Cuestiones de Sociología, nº 11, 2014. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Sociología

 

ARTICULO/ARTICLE

 

La nueva condición juvenil: reflexiones sobre los sentidos y prácticas que configuran las trayectorias laborales de jóvenes pobres

 

Eugenia Roberti

Centro de Investigaciones Sociales - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CIS-CONICET)
Instituto de Desarrollo Económico y Social. Programa de Estudios sobre Juventud, Educación y Trabajo (IDES-PREJET)
Argentina
eugenia.roberti@hotmail.com

 

Cita sugerida: Roberti, E. (2014). La nueva condición juvenil: reflexiones sobre los sentidos y prácticas que configuran las trayectorias laborales de jóvenes pobres. Cuestiones de Sociología, nº 11, 2014. Recuperado de: http://www.cuestionessociologia.fahce.unlp.edu.ar/article/view/CSn11a03

 

Resumen
En un contexto de desestructuración del mundo del trabajo, persisten viejos y nuevos problemas en la población juvenil, que se presenta como uno de los grupos más vulnerables. En efecto, las nuevas generaciones experimentan la crisis de las distintas instituciones y, en consecuencia, de aquellas pautas de integración consideradas hegemónicas para un momento histórico-social determinado. Los cambios ocurridos durante las últimas décadas, han implicado profundas transformaciones en la condición juvenil, que encuentra una de sus manifestaciones más relevantes en las trayectorias laborales que delinean los jóvenes. En este marco, el presente artículo investiga el modo en que se articulan sentidos y prácticas en la constitución de las trayectorias laborales de jóvenes residentes de un barrio de la periferia sudoeste de la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires. Se propone analizar los sentidos que otorgan al trabajo los jóvenes a lo largo de su vida; buscando aprehender al mismo tiempo las lógicas que orientan su accionar en este ámbito, que da cuenta de una compleja trama entre la esfera laboral y otros mundos de la vida. Desde una perspectiva cualitativa, se realizan entrevistas en profundidad buscando aprehender el conjunto de procesos, prácticas e imaginarios juveniles a partir de una caracterización objetiva y subjetiva del itinerario laboral. En esta línea, se presentan algunos puntos que surgen del análisis y que aparecen como temas de reflexión relevantes de cara a generar una discusión más profunda que aporte a la comprensión del fenómeno juvenil.

Palabras clave: Juventud; Trayectorias Laborales; Pobreza


The new juvenile condition: reflections on the meanings and practices that shape the labor trajectories of poor young 

 

Abstract
In the context of a deconstruction of the working world, there are still old and new problems in the youth population, which is presented as one of the most vulnerable groups. Therefore, new generations experience the crisis of the different institutions and, consequently, of those patterns of integration considered hegemonic for a given socio-historical moment. The changes over the last decades have involved profound changes in the condition of youth, in which one of its most important manifestations is the labor trajectories that line the youth. In this background, this article investigates how meanings and practices are articulated in the constitution of the labor trajectories of young residents of a suburban neighborhood of the southwest of La Plata city, Province of Buenos Aires. We propose to analyze the senses that give youth to work throughout their life, looking at the same time to grasp the logic that guide their actions in this field, that accounts a complex network among the labor sphere and other spheres of life. From a qualitative perspective, in-depth interviews are conducted looking to grasp the set of processes, practices and juveniles imaginary starting from subjective and objective characterization of the labor itinerary. In this line, some points that emerge from the analysis are presented and that appear as relevant topics for reflection in order to generate a deeper discussion that contributes to the understanding of the youth phenomenon.

Keywords: Youth; Labor Trajectories; Poverty

 

Introducción

El presente artículo es el resultado de una investigación en curso que indaga sobre la vinculación entre juventud y trabajo. En un contexto de desestructuración del mundo laboral, persisten viejos y nuevos problemas en la población juvenil, que se presenta como uno de los grupos más vulnerables, requiriendo una reflexión más amplia sobre la cuestión social actual. En efecto, las nuevas generaciones experimentan la crisis de las distintas instituciones y, en consecuencia, de aquellas pautas de integración consideradas hegemónicas para un momento histórico-social determinado.

En este marco, la transición al mundo productivo y adulto deja de ser un “momento” en la biografía de los jóvenes para convertirse, como dicen algunos autores (Jacinto y otros, 2005; Dávila y otros, 2006; Bendit y otros, 2008; Guerra Ramírez, 2008), en un proceso cada vez más complejo. Considerando esta problemática, el artículo se propone analizar el modo en que se configuran las trayectorias laborales y los sentidos que otorgan al trabajo los jóvenes a lo largo de su vida; buscando aprehender al mismo tiempo las lógicas que orientan su accionar en este ámbito, que da cuenta de una compleja trama entre la esfera laboral y otros mundos de la vida. Siguiendo estas preocupaciones, se indaga: ¿Cómo se constituye el proceso de inserción al mundo del trabajo de los jóvenes? ¿Cuáles son los sentidos que otorgan a su actividad laboral? ¿Estos sentidos se transforman a lo largo de las diferentes etapas y acontecimientos biográficos que atraviesan? ¿Qué relación se establece entre el ámbito laboral y las otras esferas vitales como la familia, la escuela, el barrio y los grupos de pares?

La investigación analiza las trayectorias laborales de jóvenes pertenecientes a sectores populares de un barrio de la periferia sudoeste de la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires. Desde una perspectiva cualitativa, se realizaron 17 entrevistas en profundidad a jóvenes varones buscando aprehender el conjunto de procesos, prácticas e imaginarios juveniles a partir de una caracterización objetiva y subjetiva del itinerario laboral. En esta línea, se presentan algunos puntos que surgen del análisis y que aparecen como temas de reflexión relevantes de cara a generar una discusión más profunda que aporte a la comprensión del fenómeno juvenil.

