Cuestiones de Sociología, nº 13, 2015. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Sociología

 

ARTICULO/ARTICLE

 

Rasgos de extracción popular entre asistentes a la educación superior. Argentina, 2010-12

 

Ricardo Martín Donaire 

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Programa de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina.
ricdonaire@gmail.com
Argentina

 

Cita sugerida: Donaire, R. (2015). Rasgos de extracción popular entre asistentes a la educación superior. Argentina, 2010-12. Cuestiones de Sociología, (13). Recuperado de: http://www.cuestionessociologia.fahce.unlp.edu.ar/article/view/CSn13a02

 

Resumen
Entre las grandes transformaciones que ha sufrido la sociedad argentina en las últimas décadas se encuentra el fuerte proceso de expansión del sistema educativo, por el cual grandes masas de la población han logrado acceder no sólo al nivel secundario sino también al nivel superior de enseñanza. Este fuerte incremento en la matrícula superior ha sido vinculado con el acceso a este nivel educativo de capas tradicionalmente excluidas. ¿Cuál es el peso de las capas de extracción popular en la matrícula superior? El presente trabajo aporta datos a partir de un ejercicio que utiliza como fuente el procesamiento de información estadística oficial para el conjunto de la población urbana correspondiente a los años 2010 y 2012.

Palabras clave: Educación superior; Estructura social; Extracción social.

 

Popular background features among students attending higher education. Argentina, 2010-12

 

Abstract
Among the major changes that have taken place in Argentine society in recent decades is the strong process of expansion of the educational system, by which large masses of the population have gained access not only to the secondary school but also to higher education. This sharp increase in higher education enrolment has been linked to access from strata traditionally excluded from this level. What is the weight of this popular background population in higher education? This paper presents some results from an exercise that uses processed data on urban population for the years 2010 and 2012 from official statistical sources.

Keywords: Higher education; Social structure; social background.

 


 

Entre las grandes transformaciones que ha sufrido la sociedad argentina en las últimas décadas se encuentra el fuerte proceso de expansión del sistema educativo, por el cual grandes masas de la población han logrado acceder no sólo al nivel secundario sino también al nivel superior de enseñanza.

Esta incorporación de población a la educación superior ha estado jalonada por distintos hitos; entre los más importantes, está la eliminación de aranceles dispuesta en 1950, acompañada, tres años después, por la supresión de exámenes de ingreso (Buchbinder, 2010). Estas medidas produjeron un significativo aumento de la matrícula pero, en parte, debido al carácter todavía minoritario del acceso desde el cual se partía y, en parte, debido a que dichas políticas no se mantuvieron uniformes posteriormente, todavía en el censo de población de 1960 sólo un 1,4% de la población mayor de catorce años había egresado del nivel superior.

Cincuenta años más tarde, según el último censo de 2010, dicha proporción se puede estimar en aproximadamente un 11,6%; es decir que, si bien la graduación en este nivel continúa restringida para el grueso de la población, se ha octuplicado respecto de la de 1960.

Este incremento ha sido consecuencia del crecimiento de la matrícula que asiste a los establecimientos educativos superiores, la cual se multiplicó casi catorce veces; pasó de menos de doscientos mil estudiantes en 1960 hasta poco más de 2,4 millones medio siglo después. Esta evolución es apreciable tanto en la educación superior universitaria como en la no universitaria1.

Gráfico 1

Obviamente, semejante cambio no puede haber dejado de repercutir en la forma en que el sistema educativo se articula con la estructura social, particularmente en relación con qué clases sociales logran acceder a la educación superior 2, puesto que dicha educación ha estado históricamente asociada a un “privilegio de clase”.

En efecto, tradicionalmente en la Argentina se ha asimilado a la población que cumple funciones intelectuales, según la perspectiva teórica adoptada, a las capas superiores o acomodadas de las clases medias o de la pequeña burguesía3. Con variaciones, en general esta clasificación suele coincidir con la utilizada en otros países de la región4 y con la tomada como referencia en general en el ámbito académico5.

De allí que, en general, se considere que quienes acceden a la educación superior como paso previo al ejercicio de dichas funciones formen parte de esas mismas capas, sea por su reclutamiento social, sea porque estarían “ascendiendo” socialmente hacia ellas.

Este supuesto parece tener fundamento en el hecho de que, a pesar de su ampliación, los egresados del nivel superior continúan siendo actualmente una porción minoritaria de la población: sólo poco más de una de cada diez personas en 2010.

