Cuestiones de Sociología, nº 9, 2013. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Sociología

 

Elementos para un balance de la izquierda argentina en 30 años de democracia

Pablo Bonavena

(FaHCE / UNLP - UBA, Argentina)

Mariano Millán

(UBA, Argentina)

No podemos hacer un balance sobre la izquierda en estos 30 años de vigencia del sistema constitucional sin reeditar una vieja y espinosa pregunta: ¿es posible una acumulación socialista y anticapitalista bajo la democracia representativa? La problemática fue abordada tempranamente en la teoría sociológica por Sombart, con las inquietantes consideraciones para la izquierda revolucionaria volcadas en 1905 en ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos? Estas reflexiones cobraron relevancia sociológica y política en el siglo XX, cuando no se produjeron revoluciones socialistas que derrocasen a regímenes republicanos. A su vez, la mayoría de las revoluciones de la pasada centuria se produjeron en el territorio otrora controlado por Estados derrotados o en bancarrota sobre el final de alguna guerra interestatal. Se acuñó así una hipótesis: la izquierda sólo crece al calor de la guerra. Este aserto, construido sobre una regularidad empírica acotada, refiere a que el socialismo tiene perspectivas de avance donde, con mucha nitidez, desaparecen las mediaciones sociales, situación vivida en los países derrotados en las confrontaciones bélicas. Esta realidad puso en cuestión la formulación de leyes sociales sobre las revoluciones socialistas bajo otras condiciones de desarrollo social. Frente a la pregunta acerca de si es factible establecer una legalidad, respondemos con un rotundo no, reconociendo que con esa orientación se acuñaron distintas “vías revolucionarias” como el “insurreccionalismo” con referencia en la Revolución Rusa, o el “prolongadismo” con base en la Revolución China.

Estas cuestiones abrieron un debate sociológico sobre la capacidad de los sistemas políticos democráticos para contener los embates revolucionarios en sociedades dotadas de cierta movilidad social ascendente y condiciones de “paz” duraderas. En tal sentido, la sociología del conflicto y lo que Perry Anderson denominó marxismo occidental resultan centrales para constituir un enfoque sociológico del problema.

El movimiento socialista argentino en estas décadas

Las actuales instituciones democráticas de Argentina se instauraron al finalizar la última dictadura, en 1983, debido a la derrota en la guerra de Malvinas. El anterior régimen se encargó de exterminar buena parte de la izquierda, con lo que se perdieron cuadros y organizaciones que llevó décadas construir. El genocidio y el terror sufrido fueron la carga más dura para la elaboración de una estrategia socialista. Estas circunstancias, en la coyuntura abierta tras el desenlace de la guerra, favorecieron a los partidos de la burguesía.

Luego de 30 años de predominio del peronismo y el radicalismo ¿cuánto ha recuperado la izquierda? Más bien poco. ¿Por qué? En primer lugar, porque la destrucción no sólo es material, sino también ideológica y cognitiva a nivel de las masas y de la vanguardia. Los gobiernos han logrado producir un hiato ideológico entre la militancia socialista del presente y la anterior a 1976. En segundo lugar, es notorio el cambio en el escenario internacional. El pasaje del mundo bipolar, con una potencia que se reivindicaba socialista, a un orden internacional signado por la unipolaridad estadounidense ha sido nocivo para la izquierda de todo el mundo y de nuestro país.

La derrota y el exterminio sufrido por la izquierda argentina en los ’70 dejaron en pie poco de lo acumulado en aproximadamente un siglo de militancia. El retorno a un régimen democrático se produjo en el contexto de la casi desaparición de las organizaciones más importantes del período precedente y la erección de nuevas referencias. Surgieron movimientos sociales como el de los DD.HH. y también cobraron relevancia corrientes que, hasta los ’80, no habían tenido gran protagonismo. Parte de sus fundamentaciones políticas se basaban en que el régimen democrático permitiría, por las libertades individuales, el desarrollo de organizaciones de gran envergadura, con peso sindical y barrial. La democracia sería aprovechada para el trabajo de masas, que era, según varios referentes, lo que había faltado en las organizaciones de los ‘70, las cuales se habían “aislado de las masas” con su “militarismo” y/o “aparatismo”, y por ello habían sido derrotadas.

El trotskismo morenista, con su Movimiento Al Socialismo (MAS), constituye el mayor ejemplo de esta política. Pese a sufrir fracturas, con una lectura emparentada el Partido Comunista también cobró relevancia dentro de las izquierdas sobrevivientes. Hacia el final de los años 1980 estas corrientes tenían un peso sindical y barrial mayor que las del presente. En 1989 también lograron la mejor performance electoral de estos 30 años, y colocaron a Luis Zamora en la Cámara de Diputados. No obstante, comenzaban una crisis de la que difícilmente se recuperaron.