1- La nueva condición juvenil: el declive de las instituciones tradicionales en la integración social juvenil

La sociedad capitalista occidental está organizada, entre otras clasificaciones y distinciones, por estructuras etarias donde se juegan relaciones de poder. Las edades son estadios biográficos culturalmente construidos, que presuponen fronteras más o menos laxas y formas más o menos institucionalizadas de paso entre los diversos grados de edad (Feixa, 2003). La segmentación por edad y la institucionalización de grupos etarios son procesos que se construyen a lo largo de la historia. Las etapas del ciclo vital no pueden ser asumidas como universales o constantes, sino que ellas mismas están definidas socialmente y sujetas a cambios (Balán y Jelin 1979). Cada cultura tiene sus propios modos de organizar la temporalidad y de producir sus edades. En el caso de las culturas occidentales modernas estos esquemas han sido la institucionalización y cronologización del ciclo vital. (1) Como señala Chaves, “la ‘modernización’, mirada desde las edades, ha consistido en segmentar, especializar e institucionalizar el ciclo de vida, legitimando la primacía de una clase, grado o grupo sobre otro, universalizando ‘el modo occidental’ y finalmente naturalizando la estamentalización producida” (2010: 25).

Estas sociedades delimitan las etapas de integración de las nuevas generaciones a través de instituciones que marcan “ritos de pasaje modernos”, constituyendo un estadio propio para la juventud. En este sentido, la concepción de la vida por etapas iniciada en el siglo XIX fue acompañada por la intervención de instituciones educativas, jurídicas, estatales y -principalmente en lo que respecta a nuestro estudio- por los efectos del mundo del trabajo industrial, que coadyuvaron en el proceso de cronologización del curso de la vida y en el establecimiento de relaciones intergeneracionales: el paso del tiempo regula el pasaje por los grados de edad a través de la entrada y salida de diversas instituciones. Por consiguiente, es importante destacar la centralidad de la esfera educativa en el proceso de conformación de sujetos jóvenes, más aún con la masificación de la educación media, que implicó el surgimiento de escuelas específicas para este grupo de edad. También, el trabajo -en términos de empleo asalariado- ocupó un lugar privilegiado en la definición cronológica del tiempo vital occidental y moderno, principalmente a partir de mediados del siglo XX.

En el modelo de la era industrial, la forma hegemónica de pensar la juventud sostenía que se trataba de un período transitorio de formación para la asunción de roles adultos. De este modo, en las ciencias sociales hasta la década del ochenta, la juventud fue conceptualizada como una fase de la vida, una moratoria que sigue a la infancia y sirve como preparación a la edad adulta. En base a la definición de adultez se desarrolla un modelo tri-etápico, vigente a partir del período de posguerra, que estructuraba el ciclo de vida en tres momentos temporales sucesivos, cuyas funciones se encontraron claramente diferenciadas: la primera etapa estaba asociada a la preparación para la vida activa (niñez-juventud), la segunda a la vida activa con empleo (adultez) y una tercera de retiro de la actividad productiva (vejez). A partir de entonces, la edad se impuso como marcador cronológico del curso irreversible de la vida, designó un ritmo uniforme a las etapas estables de las biografías y delimitó el paso entre estatus bien definidos (Oddone, 2006).

Desde los años noventa, dentro del campo de los estudios de juventud, un conjunto de investigaciones han argumentado críticamente sobre la noción de moratoria social, en tanto característica distintiva y definitoria del período juvenil (Krauskopf, 2003, 2004; López Blasco, 2006; Miranda, 2006, 2010). La puesta en cuestión de esa noción, que representó un concepto central en la sociología de la juventud de mediados del siglo XX, debe ser interpretada a la luz de la emergencia de nuevas condiciones sociales que produjeron patrones de vida inéditos. Los itinerarios biográficos dejan de ajustarse a las secuencias tradicionales de la organización tripartita del ciclo vital; se observa una ruptura del principio de las transiciones claramente demarcadas en torno a las distintas edades, cuyos umbrales instituían el pasaje entre etapas de la vida que se sucedían de manera lineal, ordenada y previsible.

En este marco, en investigaciones recientes surge el interés por analizar el nuevo contexto social en el que se desarrollan las juventudes contemporáneas. Durante las últimas décadas del siglo pasado se producen cambios culturales y socioeconómicos que afectan a toda la estructura social. Estos procesos tuvieron una amplia influencia en las características específicas que adquiere tanto el modo de comprender la etapa juvenil como la categoría juventud (Dávila León y otros, 2008). En este contexto, algunos estudios han destacado la emergencia de una nueva condición juvenil (García Canclini y otros, 2005; Miranda, 2006; Dávila León y otros, 2008). De acuerdo a estos análisis, se ha propuesto considerar a la juventud como un período vital con características propias: no sólo representa un período de tránsito o moratoria en la vida de los sujetos, sino que es una etapa en sí misma de gran importancia en el desarrollo biográfico posterior.

Existen numerosas perspectivas de análisis acerca de la sociedad contemporánea, que focalizan en distintas dimensiones a la hora de estudiarla. Investigaciones internacionales caracterizan de diverso modo a la época actual. Se habla de una sociedad del “riesgo” (Beck, 2006), de la “incertidumbre” (Castel, 2010), “informacional” (Castells, 1997), “líquida” (Bauman, 2002). Estas diversas aproximaciones arriban sin embargo a un mismo punto de coincidencia, que enfatiza la autonomía del individuo y el repliegue sobre sí mismo como aspecto clave de la modernidad, frente al declive de los mecanismos tradicionales de socialización e integración social. Vivimos en una sociedad de individuos (Elias, 1900), “en la cual la capacidad de conducirse como un actor social responsable es cada vez más requerida y cada vez más valorizada” (Castel, 2010: 27). Un conjunto de estudios latinoamericanos se inscribe en este marco analítico (Saintout, 2007; Guerra Ramírez, 2008; Otero, 2009; Longo, 2010), indicando la dificultad de las instituciones tradicionales de la modernidad -diseñadas en otros contextos y modelos económico-políticos- para dar respuesta a los procesos sociales contemporáneos. Precisamente, frente a la crisis de las instituciones centrales de transmisión de la cultura legítima: la educación y el empleo, emerge la nueva condición juvenil (Miranda, 2006).