Sin embargo, el fuerte incremento en la matrícula superior ha sido vinculado particularmente con el acceso a este nivel educativo de capas tradicionalmente excluidas de este6. En parte, dicho proceso ha sido relacionado con la creación de nuevos establecimientos educativos. Entre 2007 y 2010 se crearon nueve universidades estatales, cinco de ellas en el conurbano bonaerense: Avellaneda, Moreno, del Oeste (en Merlo), Arturo Jauretche (en Florencio Varela) y de José C. Paz; y otras cuatro en el interior del país: de Río Negro y de Tierra del Fuego, del Chaco Austral y de Villa Mercedes. En Avellaneda, el 83% de estudiantes sería la primera generación de universitarios en sus familias (San Martín, 2011); lo mismo sucedería con los matriculados en primer año de la Universidad Arturo Jauretche, en la que el porcentaje ascendería a 95%. Pero el acceso de nuevas capas de población a la educación superior no se reduciría a estas instituciones sino que afectaría también a otras universidades ya existentes previamente en el conurbano, como las de General Sarmiento (Gluz, 2011), de San Martín y de La Matanza (Dentice, 2012). Principalmente a estas universidades del conurbano, y a la fuerte concentración de masas en esta región, se suele asociar la imagen de la presencia popular en la educación superior.

Sin embargo, aunque se suela dar por sentada una identificación entre el carácter de “primera generación” familiar en acceder a la universidad y su extracción popular, esto no necesariamente puede ser así. Aunque efectivamente una parte puede corresponder a dicha extracción, otra porción puede corresponder a capas acomodadas de la pequeña burguesía cuyos miembros no optaron por transitar por estudios universitarios o terciarios.

Por esa razón, la aparición de una franja de “universitarios de primera generación” puede coincidir con datos aparentemente contradictorios, por caso, aquellos que según otras fuentes se difunden en la opinión pública señalando que entre 2005 y 2010 habría caído un 34% la cantidad de jóvenes de veinte a veinticinco años de nivel “socio-económico bajo” que cursaban estudios universitarios (Sigal, 2010). A la par, los primeros resultados del último censo de población muestran un cambio muy leve en el acceso al sistema educativo de la población de dieciocho a veinticuatro años: desde el 36,9% en 2001, al 37,3% en 20107.

Vemos, entonces, que circulan diferentes imágenes sobre el grado de acceso popular a la educación superior. ¿Se puede observar en la actualidad una presencia popular entre los asistentes a ese nivel educativo? De ser así, ¿qué extensión alcanza esta presencia?

La relevancia de la constatación o no de este fenómeno no es menor en términos teóricos, porque la erosión de la educación como privilegio de clase necesariamente impactará en la estructura social e implicará la necesidad de observar hasta qué punto se deberá poner en cuestión o no la tradicional caracterización de los intelectuales como categoría “relativamente acomodada” y su pertenencia a la pequeña burguesía.

Precisiones metodológicas

Para aproximarnos a una respuesta a estas preguntas, utilizamos como fuente información procesada a partir de las bases de datos de la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU), desarrollada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). Dicha encuesta, que se realiza desde el año 2010, tiene como universo a la población urbana residente en hogares del país. La población urbana, según el último censo realizado en el mismo año, constituye la inmensa mayoría de la población argentina: 91%. Y de esa población aproximadamente sólo un 1% reside en instituciones colectivas y no en hogares8.

Este universo representa entonces una buena aproximación a nuestro objeto de estudio, más aún considerando que, también según el censo de 2010, el 97% de la población asistente a la educación superior reside en centros urbanos.

Lamentablemente, la utilización de información estadística conlleva la desventaja de que la desagregación posible de los datos está limitada por el grado de representatividad muestral. Esta limitación se hace bastante más restrictiva cuando analizamos un grupo de población restringido como es el caso de la población asistente al nivel superior.

Para superar este obstáculo y poder aumentar el tamaño de la muestra y su grado de precisión, se utilizó la técnica que consiste en la fusión de datos procedentes de muestras distintas pero cercanas en el tiempo tomadas a partir de la misma población9. La muestra de hogares de la EAHU se renueva en forma parcial periódicamente. Dada la forma de rotación de los hogares en la muestra, existe un solapamiento en las muestras tomadas entre un año y el siguiente. Por eso, se decidió utilizar muestras separadas por un período de dos años, las correspondientes al año 2010 y 2012, de manera tal de evitar ese solapamiento y obtener así la mayor ampliación posible de la muestra original10.

Dado que el total de población estimado por cada muestra fue levemente diferente (una diferencia del 2,2% entre ambas), se decidió ajustar el ponderador a una de ellas: la correspondiente al año 2010. Se decidió optar por la muestra de ese año principalmente por dos razones: a) una mejor comparabilidad con los datos del censo de población de ese año, b) forzar lo menos posible la hipótesis de trabajo consistente en la verificación de la presencia de elementos de extracción popular, partiendo del supuesto planteado anteriormente de que dicha presencia se estaría generalizando en los últimos años. De todas formas, cuando fue posible se constató que en los resultados generales no hubiera fuertes diferencias atribuibles a los años en que fueron recabados los datos.

Si analizamos a partir de esta muestra ampliada la situación de la población de dieciocho años o más respecto a su relación con el sistema educativo, es posible observar que efectivamente el acceso a la educación superior es restringido.

Cuadro 1
Población de 18 años o más según tramo de edad y condición de asistencia a la educación. Población urbana, 2010-2012.

