Cuestiones de Sociología, nº 9, 2013. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Sociología

 

¿Hacia una institucionalización o des-institucionalización del curso de vida laboral? Repensando la conformación de las trayectorias de los trabajadores y las trabajadoras argentinos/as en las últimas tres décadas

Leticia Muñiz Terra

(FaHCE / UNLP / CONICET, Argentina)

Los estudios europeos y norteamericanos realizados en torno a la perspectiva biográfica o el curso de vida señalan que las historias de vida de los actores sociales pueden comprenderse como el resultado de la articulación y tensión de una multiplicidad de factores subjetivos y objetivos desarrollada a lo largo del tiempo.

La idea central es que la vida de los sujetos se explica por los condicionamientos objetivos que estos atraviesan (claramente medibles según su posición social) y por las construcciones subjetivas que desarrollan tanto en el pasado como en el presente y en el futuro dentro del contexto social y temporal en el que están inmersos (Elder, 1985; Hareven y Masoaka, 1988; Ferraroti, 1990; Bertaux, 1981; Pujadas Muñoz, 1992). La temporalidad es entendida en términos cronológicos, dando cuenta del encadenamiento progresivo de acontecimientos que se produce en la trayectoria vital.

El enfoque biográfico, llamado también biografía - sociedad, se concentra, en síntesis, en explicar y entender la estructuración de la sociedad por las trayectorias vitales individuales y colectivas y, en sentido opuesto, estudiar la estructuración de esas trayectorias por las instituciones y procesos sociales. La perspectiva del curso de vida señala, así, que no es el individuo el tema de la investigación biográfica sino el producto social de la biografía como muestra o pauta de trayectoria y de orientación en el mundo social, cotidiano e histórico (Pries, 1996).

Todo trayecto vital puede ser considerado como un entrecruzamiento de múltiples factores, historias o líneas biográficas más o menos autónomas y dependientes las unas de las otras. El trayecto escolar, la vida familiar, la vida social, la salud, la trayectoria residencial, política, religiosa, el itinerario ocupacional, etc.1, son tanto historias paralelas como imbricadas, hilos que tejen la madeja biográfica (Helardot, 2006). En el análisis social se puede enfocar la mirada en una de estas historias y analizarla en profundidad considerando su vinculación con las demás. En este contexto, los estudios sobre la dimensión ocupacional se han encargado de analizar las transiciones vinculadas al trabajo de los actores sociales y las han nominado como trayectorias laborales (Muñiz Terra, 2012).

El estudio de las biografías como un producto individual y social dio lugar a la hipótesis de la institucionalización del curso de vida en las sociedades contemporáneas (Kholi, 2005). La misma sostiene que las pautas de las biografías muestran cómo se plasman tanto las regularidades, rutinas o estructuras sociales en las historias de vida como el cambio social.

Dichas estructuras sociales habrían sido institucionalizadas como consecuencia del establecimiento a lo largo de los años de múltiples factores, tales como:

a) el aumento de la esperanza de vida y la secuencia de ciclos vitales que las personas pueden recorrer a lo largo del tiempo;

b) los cambios en las composiciones familiares que propician el desarrollo de proyectos vitales individuales2;

c) el establecimiento por parte del Estado de ciertos límites formales de edades para los asuntos públicos3, lo que construyó una estructura universal de puntos o períodos en las vidas individuales que dio lugar a una división tripartita de las trayectorias en niñez-formación, adulto-empleo, vejez-jubilación con límites de edades definidas casi con precisión; y

d) el desarrollo de perspectivas biográficas individuales y colectivas que ampliaron el horizonte temporal de planeación de la vida.

Sin embargo, en las últimas tres décadas, los estudios sobre las transformaciones de la cuestión social europea, aunque también norteamericana, han contribuido a desandar la idea de la institucionalización del curso de vida.

La desestandarización del ciclo familiar, la flexibilización de las normas de edad (Beck, 1998), las nuevas características del empleo -frágil, flexible, inseguro, líquido, corroído, precario (Bauman, 2002; Castel, 1997; Sennet, 2000)-, la fragmentación de las identidades colectivas (Dubar, 2001), etc., darían cuenta de una nueva realidad caracterizada por el desarrollo de un proceso de desafiliación de los sujetos de los marcos que habitualmente mantenían la cohesión de la sociedad. En este contexto, las trayectorias vitales estarían atravesando un proceso de individualización, desestabilización y ruptura (Godard, 1996; Hareven y Masoaka, 1988) que pondrían de relieve el proceso de des-institucionalización de los marcos que estructuraban los cursos de vida.