En este panorama, ciertas aproximaciones señalan que se está produciendo una desinstitucionalización del curso de vida; la creciente des-regulación y la menor normalización en la secuenciación del calendario vital provoca la pérdida del aspecto predecible y seguro de la vida (Kohli, 2005). El proceso de individuación, que se constituye en uno de los rasgos esenciales y definitorios de la nueva modernidad, consiste precisamente en un resquebrajamiento de las “biografías normales”, es decir, en un debilitamiento de los patrones biográficos tradicionales, sancionados y pautados socialmente (Saraví, 2006). Así, “todo el conjunto de la vida social es atravesado por una especie de desinstitucionalización entendida como una desvinculación respecto de los marcos objetivos que estructuran la existencia de los sujetos” (Castel, 1995: 472-3). En términos de Ulrich Beck (2006), se trata de la promoción de un “modelo biográfico”: frente a la debilidad de las instituciones sociales corresponde al individuo una mayor responsabilidad en la construcción -y no ya adscripción- del sentido de su trayectoria.

La generación joven -en tanto categoría nominal- comparte las características centrales de las transformaciones en curso, relacionadas con la individualización y la desinstitucionalización de la vida social, que afecta de modo particular a este grupo de edad (Bendit y otros, 2008). El contexto histórico global de cambios socio-estructurales, políticos y culturales profundos, ha dado lugar a la configuración de un nuevo horizonte de oportunidad para los jóvenes, distinto al que tuvieron las generaciones anteriores (Guerra Ramírez, 2008); aunque también se observan signos de continuidad. En un escenario que presenta nuevas oportunidades y viejas desigualdades para las jóvenes generaciones, los itinerarios adoptan un carácter contingente, al tornarse cada vez más inciertos y aleatorios a medida que se diluye el marco normativo del trayecto vital. El derrumbe de los sistemas de regulación colectiva produce un aumento de la inseguridad social y una creciente fragmentación de las experiencias biográficas; la estabilidad familiar, una carrera laboral a largo plazo, la seguridad social, por sólo citar algunos ejemplos, se ven debilitados como supuestos y pilares sobre los cuales se podía construir la propia biografía (Saraví, 2006).

Si bien los procesos de individualización subrayan que el joven tiene que construir su propia biografía, esto no implica subestimar las condiciones de origen. Como señalan Biggart, Furlong y Cartmel (2008), aunque las decisiones se tornan cada vez más individuales, continúan atravesadas por condicionamientos sociales que influyen en la distribución de oportunidades desiguales. Principalmente, la complejidad del escenario actual en el que se inscriben las trayectorias juveniles hace necesario atender el modo en el que operan los constreñimientos estructurales. La tendencia generalizada de las investigaciones contemporáneas en la exageración de los procesos de diversificación de las trayectorias juveniles como sintomático de las “biografías de elección”, pueden ayudar a enmascarar las estructuras de desventaja. La desigualdad en el acceso a recursos y oportunidades persiste también en las trayectorias individualizadas, provocando opciones biográficas más amplias o más estrechas.

La pertenencia de los jóvenes a un determinado sector social propicia una configuración desigual de sus trayectos. La construcción de tipologías de trayectorias que utilizan estudios recientes, traslucen la complejidad y heterogeneidad en las formas de ser joven, así como también las desventajas estructurales que se inscriben en los diversos recorridos juveniles. Estas investigaciones diferencian entre la mayor propensión a desarrollar trayectorias no lineales o fallidas por parte de los sectores menos favorecidos, que padecen mayores condicionamientos a la hora de incidir sobre el curso de sus vidas; en oposición, se encuentran las trayectorias biografiadas o exitosas características de los sectores más acomodados, que experimentan un margen más amplio de elección (EGRIS, 2001; Biggart y otros, 2008).

Por esta razón, el artículo parte de concebir a la juventud como una categoría analítica que cobra sentidos particulares al ser analizada en un contexto social determinado. Lo que entendemos por juventud varía a lo largo del tiempo, de una sociedad a otra y, dentro de una misma formación social, de un grupo a otro. Si definimos a los jóvenes a partir de una edad biológica, categoría que los designa como una unidad social, como un grupo constituido que posee intereses comunes, se ignora que las divisiones entre edades son arbitrarias y también se desconoce las diferencias entre las juventudes (Bourdieu, 1990). Continuando con la tradición que viene desde la escuela de Birmingham, sostenemos la importancia de la categoría clasista, como una de las dimensiones prioritarias en los estudios juvenológicos, sin significar esto determinismo o uniformidad social. En efecto, la clase social se presenta como un elemento clave a la hora de analizar las prácticas laborales, al adquirir un carácter distintivo los trayectos recorridos y los sentidos otorgados al trabajo que despliegan los jóvenes: prácticas y representaciones son el producto de determinadas condiciones de existencia.

Para finalizar, es importante apuntar que las transformaciones en la condición juvenil propician un renovado interés hacia nuevas aproximaciones teórico-metodológicas. Desde esta lugar, el enfoque biográfico de las trayectorias constituye un marco referencial fértil para abordar la diversidad de formas que reviste la juventud, al concebir al sujeto como protagonista principal de su propia vida que articula de forma paradójica y compleja elecciones subjetivas, constreñimientos socio-culturales, experiencias vitales significativas, condiciones de origen y estrategias de futuro. En este sentido, dicha perspectiva brinda un análisis integrador de la estructura, la acción y la historia (Casal y otros, 2006). La aproximación de las trayectorias juega así un papel importante en la introducción de dimensiones sociales y culturales que configuran las relaciones de los jóvenes con diferentes esferas vitales. La juventud como fenómeno social depende, más que de la edad, de la posición de la persona en diferentes estructuras sociales, entre las que se destacan la familia, la escuela, el trabajo y los grupos de pares. El marco para entender la condición juvenil debe incluir, por tanto, el análisis de cada una de dichas esferas, al mismo tiempo que deben ser aprehendidas en su conjunto.