Condición de asistencia

Edad

Total


Hijos 18 a 24 años

18 a 24 años

25 o más


Asiste a terciario o universitario*

27,8

3,5

7,5


28,8

Concluyó terciario o universitario**

2,5

16,3

14,0


2,5

Abandonó terciario o universitario

2,5

6,0

5,4


2,5

No asiste ni asistió pero aprobó secundario

20,9

22,4

22,1


21,1

Asiste a algún nivel previo

14,2

0,7

3,0


17,0

Abandonó en algún nivel previo

31,9

49,7

46,8


27,9

Nunca asistió a un establecimiento educativo

0,2

1,4

1,2


0,2

Total

100,0

100,0

100,0


100,0

N (en miles)

(4.362)

(21.317)

(25.679)


(3.041)

* Incluye asistencia a postgrado (0,2% del total).
** Incluye a quienes concluyeron o abandonaron postgrado (0,5% del total).
Nota: no incluye 0,1% de casos sin datos.
Fuente: Elaboración propia a partir de procesamiento de datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos (INDEC).

Sólo el 7,5% de la población mayor de diecisiete años asiste a la educación superior, sea universitaria o terciaria11. Esa proporción es claramente más amplia entre la población de dieciocho a veinticuatro años, en el que representa un 27,8%, mientras que entre los mayores de veinticuatro años reúne sólo un 3,5%.

Esta es una de las razones por las cuales, a pesar de no constituir un nivel de enseñanza obligatorio12, se suele considerar dicho tramo de edad, inmediatamente posterior a la edad teórica de finalización del secundario13 y con una duración de carrera estimada en siete años14, como referencia para medir el grado de acceso al nivel superior.

Complementariamente, siete de cada diez personas entre los dieciocho y veinticuatro años que cursan estudios superiores ocupan el lugar de hijos en sus hogares, por lo que podemos obtener un dato referido a su extracción social utilizando como aproximación la ocupación del jefe de hogar15. Se puede apreciar además que la distribución de estos “hijos” de dieciocho a veinticuatro años, según su condición de asistencia, es prácticamente igual a la del total de la población de esa franja de edad: 28,8% asisten al nivel superior. Enfocaremos, entonces, nuestra atención especialmente en este grupo.

Sin embargo, no toda la población universitaria y terciaria cumple con estas condiciones, ya sea porque es mayor de veinticuatro años, ya sea porque no ocupa el lugar de hijo en el hogar en que habita. Por esta razón, comparamos sistemáticamente los resultados encontrados con los del conjunto total de población asistente. De esta manera, buscamos no perder de vista que una parte de la población asistente puede estar compuesta también por elementos de extracción popular que acceden a sus estudios superiores pero en forma “rezagada” y, de ser así, probablemente dicha extracción podría ser mayor entre la población más adulta o que ya ha formado su propio hogar.

En nuestra estimación, excluyendo a los asistentes a estudios de posgrado16, aproximadamente 1,9 millones de personas asisten a la educación superior, en los niveles terciario y universitario17.

Aproximación a los “rasgos de extracción popular”

Pero la fuente utilizada no sólo implica restricciones debidas al grado de desagregación posible por la muestra, sino también porque, como ocurre en todos los estudios sociales que se apoyan en fuentes secundarias, la investigación queda condicionada por el instrumento de recolección utilizado y sus definiciones conceptuales y operacionales previas. Esto influye en la posibilidad de operacionalización de las categorías teóricas a partir de la información disponible.

Teniendo en cuenta estas limitaciones, demarcaremos la población “con rasgos de extracción popular” en aquellos asistentes a la educación superior que habiten en hogares en los que la ocupación del jefe corresponda a:

a) trabajadores por cuenta propia o familiares de calificación operativa o no calificados,

b) asalariados registrados de calificación operativa o no calificados,

c) asalariados no registrados de calificación operativa o no calificados, del servicio doméstico o desocupados.

La delimitación de este conjunto no corresponde a que constituya una sola clase o grupo social; por el contrario, se trata de grupos cuya inserción en la estructura social difiere: los dos últimos son grupos expropiados de sus condiciones materiales de existencia (esto es, vendedores de fuerza de trabajo), y constituyen una aproximación al proletariado, tanto a sus capas más acomodadas —es decir, quienes han conquistado mejores y relativamente estables condiciones para la venta de su fuerza de trabajo, expresadas en el amparo en la legislación laboral, y cuyo indicador en la fuente utilizada es el registro en el sistema de previsión social—, como a las capas más pobres, cuyas condiciones de venta de fuerza de trabajo son relativamente peores o inestables, sea porque quedan excluidas de las condiciones legales vigentes, porque directamente no logran venderla (desocupados) o porque su propia inserción en la estructura productiva como servidores domésticos los asimilan a estas capas.

En cambio, el primer grupo no se encuentra enlazado en relaciones salariales; son propietarios de sus propias condiciones de existencia y no compran ni venden fuerza de trabajo y, por ende, constituyen una aproximación a las capas pobres de la pequeña burguesía, cuyas figuras más representativas son los pequeños comerciantes y productores y los trabajadores independientes.