La caída de la URSS a nivel internacional, las escisiones en el trotskismo argentino y el fracaso de las pequeñas experiencias de lucha armada (MTP en La Tablada, Brigada Che Guevara, Frente de Resistencia Popular y ORP) fueron los elementos más notorios del panorama que abarca desde fines de los ’80 hasta mediados de la década siguiente.

El comienzo de un ciclo de protestas sociales en varias provincias durante la segunda parte del gobierno peronista de Menem reacomodó el panorama de la izquierda. Otras organizaciones, de ideología maoísta, fueron ganando espacios, mientras que las fracciones morenistas y el Partido Comunista pugnaban por detener su descomposición. Una de las agrupaciones herederas del MAS, el MST, logró cierta capacidad organizativa y detuvo este proceso de crisis por varios años.

El ciclo de luchas sociales se producía dentro de una crisis económica y social signada por la retracción de la economía y el ajuste. Sin embargo, la izquierda no lograba capitalizar la resistencia social al programa contrarrevolucionario impulsado por el peronismo, que embestía contra las conquistas obreras y populares. Tal vez el espacio social más favorable para la incidencia de la izquierda, al calor de las confrontaciones y con importante trabajo de organización, fue el movimiento de desocupados (los “piqueteros”). Al compás del mismo creció la influencia del maoísta Partido Comunista Revolucionario (a través de su Corriente Clasista y Combativa), de una variante trotskista ajena orgánicamente al viejo MAS, el Partido Obrero (Polo Obrero) y del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados dirigido por Raúl Castells, que se transformó en una de las organizaciones con mayor capacidad de movilización. Sin embargo, el crecimiento de la influencia de la izquierda fue muy desparejo y moderado: significativo en algunas de las universidades más grandes y tenue en el mundo sindical. La izquierda tuvo un desempeño electoral interesante en octubre del 2001 (sumó 1,2 millones de votos entre Izquierda Unida, PO-MAS, Luis Zamora, el Partido Humanista y el PTS) pero que también evidenciaba que no atraía a una porción muy considerable del descontento con los partidos tradicionales.

Tras la crisis de 2001, la devaluación de la moneda y del salario, la economía capitalista argentina recomenzó un ciclo expansivo. El peronismo volvió al gobierno del Estado y encabezó un proceso de recomposición de la legitimidad de las instituciones. Aquella generación de militantes socialistas formados en el ciclo del ajuste y la crisis económica y política tuvieron que hacer frente, durante más de 10 años, a un proceso de composición de fuerzas por parte del régimen político burgués. Naturalmente, esta recomposición no parecía tan evidente en 2002 y 2003, y la militancia no acusaba los golpes de un proceso que recién comenzaba y no tenía la fuerza que tuvo posteriormente: ¿cómo hacer frente a la burguesía cuando esta no recorta el presupuesto nominal de la salud o la educación?

Para responder a ello habrá que trabajar ciertos ejes conceptuales que permitan descubrir la estrategia. La relación entre los procesos de acumulación y realización del poder nos lleva, necesariamente, a pensar en los conceptos agrupados en el par, muchas veces leído dicotómicamente, de reforma y revolución. ¿Toda lucha por reformas es reformista? ¿Cómo se puede acumular para una estrategia revolucionaria mediante luchas reformistas? ¿Es necesario pronosticar una crisis inminente para poder acumular poder? Si eso es así ¿cómo hacer política en el largo plazo? Estas preguntas cobran sentido en una sociedad que ha mostrado, pese a ciertos conflictos, una estabilidad de la dominación burguesa de más de tres décadas en las que ni siquiera hubo reformas significativas de su régimen político. Para los socialistas es menester releer los mencionados aportes de la sociología, buscando los fundamentos de los certeros diagnósticos referidos a la eficacia que tendría la mediación institucional en el desarme de la potencia de las protestas y en los límites de la izquierda para transformar los reclamos inmediatos en intervenciones políticas.

En todo caso, la pregunta central sigue siendo la misma ¿cómo acumular poder para una perspectiva socialista en democracia? En este sentido, un programa basado en la inminencia de una crisis descomunal sólo ha minado la posibilidad de emprender los trabajos de reconstrucción del socialismo que requieren un período de tiempo prolongado (actualización programática, reorganización de los frentes de militancia, rearticulación de las alianzas, etc.) pero que, en el largo plazo, pueden permitir a la izquierda recuperarse de la derrota sufrida en la última época de crisis y revoluciones, en los ’60 y ’70.

Bibliografía

Anderson, P. (1979) Tras las huellas del materialismo histórico. Madrid: Siglo XXI.

Coser, L. (1961) Las funciones del conflicto social. México: FCE.

Dahrendorf, R. (1961) Las clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial. Madrid: Rialp.

Kolko, G. (2005) El siglo de las guerras. Política, conflictos y sociedad desde 1914. Barcelona: Paidós.

Lofredo, J. (1996) “Herejes y alquimistas. Grupos radicalizados en la Argentina” en Nueva Sociedad Nº 146, pp. 48-56.

Sombart, W (2009) ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos? España: Capitán Swing.

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