2- En el umbral del trabajo: prácticas laborales en contextos de pobreza

Como adelantamos de manera precedente, el estudio se inscribe dentro de la perspectiva de las trayectorias. La relevancia de este enfoque radica en el carácter longitudinal que implementa para comprender las nuevas condiciones que subyacen a la relación que establecen los jóvenes con el trabajo; en contraposición a las investigaciones clásicas que analizan estos vínculos desde un punto determinado en el tiempo. La introducción de miradas diacrónicas se vincula fuertemente a la concepción de la “inserción” como un proceso complejo, que no necesariamente culmina con la integración laboral. Siguiendo a Bourdieu (1988, 1997), se requiere abordar el punto de partida y de llegada de un recorrido, atendiendo el marco estructural en el que se desarrolla. Si bien, a la hora de reconstruir el proceso de inserción laboral ocupa un lugar fundamental en su descripción la actividad desarrollada y el segmento de la economía, es necesario considerar nuevas características que atiendan la manera peculiar en que los jóvenes ingresan al mundo del trabajo. Así, es fundamental analizar las prácticas laborales en relación a las entradas y salidas del mercado de trabajo, los cambios de ocupación o de sector, la duración y la calificación de la actividad desarrollada.

Un punto de partida significativo para comprender el modo en que se construyen las trayectorias laborales de los jóvenes entrevistados reside en analizar las condiciones de inserción al mercado de trabajo y las posiciones alcanzadas dentro del campo laboral. En este marco, el interés fue averiguar las formas de ingreso y acceso a una ocupación, la edad establecida en el momento de iniciación, las motivaciones planteadas, las actividades desarrolladas y el tiempo de duración. Una primera aproximación a los relatos da cuenta que la incorporación en una ocupación se desarrolló de manera temprana. La edad promedio es de 12 años, cifra que se encuentra por debajo de la ley (N° 26.390/08) que dictamina la edad mínima de acceso a un empleo. El ingreso prematuro a la vida laboral se comprende a partir de situaciones de privación que derivaron en una búsqueda de autonomía -“me quería comprar mis cosas”- o en la necesidad de colaborar con la economía familiar -"mi viejo me llevaba a trabajar"-. Más allá de estas circunstancias familiares y/o personales, la incorporación al mercado del trabajo se concibe como un medio para la obtención de ingresos.

Las trayectorias laborales de los jóvenes entrevistados se distancian de la imagen clásica del empleo asalariado, identificado con un contrato de duración indeterminada, riesgos sociales cubiertos, posibilidades de promoción y de proyección a largo plazo. Por el contrario, sus itinerarios están conformados por continuos “rebusques” de escasa calificación, que carecen de una relación jurídica con el empleador o se ubican en el autoempleo. Insertos en condiciones laborales precarias, se caracterizan por la ausencia de seguridad social “es todo en negro, viene todo de palabra” (Darío, 26 años) y la falta de estabilidad “changuitas... iba un sábado, un domingo, un lunes, cuando te precisaban […] te iban a buscar a la esquina” (Jeremías, 20 años).

En términos generales, la entrada a una ocupación se realiza en el segmento secundario de la economía mediante el cirujeo -recolección informal de residuos- o el ofrecimiento de distintos servicios a familiares y vecinos (principalmente de jardinería y albañilería). Una vez incorporados al mercado de trabajo, los entrevistados rotan por diversas ocupaciones de corta duración. Como traslucen los distintos relatos, la secuencia laboral se configura a través de “changas”, donde la opción de trabajar se caracteriza por su condición puntual, irregular e imprecisa (“un tiempito”, “en el día”, “un par de veces”). A través de estas trayectorias intermitentes e inestables los jóvenes desarrollan una multiplicidad de actividades laborales que guardan poca vinculación entre sí: “trabajé en una banda cosas; “hice todos laburos diversos”; “laburé de tantas cosas”; estos fragmentos evidencian el quiebre de aquellas pautas de integración hegemónicas para otro momento histórico donde las carreras ocupacionales eran consideradas para toda la vida.

Las entradas circunstanciales en el mercado de trabajo secundario, la rotación laboral y la alta movilidad entre condiciones de actividad provocan que las trayectorias de estos jóvenes posean un horizonte muy limitado en cuanto a la formación, que se orienta básicamente hacia el trabajo manual y poco cualificado. Los jóvenes entrevistados relatan pasajes cortos por ocupaciones diversas que no se desarrollan siguiendo un patrón de acumulación que habilitaría la constitución de una identidad laboral o la conformación de un oficio. Los trabajos a los que acceden no constituyen una experiencia muy relevante en términos de saberes y competencias, los mismos brindan una escasa cualificación por tratarse de actividades rutinarias, repetitivas, que se agotan en su propia realización; careciendo de un vínculo tanto con la calificación técnica como también con aquellos conocimientos formales adquiridos en la escuela.