Clásicamente se ha denominado al conjunto conformado por ambos grupos como masa trabajadora y explotada, la cual constituye la masa del pueblo. Lo que unifica a este conjunto es el hecho de que, sean o no propietarios de sus condiciones de existencia —es decir, sean proletarios o pequeños propietarios—, reproducen su vida por su propio trabajo y son explotados o expoliados por diversos mecanismos, por lo que sus condiciones de vida —y el acceso a la educación es una de esas condiciones— se contraponen en general a las de las capas acomodadas de la pequeña burguesía.

En nuestra aproximación, dichas capas acomodadas están compuestas por jefes de hogar correspondientes a las categorías de patrones, directivos, profesionales, técnicos, rentistas y estudiantes18. Claro que una parte de estas capas puede estar sujeta a procesos de proletarización o pauperización19; sin embargo, aquí optamos por no considerar las diferencias relativas al grado de desarrollo de estos procesos con el objetivo de no forzar la hipótesis de trabajo. Finalmente, en un último conjunto agrupamos a los jefes de hogar que, por falta de información, no pudieron ser clasificados en las categorías anteriores: jubilados y pensionados, amas de casa, discapacitados y otros inactivos.

Con esta delimitación buscamos precisamente una aproximación que permita dar cuenta de hasta qué punto el acceso a la educación superior continúa o bien siendo una condición circunscrita a las capas acomodadas de la pequeña burguesía o bien alcanza a otras capas sociales. Aunque otros estudios han llamado ya la atención sobre la escasa presencia de población pobre en este nivel educativo, esto no responde a la cuestión sobre el grado en que pueden acceder otras capas que, aunque de extracción popular, no sean necesariamente pobres en términos de subsistencia. Planteado en otros términos: ¿logran acceder a la educación superior los hijos de la clase obrera y de las capas de pequeños propietarios? 20

La clasificación recién presentada fue aplicada a los jefes de hogar y no a los asistentes mismos. Sin embargo, podría objetarse que, dadas las edades de quienes cursan la educación superior, buena parte puede estar incorporada a la actividad económica: ¿por qué no caracterizarla entonces según su propia inserción? Y, efectivamente, aproximadamente la mitad de la población asistente al nivel superior se encuentra inserta de alguna manera en la estructura productiva y, de hecho, un tercio corresponde a ocupaciones que podríamos definir, según la misma clasificación recién presentada, como de extracción popular. Pero en estos casos, y especialmente entre la población joven que es la mayoritaria entre los cursantes21, es importante considerar que una parte de estas ocupaciones (cuya proporción no es posible determinar a partir de la información disponible) puede tener un carácter complementario y/o transitorio durante su trayectoria como estudiantes hasta el momento de poder lograr una inserción definitiva y plena en sus propias disciplinas ya como graduados22. La presencia de estos rasgos podría también estar expresando la existencia de una porción que se encuentre ejerciendo tareas en empresas familiares a cambio de una remuneración, incluso informalmente bajo la forma del salario, por lo que resultaría forzado adjudicarles mecánicamente un carácter proletario sólo tomando como indicador las ocupaciones que ejercen.

Claro que, aun en estas condiciones, el hecho de que una parte de la población asistente a la educación superior deba ejercer ocupaciones no precisamente propias de la pequeña burguesía acomodada puede estar indicando algún tipo de degradación en las condiciones de vida de esta capa social. Lamentablemente, no contamos con información que permita delimitar estas situaciones familiares, ya sean transitorias o complementarias al estudio, respecto de otras que, en caso de ser relativamente permanentes, podrían estar indicando no sólo un cambio en las condiciones de vida de una determinada capa, sino un cambio en la composición misma de las capas que acceden a la educación superior23.

Por esta razón, decidimos considerar como indicador la ocupación/actividad del jefe de hogar y no la del asistente mismo. La desventaja de este indicador es que no da cuenta del “reclutamiento social” en sentido estricto, puesto que, excepto en el caso de hijos/hijastros (y al que pueden asimilarse hasta cierto punto otras situaciones minoritarias subordinadas: nietos, yernos/nueras, etc.), no refiere al hogar de origen (es decir, al de los progenitores) sino al hogar actual de la población analizada. Por eso, cuando nos referimos al conjunto, y no estrictamente a los hijos, preferimos hablar de “presencia de rasgos de extracción popular”, puesto que dicho rasgo no necesariamente refiere a alguno de los progenitores del sujeto en cuestión, sino a otro miembro de su familia (generalmente el cónyuge) e incluso a sí mismo (en el caso de que el propio asistente sea jefe de hogar).