Ahora bien ¿es posible hablar de institucionalización y de des-institucionalización de las trayectorias vitales en países como la Argentina? ¿Se ha producido en nuestro país en los últimos treinta años un proceso generalizado de aumento de la esperanza de vida, de cambio en las composiciones familiares, de establecimiento estatal de los límites de edad para los asuntos públicos, de posibilidad de proyección individual en el horizonte temporal? ¿Estamos atravesando una nueva cuestión social?

Una posible respuesta podría ser que eso depende de la Argentina de la que estemos hablando. Es decir, si consideramos que nuestro país ha estado conformado por una sociedad blanca, asalariada, urbana y "venida de los barcos" es posible pensar que se produjo cierta transición desde la institucionalización a la des-institucionalización. Ahora, si creemos que la Argentina está conformada tanto por esa población como por actores sociales mestizos, pobres, rurales, con trabajos informales, pertenecientes a distintas etnias, etc., es difícil pensar que se haya producido ese pasaje hacia la des-institucionalización.

Una rápida mirada hacia una de las dimensiones habitualmente estudiadas a través de la perspectiva biográfica, la laboral, revela, por ejemplo, que los índices de desocupación e informalidad laboral han venido creciendo desde los años setenta, y han llegado en algunos períodos a superar ambos indicadores el 50 por ciento de la población económicamente activa; sólo los últimos años se advierte cierta recuperación.

Estos datos nos conducen entonces a interrogarnos: si más de la mitad de la población tiene desde hace años un inserción informal en el mercado laboral o se encuentra desocupada, ¿puede hablarse de la existencia de un proceso de institucionalización generalizada de los cursos de vida laborales?. Los trabajadores y trabajadoras argentinos/as ¿han vivido el pasaje de la institucionalización a la des-institucionalización en sus trayectorias laborales? Difícilmente podamos pensar que sí.

Ahora bien, que la hipótesis de la institucionalización y des-institucionalización del curso de vida no pueda comprobarse en los estudios laborales locales del curso de vida no significa que no sea pertinente sino que es sólo aplicable a una sociedad con características muy distintas de la nuestra.

¿Cómo se conforman, entonces, las trayectorias laborales de los actores sociales en nuestro país? ¿Cómo pueden explicarse estas estructuraciones? En los cursos de vida locales ¿el tiempo es sólo cronológico e indica progreso o existen otras formas de concebir la temporalidad que vale la pena recuperar? ¿Es pertinente hablar del tiempo cronológico en el análisis del mundo del trabajo de las comunidades originarias argentinas? ¿Cómo recuperar y analizar las particularidades de estas comunidades desde un mundo de representaciones totalmente ajeno y occidentalizado? ¿Pueden analizarse las trayectorias laborales de mujeres y varones con las mismas categorías? Estas y muchas otras preguntas pueden orientarnos en la búsqueda de nuevas lentes teóricas y metodológicas que den cuenta de nuestras realidades.

En este camino, resulta propicio realizar un ejercicio de resignificación a largo plazo que nos permita encontrar nuevos conceptos y un nuevo lenguaje para develar las complejidades locales y las desigualdades laborales, de género, raza, clase, generación, etc. existentes. Para ello quizá sea importante recuperar las ideas de los académicos latinoamericanos decolonialistas (Castro Gomez y Grosfoguel 2007; Dussel, 2011; Quijano 2011; Mignolo, 2001; Boaventura de Sousa y Meneses, 2009), quienes sugieren la construcción de una ciencia social heterárquica, que elimine las jerarquías teóricas impuestas desde Occidente, y promueva la comprensión del mundo social como el resultado de procesos heterogéneos y múltiples, con diferentes temporalidades.

Estas ideas nos interpelan como investigadores sociales y nos invitan a proponer la construcción de una perspectiva biográfica heterárquica que, sin desconocer las construcciones teóricas y empíricas ya elaboradas, incorpore una mirada compleja y particular a la vez, y nos permita iluminar y comprender la conformación de disímiles trayectorias vitales en sociedades como la nuestra.

Notas

1 Esta lista puede prolongarse hasta el infinito según la naturaleza de los dominios pertinentes en cada caso singular.

2 Entre estas transformaciones se señalan la estabilización del período de casamientos durante la juventud, una concentración de nacimientos de hijos en períodos no muy lejanos del casamiento y una reducción del promedio de la cantidad de hijos por familia.

3 Por ejemplo, edad para asistir a la escuela, para votar, para hacer el servicio militar, etc.

Bibliografía

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Beck, U. (1998) La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Buenos Aires: Paidós.

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Castro Gómez, S. y Grosfoguel, R. (2007) El giro decolonial: Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá: Siglo del hombre editores.

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