En este punto, es importante señalar que el sector de actividad es también un indicador del segmento del mercado laboral en el que se insertan desigualmente los jóvenes. A partir de fuentes de la EPH para el período 1995-2003, se puede constatar que la problemática de la juventud se explica a través de la dinámica de funcionamiento de sectores típicamente “juveniles” que contratan a este grupo de edad para desarrollarse en actividades de baja productividad, mayor rotación e inestabilidad, como el comercio minorista, la construcción y los servicios personales (Pérez, 2007). Un caso típico de inserción laboral para los entrevistados es la industria de la construcción, principalmente en ocupaciones no calificadas. La temporalidad de la relación laboral es una característica vinculada al proceso de ejecución de obra (Mingo y otros, 2013), que provoca las constantes entradas y salidas del mercado de trabajo; como se refleja en la frase: “albañil es pan para hoy y hambre para mañana” (Gastón, 18 años). Por consiguiente, los jóvenes se ven apremiados a realizar trabajos ocasionales, en el extremo más deteriorado del circuito laboral, principalmente debido a que el tipo de ocupación que realizan adquiere un carácter temporal: “se había parado una obra y como no conseguíamos laburo quedamos todos parados” (Mauricio, 24 años).

En este marco, se van configurando trayectorias laborales signadas por una alta rotación entre ocupaciones informales que traslucen vínculos intermitentes con el mercado de trabajo y, en consecuencia, cambios eventuales en la condición de actividad. Por esta razón, el proceso de inserción laboral de los jóvenes no puede considerarse como un “momento”, ya que es un prolongado y complejo camino caracterizado por pasajes reversibles de la ocupación a la desocupación, del desempleo a la inactividad, de un trabajo a otro en diferentes condiciones de precariedad, etc. Ante esta alteración de secuencias laborales discontinuas, se desdibujan las certidumbres en torno a un empleo (Jacinto y Chitarroni, 2010).

En oposición a ciertas orientaciones teóricas que plantean la imprevisibilidad de las trayectorias juveniles (Machado Pais, 2007; Gil Calvo, 2009), un dato interesante que emergió del trabajo de campo refiere a la previsibilidad de secuencias ocupacionales contingentes, en razón de la intermitencia e inestabilidad laboral que experimentan los jóvenes en su vida cotidiana. La inseguridad ocupacional se naturaliza a medida que el trabajo estable se desdibuja de la experiencia transmitida por las viejas generaciones. En un contexto carente de las condiciones objetivas que permitan desarrollar trayectorias concebidas como secuencias lineales o predeterminadas, el trabajo precario deja de ser una opción temporal o transitoria para convertirse en el único camino que prevalece a lo largo de todo el itinerario laboral. En términos de Castel, estamos asistiendo a “la instalación en una precariedad que podría constituir un registro permanente de las relaciones del trabajo” (2010: 46). Fenómeno que se manifiesta a través del relato de ciertos jóvenes que arguyen no haber vivido períodos de desempleo:

-¿Estuviste mucho tiempo desocupado, buscando trabajo?

-No, nunca estuve desocupado porque terminaba eso y agarraba el carro ahí. Siempre mal o bien el carro te va a ayudar. Tenía algo seguro (Fermín, 19 años).

Los entrevistados se enfrentan no tanto a la desocupación crónica o al desempleo de largo plazo sino más bien a una inestabilidad plena en la inserción, que provoca en algunas ocasiones un efecto de desaliento con su consecuente retiro del mercado de trabajo: “me cansaba de buscar” (Luciano, 20 años); “después de ahí no salí nunca más a buscar… ya no conseguí” (Marcelo, 17 años). En efecto, la continuidad laboral se presenta como la principal problemática a la hora de reconstruir las trayectorias laborales de los jóvenes: “pero no trabajé un año, trabajé cosas… changuitas que hice” (Jeremías, 20 años).

En última instancia, las trayectorias laborales de los jóvenes entrevistados se presentan en primer lugar como inciertas, a causa de su inseguridad respecto a la continuidad de la relación laboral; en un segundo momento como intermitentes, debido al cambio constante de actividad; y por último, se definen por su carácter informal, relacionado a su falta de derechos sociales y laborales.

3- Los sentidos del trabajo en disputa: entre la experiencia vivida y la persistencia de un imaginario compartido

En este apartado se busca explicar la inserción laboral más allá de los condicionantes estructurales y objetivos, incorporando categorías de análisis que incluyan dimensiones subjetivas referidas a representaciones, aspiraciones y expectativas de los propios jóvenes. En especial, se indaga los sentidos que adquiere el trabajo a lo largo de las trayectorias juveniles. Partimos de la idea de que los rasgos que caracterizan a las trayectorias laborales son hasta cierto punto reveladoras de los cambios más profundos que afectan al mundo del trabajo, que implican nuevos significados y modos de actuar en las jóvenes generaciones.

Distinguimos dos niveles de análisis en el abordaje de los significados que adopta el trabajo para los jóvenes. Un sentido intrínseco que pone foco sólo en la esfera laboral, prestando atención tanto al vínculo que los entrevistados establecen con las distintas actividades laborales de su vida cotidiana como al plano de lo ideal que involucra las formas que asume esa categoría más allá de su realización. El sentido extrínseco se define, en cambio, por la relación que el trabajo establece con otras esferas vitales, entendiendo que su distinción es esencialmente analítica debido a que las mismas están imbricadas y construyen en su conjunto las trayectorias laborales juveniles.

Respecto a los sentidos intrínsecos, en los distintos relatos se observa que el trabajo representa algo fundamental en la vida de los jóvenes, asociado muchas veces con la idea de progreso: “si no trabajas, no sos nadie”. Como señala Fermín:

-¿Y del trabajo vos qué pensás, qué es un trabajo?

-Una ayuda, ¿o no? Algo para progresar

-¿Con qué palabra lo asociás, por qué trabajás?

-Trabajo para estar más bien. No vas estar toda la vida arriba de un carro (Fermín, 19 años).

A partir de una primera aproximación a la dimensión simbólica del trabajo, pudimos develar que los relatos presentan una valoración en torno a las posiciones ocupadas, al mismo tiempo que vislumbramos un sentido del trabajo asociado a situaciones imaginarias. Es importante diferenciar ambos niveles en tanto la trayectoria laboral se construye en los intersticios de unas y otras, en sus encuentros y contradicciones.