Esta limitación aparece muy claramente entre estos jefes de hogar asistentes, especialmente los que son menores de veinticinco años, entre los cuales el 67% declara como actividad exclusiva el estudio. Pero la posibilidad de dedicarse de forma plena al estudio y a la par figurar como cabeza de hogar puede suponer cierta capacidad de ahorro previa por parte de los progenitores, propia precisamente de las capas acomodadas de la pequeña burguesía. Queda aquí explícita la razón por la cual asimilamos la condición exclusiva de “estudiante” (que, insistimos, no debe ser confundida con la de “asistente”) a los restantes elementos característicos de esa capa social.

Podría argumentarse que dicha capacidad de ahorro podría existir también en algunas capas acomodadas del proletariado. Esto es posible pero, de ser así, no contamos con información que permita distinguir a unos de otros, y preferimos sostener el criterio expuesto, ya que una vez más permite no forzar la hipótesis sobre la presencia de elementos con rasgos de extracción popular entre los asistentes24. En contrapartida, entre los asistentes jefes de hogar mayores de veinticuatro años, la proporción que declara ser exclusivamente estudiante se reduce a un 15%. Sin embargo, estos casos en los que la extracción social del jefe y la del asistente remiten a la misma persona corresponden a un rango de edad en el cual sí es posible que la ocupación tenga un carácter relativamente más permanente25.

Bajo estos supuestos, entonces, las cifras que presentaremos en este trabajo sobre la presencia de elementos con rasgos de extracción popular deben ser consideradas como proporciones mínimas, las cuales podrían ser mayores si contáramos con información que pudiera dar cuenta de los casos de difícil clasificación que expusimos previamente.

Composición de la población asistente a la educación superior

Sintetizando lo expuesto, a partir de las características del jefe de hogar delimitamos, entonces, un grupo al que denominamos como asistentes “con rasgos de extracción popular” y, en los casos en que sea posible, desglosamos esa proporción entre aquellos que habitan en hogares donde el jefe es, según nuestra aproximación, o bien un pequeño propietario o bien un asalariado correspondiente a las capas acomodadas del proletariado o a sus capas más pobres. A lo largo de este ejercicio comparamos la presencia de esta población en dos grupos: el total de asistentes, por un lado, y asistentes hijos de hasta veinticuatro años, por otro; intentamos observar hasta qué punto la composición del conjunto de la población cursante de estudios superiores difiere o no respecto de aquella porción que se encuentra cursando en el rango de edad teórica inmediatamente posterior a la cursada de la educación secundaria y que, por ocupar el lugar de hijos en sus hogares, las características de sus padres nos permiten dar cuenta en forma más acertada de su reclutamiento social.

Gráfico 2

Casi la mitad (48%) de los asistentes al nivel superior tiene dichos rasgos. Entre aquellos que son hijos en sus hogares y tienen hasta veinticuatro años de edad, esa proporción es levemente mayor y se eleva al 54%26.

Complementariamente, la fuente utilizada nos permite analizar si la presencia de elementos de extracción popular varía según algunas características del sistema educativo.

Gráficos 3a y 3b

La presencia de esta población es importante no sólo en los establecimientos públicos sino también en los privados, con una muy leve diferencia entre ambos pero la cual se hace más significativa entre los asistentes hijos de dieciocho a veinticuatro años.

Gráficos 4a y 4b

Diferencias más significativas parecen encontrarse según se trate de educación terciaria o universitaria. En la primera, es mayor la presencia de elementos con rasgos de extracción popular. Y esta presencia también aquí es mayor entre los asistentes hijos que entre el total.

Gráficos 5a y 5b

Lamentablemente, la fuente no nos permite desglosar la asistencia año por año de estudio, especialmente en el último tramo de cursada de las carreras27. Pero si hacemos un agrupamiento a grandes trazos, efectivamente la presencia de población con rasgos de extracción popular es mayor entre los primeros años que entre los últimos. Y, nuevamente, los valores son mayores entre los hijos que entre el total de asistentes.

Finalmente, aunque la fuente no nos permite discriminar según la localidad donde se encuentra el centro educativo al que concurre la población, hemos intentado una aproximación distinguiendo según la residencia de la población en:

a) centros universitarios históricos, correspondiente a las localidades donde funcionan las sedes de las universidades más antiguas del país —Universidad Nacional de Córdoba (fundada en 1613), de Buenos Aires (1821), del Litoral (1889), de La Plata (1897), de Tucumán (1914) y de Cuyo (1939) —.

b) partidos del conurbano, asiento de buena parte de las universidades públicas creadas en la última década —Universidad Nacional del Oeste (Merlo), de Moreno, de José C. Paz, de Avellaneda, Arturo Jauretche (Florencio Varela), todas ellas creadas en el año 2009—28,

c) otros centros urbanos (principalmente capitales provinciales) y

d) resto urbano del país.

Es importante considerar que, en todos estos agrupamientos, existen también sedes de otras universidades, como la Universidad Tecnológica Nacional (creada en 1948)29 y establecimientos terciarios, principalmente de formación docente (los cuales históricamente habían sido parte del nivel secundario y pasaron al nivel superior en 1969), pero también de formación técnico-profesional, que también comienzan a cobrar relevancia numérica en las últimas décadas del siglo XX. También coexisten con universidades privadas, cuya creación comienza también a mediados de siglo (su habilitación es permitida definitivamente en el país desde 1958), las que se encuentran principalmente en la región metropolitana y en los principales centros urbanos del país.

