aunque no era el período inmediatamente anterior a la dictadura el que se podía recuperar. Es más, el tercer gobierno peronista operó, desde entonces, como un fantasma, difícil de pensar en clave democrática, y que no debería repetirse.

No es casual que en los últimos tiempos haya un renovado interés por la especial coyuntura abierta por el retorno del peronismo al gobierno entre 1973 y 1976. Por un lado, cuando se acerca lo que se conoce como “fecha redonda” se alientan la producción académica, la testimonial y las reflexiones ensayísticas sobre una etapa. Tampoco es un hecho menor que el actual gobierno (y su oposición) tiendan líneas hacia ese pasado, forzando muchas veces analogías que, más que aclarar la imagen acerca del tercer gobierno peronista, la oscurecen. Por otro lado, esos tres años densos sufrieron un derrotero particular desde el período que conocemos como la “transición a la democracia”, abierto en 1983. Se podría decir que durante la “transición”, el ’73 fue casi como una piedra en el zapato de la política argentina. En la lógica de la “transición”, el denuesto de la dictadura impidió la reivindicación de la anterior etapa democrática que la dictadura cerró. La teoría de los dos demonios no sólo deformó los análisis del terrorismo de Estado sino que también cubrió con un velo oscuro el período anterior. La polarización analítica –y política- autoritarismo / democracia funcionó como un lecho de Procusto en el que la etapa 1973 – 1976 no cabía, o dicho de otra manera, no permitía ser analizada en su complejidad.

Todas estas razones, pero fundamentalmente las últimas, habilitan revisitar el período desde una perspectiva que intente evadirse de algunas de las marcas que recibió. Una de esas marcas que nos interesa evitar, o al menos poner en cuestión, es la de los análisis que explícita o implícitamente recurren al fatalismo o la teleología. Pensamos que si logramos devolverle historicidad a esos años se puede redescubrir “lo que no fue” pero que podría haber sido, o lo que es más interesante y fructífero, las experiencias que efectivamente ocurrieron pero que fueron tronchadas.

Otra marca que nos inquieta por las consecuencias analíticas que conlleva, es la interpretación del período a partir de la polarización izquierda / derecha del peronismo como motor de la historia argentina en esos años. Una de las consecuencias de esa visión es que deja a la sociedad afuera, y la deja en más de un sentido. Por un lado porque, como matriz analítica similar a la teoría de los dos demonios, habilita la creencia de que la confrontación no tuvo consecuencias para amplios sectores de la sociedad argentina. Por otra parte, esta visión elude cuestiones como las estrategias de algunos sectores, en algunos casos corporativos, que permiten entender más cabalmente el porqué del deterioro de las condiciones políticas y el derrumbe final del tercer gobierno peronista.

Otro de los problemas con los que ha cargado esta coyuntura es que la violencia, concebida como un demonio de la política, invadió los análisis y veló el hecho de que se trataba, desde el punto de vista procedimental, de una democracia -si se quiere, la más plena de las dos décadas anteriores. Pero además el énfasis en la violencia ocultó una cuestión crucial: que esa coyuntura estuvo caracterizada por un clima de creencias “optimista” (o maximalista) respecto de las transformaciones que la etapa parecía abrir, y que supuso no solamente serios desafíos al orden establecido sino también poderosas reacciones que permiten comprender más cabalmente lo que Arno Mayer, al referirse a la dialéctica revolución – contrarrevolución, denomina “espirales ascendentes de violencia”.

Así, la coyuntura de 1973 puede ser pensada como un punto de condensación de un conjunto de experiencias que, nacidas al calor de las luchas contra la dictadura de la Revolución Argentina y en el marco de una dinámica signada por la ampliación de la participación y de los horizontes de expectativas de vastos sectores sociales, pusieron también en discusión los sentidos de la nueva institucionalidad intentando articularla a demandas sociales de contenido más sustantivo. Desde esta perspectiva, estudios recientes que abordan esta coyuntura desde ámbitos específicos o acontecimientos puntuales nos muestran formas de gestión gubernamental y de acción gremial, así como de organización y movilización popular, que permiten reflexionar sobre la diversidad y capilaridad de los discursos y prácticas impugnadoras y, por lo tanto, sobre una coyuntura donde la institucionalidad democrática recuperada debió afrontar desafíos que articulaban la lucha política con cuestionamientos más profundos al orden social.

¿Cómo explicar, si no, la discusión sobre las formas de la participación popular que, en el nuevo contexto político, instalaron las tomas ocurridas durante la primavera camporista, o la constitución de un movimiento campesino que a través de reclamos y la ocupación efectiva de tierras puso en el centro de la agenda pública de algunas provincias demandas de reforma agraria? ¿Cómo interpretar la fuerte vinculación entre lucha gremial y lucha revolucionaria observable en algunos casos de organización de las comisiones de fábrica, o la gestión gubernamental en la cual actores vinculados a la Tendencia Revolucionaria del Peronismo intentaron poner en marcha proyectos de ley y políticas públicas radicales? ¿Por qué subsumir bajo la idea de “autoritarismo” un universo de actores, sentidos y demandas que se expresaron por medio de un repertorio de acción política tan amplio y variado?

Estas y otras experiencias similares que están siendo recuperadas ya nos hablan de una pluralidad amplia y compleja de actores involucrados en el proceso político y de una diversidad de intereses y prácticas que no pueden subsumirse a las dicotomías violencia-institucionalidad o peronismo de derecha - peronismo de izquierda. Por el contrario, dan cuenta de una proliferación de discursos y acciones impugnadoras de los valores y principios tradicionales sobre los que se articulaba un orden político y social. A la vez, este orden era percibido como factible de ser transformado por medio de la organización y participación activa en los asuntos públicos y en la toma de decisiones, y que, frecuentemente, se articulaba con la acción directa y la lucha armada. Consideramos que allí se puede ver una reconfiguración del sentido de la soberanía política que, lejos de plantearse como una abstracción jurídica o de la sola vigencia de normas procedimentales, se expresó a través de la organización y acción concretas, que lograron poner en el centro del debate público y de la gestión del gobierno no solamente más y nuevas voces y demandas, sino también cuestionamientos y desafíos concretos al propio orden social.

Para nosotros, entonces, el análisis del período 73-76 desafía la idea, a veces difusa pero predominante, sobre la democracia entendida exclusivamente como consensual y procedimental. Al reponer el conflicto y la sustantividad en el centro de la escena se abre la reflexión sobre la democracia misma. Abre la posibilidad de recuperar algunos sentidos perdidos de la democracia, a pesar de la derrota de los proyectos transformadores y de sus altísimos costos humanos, en la Argentina y en América Latina.

Bibliografía*

* Dadas las características y la extensión del texto, la bibliografía consignada no está citada explícitamente. Queremos dejar en claro que no es exhaustiva, ni mucho menos. Los trabajos mencionados han sido, sin embargo, aquellos que funcionaron como inspiración o punto de partida de nuestras reflexiones.

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