La clase de trabajo al que acceden los jóvenes configura, en términos de Demazière y Dubar (1997 en Guerra Ramírez, 2008), su universo socioprofesional, el mundo de sus posibles u horizontes de oportunidad; es decir, las ocupaciones disponibles en su medio
-acordes al nivel de estudios, la posesión de ciertas competencias y la experiencia laboral-, a partir de las cuales orientan sus representaciones, sus prácticas y su acción futura. Precisamente, en los relatos se presentó una distinción entre los significados que adquiere el universo socioprofesional por el que transitan los jóvenes y aquellos sentidos asociados con situaciones anheladas, que derivó en el uso de un conjunto de categorías antagónicas: ser alguien/ no ser nadie; útil/ inútil; fijo/ changa; que te guste/ que no te guste; saber hacer/ no saber hacer; pesado/ cómodo; las cuales estuvieron ligadas a la disyuntiva con estudios/ sin estudios. Como manifiesta Gustavo respecto a su trabajo de albañil:

-Y para vos, ¿qué es un buen trabajo?

- Un buen trabajo para mí, bueno [duda]… que sea cómodo, que no sea muy pesado, por eso yo vengo a estudiar, porque trabajaba de albañil y de albañil es pesado y, bueno, tenés que sufrir en ese sentido (Gustavo, 18 años).

Por otra parte, una dimensión analizada es la relación que se establece entre las distintas ocupaciones desarrolladas y los motivos por los que trabajan los jóvenes. Un criterio mencionado mayoritariamente, aunque rara vez enfatizado, es el monto del salario. Este último constituye una prioridad y termina siendo, en última instancia, para casi todos los jóvenes un factor decisivo de una decisión laboral. El salario es entonces una razón clave para empezar a trabajar, pero también para continuar haciéndolo, para cambiar o abandonar una ocupación.

-Claro, dejé por mi cuenta porque era poco lo que ganaba, en mi casa a los que me fiaban, les estaba debiendo más de lo que ganaba por día y, o sea, todos los días sacar fiado se te hace un choclo… (Marín, 23 años).

Si en un primer momento este vínculo pareciera reducirse a la necesidad, la sobrevivencia o al fin expreso del consumo al cumplir funciones relativas a la reproducción del grupo familiar, como señala Paco “la plata [es lo más importante de un trabajo], si no con qué comés después”; al ahondar en los sentidos que adopta la actividad laboral hallamos, en contraposición, un horizonte simbólico que se desliza hacia un conjunto amplio de significaciones que abarca desde la utilidad social hasta el divertimento, pasando por la realización personal y la obligación moral.

-¿Qué es lo que no te gusta del laburo de acá que te querés ir?

-Todo, estar al pedo (Jeremías, 20 años).

De este modo, los jóvenes buscan algo más que un intercambio económico o una fuente de ingresos, anhelan poder identificarse con una ocupación -“que te guste”-; involucrarse en el aprendizaje de calificaciones, habilidades y competencias requeridas en el mundo del trabajo -“que yo lo sepa hacer”; “saber algo”-. En este contexto, es que la actividad laboral comienza a ser vista como una fuente de autoexpresión o de reconocimiento social -“ser alguien”-.

-Yo quiero conseguir un laburo, así de ayudante, de lo que sea, y después con el tiempo recibirme del laburo que me gusta

-¿Recibirte en qué sentido?

-Así como ser un maestro mayor de obra (Mauricio, 24 años).

 

-¿Y qué es un buen trabajo?

-Y tener un buen sueldo, es saber algo.

-¿Cómo?

-Saber algo, un oficio, estar en blanco, todo… (Marcelo, 17 años).

Un dato llamativo es la vigencia del modelo tradicional de trabajo asalariado en el imaginario social de los jóvenes. Precisamente, la idea de un “buen trabajo” se vislumbra tanto en el tipo de contratación (“en blanco”) como en el acceso a un ritmo de trabajo menos intenso (“cómodo”), con horarios fijos y mejores condiciones laborales, que posibilite incluso el desarrollo de una carrera ocupacional. En el contexto de un mundo del trabajo desestructurado, las nuevas generaciones perciben como atributo prioritario el hecho de “estar en blanco”, fundamentalmente porque casi ninguno de estos jóvenes accedió alguna vez a una ocupación de estas características. De este modo, en los relatos de los jóvenes se observa que lo que está en disputa no es el significado del trabajo, asimilado aún con el empleo asalariado, sino más bien sus modos de actuar (changas), frente a un mercado laboral que no les deja mucho margen para su inserción.

A diferencia de los sentidos intrínsecos, los sentidos extrínsecos del trabajo se articulan y se constituyen en interacción con los proyectos de otras esferas de la vida. Las distintas esferas vitales de los jóvenes interactúan dando conjuntamente significado a las decisiones y las proyecciones laborales. Desde este lugar, intentamos iluminar la relación juventud-trabajo atendiendo a las esferas vitales más importantes que configuran la trayectoria laboral desde la mirada de los propios jóvenes: los grupos de pares/el barrio, la familia y la educación.