Gráficos 6a y 6b

Efectivamente, en los partidos del conurbano la presencia de población con rasgos de extracción popular es mayor que en los centros universitarios históricos; sin embargo, es mayor aún en el resto urbano del país, agrupamiento en el que se ubican también localidades en las que se han creado universidades en forma reciente: Universidad Nacional de Villa Mercedes (2009) y del Chaco Austral (Roque Saenz Peña, 2007) y, un poco antes, de Chilecito (2003), del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (Junín, 2002) y de Villa María (1995); pero también donde han existido históricamente establecimientos terciarios de formación docente.

Esto no niega el hecho de que la población aquí analizada pueda haber crecido más rápidamente en los años recientes en los partidos del conurbano. En todo caso, esta constatación amerita un análisis de más largo plazo que excede este ejercicio30.

Más allá de esto, podemos observar que efectivamente la población con rasgos de extracción popular aparece en mayor proporción en el conurbano y en otras localidades del país (más que en los centros urbanos universitarios históricos) y también en los primeros años de estudio, en los establecimientos terciarios y en los de gestión pública.

Sin embargo, y más allá de estas diferencias, su presencia parece importante a lo largo de todo el sistema de educación superior y su distribución es a grandes rasgos muy similar entre el total de asistentes y entre los que hijos menores de veinticuatro años, pero siempre parece encontrarse en mayor proporción entre estos últimos.

El acceso de población de extracción popular a la educación superior

Según los resultados recién expuestos, parece confirmarse la importante presencia de elementos con rasgos de extracción popular entre la población asistente a la educación superior. Según la porción del sistema educativo que analicemos, esta proporción oscila entre un 40 y un 60% de los asistentes.

Y, entre los “hijos” de dieciocho a veinticuatro años, alrededor del 54% tiene una “extracción popular”. Esa porción es, sin embargo, menor a la que dichas capas representan en el conjunto de la población. Si midiéramos la presencia de esas capas en el total de población entre dieciocho a veinticuatro años que ocupa el lugar de hijos en sus hogares (es decir, sin considerar su asistencia al sistema educativo), su peso sería de alrededor de un 64%. En dicho contexto, ¿puede afirmarse entonces que el nivel superior se haya generalizado a un grado tal que ha perdido su tradicional carácter de privilegio de clase?

Para responder esta pregunta debemos en realidad complementar el análisis anterior, referido a la presencia de elementos de extracción social popular dentro del conjunto de los asistentes, con el del grado de acceso; es decir, el análisis de la proporción de asistentes sobre el conjunto de cada uno de los grupos o capas antes analizados. ¿Cómo se distribuye la población de cada grupo de procedencia según su acceso o no al nivel superior?

Como señalamos al comienzo del texto, suele tomarse como grupo de referencia para la medición del acceso a la población entre dieciocho a veinticuatro años de edad y a su circunscripción a aquellos que ocupan el lugar de hijos en sus hogares; esto nos permite además contar con una referencia bastante aproximada de su extracción social. A su vez, el análisis presentado en la sección anterior nos ha permitido mostrar que este grupo sigue una distribución muy similar a la del conjunto de los asistentes (al menos, según las dimensiones a las que nos permite acceder la fuente) y que, a pesar de que entre el total de asistentes es posible la existencia de población que por su posición social podría estar cursando los estudios superiores en forma “rezagada”, el acotamiento de la mirada a los asistentes de dieciocho a veinticuatro años que son hijos en sus hogares no tiene el efecto de subestimar la proporción de elementos con rasgos de extracción popular; por el contrario, esta presencia parece ser mayor en este subconjunto.

Para analizar el grado de acceso de estos hijos de dieciocho a veinticuatro años distinguimos su relación con el sistema educativo según cuatro situaciones: a) asisten a la educación superior, incluyendo aquí a la pequeña porción que no asiste pero por el hecho de que ya egresó; b) no asisten pero están en condiciones formales de hacerlo, puesto que completaron la educación secundaria, incluyendo a aquella pequeña proporción que asistió pero abandonó en algún momento los estudios superiores; c) no asisten a la educación superior, pero se encuentran cursando alguno de los niveles previos (primario o secundario); d) no asisten ni a la educación superior ni tampoco a los niveles previos, sea porque tuvieron que abandonarlos antes de completar el secundario o porque nunca asistieron al sistema educativo (aunque estos últimos representan una proporción ínfima del total).

Gráfico 7

Se puede apreciar que, a pesar de la presencia de elementos de extracción popular, sólo poco más de una cuarta parte de sus hijos (26%) accede a los estudios superiores, mientras que esa proporción es el doble entre los hijos de las capas acomodadas de la pequeña burguesía (54%).31

En contrapartida, poco más de una décima parte (13%) de estos últimos abandonó sus estudios en algún nivel previo (o nunca asistió), mientras que entre los primeros esa proporción es más del doble (31%). No se observa una diferencia tan significativa en la población que no asiste pero está en condiciones de hacerlo en tanto completó el secundario, tal vez otro indicador de la creciente masificación de este nivel.