Desde el análisis de la dimensión temporal, fue posible vislumbrar que los sentidos que los jóvenes establecen con el trabajo se modifican a lo largo de sus trayectorias, según el timing de su curso de vida. Como explica Feixa (2003), el modo en que los individuos progresan por el conjunto de los estadios vitales (infancia, juventud, edad adulta, vejez), se corresponde con una serie de roles y status sociales para cada etapa (juego, educación, trabajo-familia, retiro). Si en una primera aproximación observamos que la incorporación al mercado del trabajo se concibe como un medio para la obtención de ingresos en un contexto de gran precariedad en las condiciones de vida, en una instancia de mayor complejización destacamos que la búsqueda de recursos económicos se destina a la satisfacción de necesidades de consumo inmediato, de acuerdo al momento del ciclo vital en que se encuentren los jóvenes: “golosinas”, “zapatillas”, “ropa”, “cosas para el bebé”, “bailes”, “cuentas” y “vicios”, son ejemplos reiterados que aparecen en sus relatos. En efecto, el tipo de consumo marca las diferentes experiencias vitales por las que transitan nuestros entrevistados desde su ingreso prematuro al mercado de trabajo, a través del cual se evidencian los distintos roles asociados a cada edad de la vida: por medio del trabajo se accede a consumos infantiles (golosinas, juguetes), como también a responsabilidades vinculadas con una edad adulta (pagar cuentas, manutención de hijos).

Para el análisis de nuestro caso adquieren especial relevancia aquellos bienes de consumo típicamente juveniles (incluyen tanto diversiones -bailes-, vicios -drogas y cigarrillos-, como artefactos electrónicos -telefonía celular, motocicletas-), que conceden a nuestros entrevistados la posibilidad de transitar por espacios de sociabilidad y expresión juvenil en las interacciones con los pares o grupos afines. Como plantea Guerra Ramírez “el consumo permite a los jóvenes experimentar roles propios de su edad y responder a los imperativos sociales de relacionarse con ‘otros’ semejantes con los que se identifican y comparten las mismas prácticas y códigos culturales” (2008: 173). Es en ese conjunto de prácticas y formas de consumo significantes donde cobran forma los estilos de vida juveniles, entendidos como aquellos patrones de consumo cultural que funcionan como umbrales de distinción y pertenencia en los grupos de jóvenes, al participar como referentes de identificación y de organización de gustos y estéticas juveniles relacionados con la indumentaria, los looks, los consumos, los códigos verbales y corporales, entre otros (García Canclini y otros, 2005).

En el contexto de estudio, se presenta un estilo juvenil propio de ese grupo sociocultural que se pone de manifiesto en prácticas vinculadas a la utilización del espacio público (“la esquina”), al consumo de un género musical particular (cumbia o hip hop) y a la impronta de un vestuario “deportivo” (zapatillas con “resortes”, viseras, piercings, cortes de pelo, etc.). Esta dimensión expresiva del trabajo, constituye una de las formas más recurrentes que adopta la relación de los jóvenes con la actividad laboral, donde disponer de ingresos es imprescindible para el acceso a bienes de consumo que medien las relaciones con los grupos de pares. En esta primera búsqueda por iluminar la relación juventud-trabajo, adquiere especial relevancia la pertenencia e identificación barrial.

-No me puedo mover, no salgo de acá dentro, como dice mi hermana, del barrio no salgo. Lo único que conozco es el barrio. […] Me dice mi viejo, “nunca saliste del barrio, siempre estuviste acá, en la esquina y con tus amigos”. Lo único que hago, nunca salgo del barrio

-¿Pero te gustaría salir?

-No

Para otro grupo, el trabajo se vincula con otra esfera vital prioritaria para los jóvenes: la familia. Como vimos precedentemente, frente a la ausencia de condiciones objetivas para desarrollar una carrera laboral, estos jóvenes recurren a trabajos informales como opciones temporales y transitorias en el marco de una estrategia vital más amplia centrada, en este caso, en el mundo familiar. En especial, el trabajo aparece asociado con la conformación de la familia propia y, en consecuencia, con la consumación de una independencia residencial progresiva: un cuarto propio, la casilla en el fondo de la casa familiar, el terreno y, más adelante, la casa de material. Si bien la constitución de una residencia independiente no es medio de realización temporal inmediato como el consumo, su modo de realización (en las primeras etapas) constituye parte de las condiciones de posibilidad de estos jóvenes, en un horizonte temporal no tan lejano -incluso, muchos de nuestros entrevistados alcanzaron en el transcurso del trabajo de campo este proyecto.

-El trabajo es aquello útil que te lleva a cumplir sueños, necesidades […]. Era lo que me iba a llevar progresar a mí, el trabajo. Pero hay otras cosas antes que el trabajo.

-¿Cuál es la característica más importante del trabajo?

-En sí lo económico me lleva a buscar otros trabajos. Para llegar a completar mi sueño. A comprar mi terreno, hacerme mi casa. Eso me lleva a cambiar de trabajo […]. Busco otro trabajo que pueda disfrutar más de lo sociable y de mi familia, y que pueda ganar un poco más (Martín, 23 años).

Por último, se encuentran aquellos casos típicos donde el sentido que adquiere el trabajo se encuentra subsumido a la esfera educativa. Aquí la culminación de los estudios secundarios se entrelaza con el proyecto de continuar una formación profesional u ocupacional.

-¿En relación a otras esferas de la vida, como la familia o la escuela, qué lugar ocupa el trabajo en tu vida? ¿Cuál de estas esferas es la prioritaria?

-Desde el punto de vista mío personal siempre fue el colegio, para mí es la base. Es como la casa, si no le hacés las bases se viene abajo […]. La escuela, es lo fundamental. La escuela, el trabajo y la familia. Hoy día la edad que tengo, yo tendría que estar disfrutando solamente de trabajar y tengo que acomodarme horarios para terminar de estudiar (Alejo, 29 años).

Más allá de esta clasificación, el trabajo adquiere un lugar fundamental en la realización de proyectos, esperanzas y sueños de desarrollo personal y familiar, que se juegan por fuera de la esfera laboral: los sentidos del trabajo responden a una orientación extrínseca, centrada en otros ámbitos como la familia, la escuela y el grupo de pares. De este modo, la diversidad de significados que los jóvenes provenientes de un mismo grupo sociocultural atribuyen al trabajo, nos reveló un mundo amplio de sentidos. Sin desconocer estas orientaciones diferentes, la actividad laboral siempre es atendida como un medio para un fin que se encuentra fuera de ella, que se extiende hasta la realización de proyectos colectivos e individuales de variado horizonte temporal.