Si distinguiéramos al interior de la población con extracción popular según grupos, entre los hijos de pequeños propietarios la proporción que accede es del 28%, entre los asalariados registrados calificados y no calificados asciende al 31% y entre los no registrados, servicio doméstico y desocupados desciende al 18%.

Cuadro 2
Hijos de 18 a 24 años según asistencia a la educación superior y sector de gestión del establecimiento por ocupación/actividad del jefe de hogar. Población urbana, 2010/12.



Ocupación/Actividad del jefe de hogar

Condición de asistencia a superior y sector del establecimiento

Total

Asiste superior público

Asiste superior privado

Sin dato sector*

No asiste ni asistió a superior

Patrones, directivos, profesionales, técnicos, rentistas y estudiantes

33,5

16,7

3,8

46,0

100,0

Pequeños propietarios, asalariados operativos y no calificados y desocupados

18,2

5,6

2,3

73,9

100,0

Jubilados/pensionados, amas de casa, discapacitados y otros inactivos

15,2

5,0

2,5

77,3

100,0

Total

20,8

7,8

2,6

68,8

100,0

* El grueso corresponde a quienes ya concluyeron el nivel superior, para los cuales la fuente no presenta dato de sector del establecimiento.
N=3.043.328. No se incluye 1,6% sin datos.
Fuente: Elaboración propia a partir de procesamiento de datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos (INDEC).

En todos los grupos la inserción en los establecimientos públicos es mayor que entre los privados. Pero entre los hijos de patrones, directivos, profesionales, técnicos, rentistas y estudiantes la relación es de dos a uno a favor del primero, mientras que entre los hijos de los pequeños propietarios, asalariados operativos y no calificados y desocupados esa relación crece a más de tres a uno.

Cuadro 3
Hijos de 18 a 24 años según asistencia a la educación superior y subsistema (terciario o universitario) por ocupación/actividad del jefe de hogar. Población urbana, 2010/12.

Ocupación/Actividad del jefe de hogar

Condición de asistencia a superior y subsistema

Total

Asiste o concluyó terciario

Asiste o concluyó universitario (incluye posgrado)

No asiste ni asistió a superior

Patrones, directivos, profesionales, técnicos, rentistas y estudiantes

13,8

40,2

46,0

100,0

Pequeños propietarios, asalariados operativos y no calificados y desocupados

10,0

16,1

73,9

100,0

Jubilados/pensionados, amas de casa, discapacitados y otros inactivos

10,0

12,7

77,3

100,0

Total

10,8

20,4

68,8

100,0

N=3.043.328. No se incluye 1,6% sin datos.
Fuente: Elaboración propia a partir de procesamiento de datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos (INDEC).

De la misma manera, la inserción en las universidades supera a la inserción en los establecimientos terciarios, pero las diferencias aquí son aún mayores. En nuestra aproximación a las capas acomodadas de la pequeña burguesía por cada asistente al terciario, otros tres lo hacen a la universidad, mientras que entre los pequeños propietarios y el proletariado, la relación es más pareja (1,6 a 1).

Cuadro 4
Hijos de 18 a 24 años según asistencia a la educación superior y año de estudio aprobado por ocupación/actividad del jefe de hogar. Población urbana, 2010/12.

Ocupación/Actividad del jefe de hogar

Condición de asistencia a superior y año de estudio aprobado

Total

Ninguno o 1ro

2do o más

Egresó superior

No asiste ni asistió a superior

Patrones, directivos, profesionales, técnicos, rentistas y estudiantes

28,3

21,6

4,1

46,0

100,0

Pequeños propietarios, asalariados operativos y no calificados y desocupados

14,9

8,7

2,5

73,9

100,0

Jubilados/pensionados, amas de casa, discapacitados y otros inactivos

10,9

9,0

2,8

77,3

100,0

Total

16,9

11,4

2,9

68,8

100,0

N=3.043.328. No se incluye 1,6% sin datos.
Fuente: Elaboración propia a partir de procesamiento de datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos (INDEC).

La proporción que asiste a los años superiores es menor a la que asiste a los primeros años en todos los grupos, pero, en términos relativos, en el primer grupo por cada diez alumnos que aprobaron hasta primer año, existen casi ocho cursando los años siguientes, mientras que en el segundo por cada diez cursantes de los años inferiores menos de seis cursan los restantes.

Gráfico 8

Finalmente, si analizamos el acceso según el tipo de centro urbano, es posible observar que los centros universitarios históricos se distinguen claramente del resto. En ellos es en los que se registra el mayor porcentaje de asistencia: el 45% de los hijos de dieciocho a veinticuatro años asiste, sea cual fuera su grupo de procedencia. Pero allí, el 67% de los hijos de las capas acomodadas de la pequeña burguesía acceden a la educación superior, frente a un 36% de los hijos de pequeños propietarios y del proletariado.