Reflexiones finales

El presente artículo tuvo por objetivo abordar la vinculación que establecieron los jóvenes con la esfera laboral: el modo de inserción en el mercado de trabajo, las motivaciones expuestas, las actividades desarrolladas y la edad establecida en el momento de iniciación; sus vivencias y percepciones en torno a las distintas ocupaciones; los procesos decisorios y sus implicancias en otras esferas de la vida.

A lo largo del estudio, vislumbramos que el trabajo constituye para los jóvenes una de las experiencias más significativas de la vida social. Sin embargo, esta primera afirmación necesita ser aprehendida desde una mirada integral que atienda la dinámica de cambio respecto a la multiplicidad de sentidos y las nuevas modalidades de inserción en el mercado ocupacional. En este marco, los estudios de trayectorias constituyen una perspectiva privilegiada de análisis que posibilita aprehender las nuevas relaciones que los jóvenes mantienen con el mundo del trabajo. Dentro de los cambios suscitados en la condición juvenil, se establece como un aspecto central el análisis del proceso de inserción laboral. En efecto, las transformaciones de las últimas décadas del siglo pasado produjeron una alteración en los modos de ingreso al mundo del trabajo, que ha propiciado un renovado interés en el estudio de las trayectorias laborales juveniles.

El artículo presentó las rupturas en las formas tradicionales de inserción laboral y el modo en que los jóvenes provenientes de un barrio periférico se las arreglan para construir sus trayectorias laborales. En un contexto carente de las condiciones objetivas que permitan desarrollar itinerarios concebidos como secuencias lineales o predeterminadas, el trabajo precario e informal deja de concebirse una opción temporal o transitoria para convertirse en el único camino que prevalece a lo largo de la trayectoria. De este modo, asistimos a una reconfiguración del calendario biográfico laboral. La inserción ocupacional de los jóvenes ya no se presenta como un acontecimiento puntual, donde los jóvenes alcanzarían la integración laboral mediante un empleo estable; en su lugar, la secuencia laboral se configura a través de changas y trabajos temporarios que se caracterizan por una inestabilidad duradera. Esto ocasiona una prolongación del período de inserción al mercado de trabajo, siendo difícil delimitar el momento en que comienza y termina este pasaje.

Por otro lado, arribamos a la conclusión de que los jóvenes no sólo desarrollan diversas formas de identificación con el trabajo, sino que además los significados en torno a la actividad laboral varían de acuerdo a condiciones objetivas, experiencias biográficas y proyectos futuros que configuran los entrevistados en el transcurso de su trayectoria. Por esta razón, la investigación se inscribió en una perspectiva longitudinal que busca dar cuenta del particular entramado que vincula juventud y trabajo, donde sus significados son cambiantes y contingentes a través del tiempo. Estos sentidos no son independientes de la calidad y contenido de la actividad; al mismo tiempo, se configuran según los márgenes de libertad con que cuentan los jóvenes en función de las condiciones familiares y socioeconómicas adscriptas (Jacinto y otros, 2005).

Para estos jóvenes que viven en condiciones de pobreza y desarrollan ocupaciones situadas en el extremo de la informalidad, los procesos de identificación con el trabajo resultan problemáticos principalmente porque los contenidos y saberes de la actividad desarrollada no constituyen elementos significativos en la conformación de una subjetividad. El trabajo pierde fuerza como referente identitario frente a la clase de trabajo al que pueden acceder los jóvenes dentro de sus horizontes de posibilidad. En este sentido, las transformaciones acontecidas en el mundo del trabajo de las últimas décadas impactaron en la subjetividad juvenil al provocar un continuo quiebre en las trayectorias laborales y un profundo cambio respecto a la valoración del trabajo; el cual ya no es percibido como lugar de acción colectiva ni de integración social, tampoco como espacio de conformación identitaria. Siguiendo a Kessler, (2010: 48), desprovisto de sus atributos tradicionales, el trabajo se reviste de un sentido meramente instrumental. Así, los rasgos que caracterizan a estas trayectorias laborales son hasta cierto punto reveladoras de los cambios más profundos que afectan al mundo del trabajo. Sin embargo, vislumbramos la persistencia de un imaginario vinculado a la sociedad salarial que no se erosiona aunque el significado y las antiguas formas del trabajo tiendan a transformarse.

De lo enunciado no se deduce que el trabajo pierda importancia en la vida de los jóvenes. Por el contrario, una de las hipótesis que plantea el presente estudio radica en la multiplicidad de sentidos extrínsecos que la juventud atribuye a la actividad laboral y a su variación a lo largo de diferentes etapas vitales. Frente a las tesis que postulan “el fin del trabajo”, sostenemos que la esfera laboral no ha perdido centralidad en la vida de los jóvenes, sino que adopta nuevas prácticas y sentidos que deben aprehenderse en su relación a otras esferas vitales significativas; las cuales presentan una centralidad relativa con el mundo del trabajo en relación al momento del curso de vida, pudiendo variar a lo largo del recorrido biográfico.

Notas

(1) La noción de cronologización de la vida se refiere a la objetivización de la vida como un desarrollo cronológico individual y progresivo medido en unidades temporales por el calendario occidental y cristiano. La vida se interpreta como un tránsito por el tiempo; el reloj organiza el quehacer cotidiano y el calendario el qué hacer en cada fase de la vida. El carácter evolucionista de la cronologización de la vida es evidente: progreso, acumulación y desarrollo unilineal. Este es el esquema de interpretación hegemónico del ciclo de vida (Chaves, 2010).

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Recibido: 22 de octubre de 2013
Aceptado: 12 de julio de 2014
Publicado: 26 de noviembre de 2014

 

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