En el resto de las localidades se mantiene la diferencia entre unos y otros, pero la proporción que asiste es mucho menor y oscila entre un 25% y un 31%. En el conurbano esa proporción se ubica en un 29%.

Resultados y nuevas preguntas

Los resultados de este ejercicio muestran que efectivamente una parte considerable de la población que asiste a la educación superior tiene rasgos de extracción popular. Esta situación es la que da asiento a la imagen de su creciente acceso. Sin embargo, y aunque con variaciones, esta presencia parece registrarse no sólo en el conurbano bonaerense, sino a lo largo de todo el sistema de educación superior.

Aunque no contamos con datos históricos comparables para analizar la evolución de esta presencia en el largo plazo, otros elementos permitirían pensar en un acceso creciente. Entre dichos elementos, hemos señalado la ampliación gradual del acceso a la educación superior y la ínfima porción de población que accedía hace sólo medio siglo, la cual coincide con la tradicional asociación, presente en todos los estudios sobre estructura social argentina, entre profesionales e intelectuales formados en la educación superior con las capas acomodadas o superiores de la pequeña burguesía o de la clase media.

Todo lo anterior no obsta en la necesidad de continuar avanzando en un análisis histórico, particularmente debido a las limitaciones ya reseñadas sobre la falta de información sobre el origen social de quienes no ocupan la posición de hijos en sus hogares actuales. De todas formas, aun si asumiéramos que el momento actual es el de mayor presencia popular, no podemos obviar que, cuando enfocamos el conjunto de la sociedad, estos grupos que logran acceder representan sólo una reducida parte de la masa del pueblo. Sin embargo, precisamente debido a su mayor peso absoluto dentro de la estructura social, aun esta pequeña porción alcanza a representar un grupo sumamente significativo al interior de los asistentes.

Por ende, en términos del problema teórico planteado sobre la forma de articulación entre educación y estructura social, podemos afirmar en una primera aproximación que el nivel de enseñanza superior en su conjunto parece conservar un carácter claramente selectivo, aun cuando una parte importante de la masa de pueblo logre acceder a ella.

A esto hay que agregar que la presencia de estas capas de extracción popular no debe ser confundida con su permanencia constante a lo largo de sus respectivas carreras (hemos visto que su proporción disminuye en los años superiores). Tampoco supone necesariamente su egreso de la educación superior32 ni su posterior inserción efectiva en funciones intelectuales33.

¿Significa esto entonces que no ha habido cambios sustanciales en la forma de articulación entre estructura social y educación superior?, ¿se debe considerar entonces que la presencia popular expresa aún alguna forma de “ascenso social” de aquellas capas populares que acceden?, ¿o dicha democratización no es contradictoria de todas formas con un proceso de degradación de la posición social de las capas con funciones intelectuales tradicionalmente asociadas a la pequeña burguesía?

 
Notas

1 En Argentina, el nivel de enseñanza superior se divide en dos grandes subsistemas: universitario y no universitario (o terciario). La educación universitaria tiene por finalidad la capacitación científica y profesional específica en distintas carreras, mientras que las funciones básicas de la enseñanza no universitaria son la formación y capacitación para el ejercicio de la docencia en los niveles no universitarios del sistema educativo y la formación superior de carácter instrumental en las áreas humanísticas, sociales, técnico-profesionales y artísticas. Desde 1995 hasta la actualidad, ambos subsistemas se rigen por la Ley de Educación Superior (N° 24.521).

2 Y también en los niveles de enseñanza obligatorios previos, a los cuales hemos intentando una aproximación en Donaire (en prensa).

3 Un breve repaso por los estudios de referencia más importantes (Germani, 1987; Torrado, 1994; Iñigo Carrera, 1989; Jorrat, 2000; Sautú, 2007) muestra que, más allá de las especificidades, en todas ellos los profesionales, docentes y otros tipos de intelectuales son categorizados como parte de una clase social (clase media, pequeña burguesía, estrato no manual, clase intermedia) diferente a aquella donde se ubica el grueso de los trabajadores asalariados (clases populares, clase obrera, proletariado y semiproletariado, estrato manual, clase trabajadora). Sólo en un análisis encontramos una advertencia con respecto a la caracterización de parte de estos grupos como “proletaroides” (Germani, 1987, 203/4) y en otro una referencia a un posible proceso de “proletarización” (Iñigo Carrera y Podestá, 1989, 22 y 30).

4 Para una comparación de categorías utilizadas en el caso argentino, en el chileno y en el brasilero, ver Boccardo Bosoni (2012).

5 Aunque con distintas denominaciones, tanto quienes abrevan en Goldthorpe (1995) como en Bourdieu (1998) tienden a englobar estos grupos en un conjunto diferente que al grueso de la masa trabajadora y a asimilarlo como parte de las capas medias.

6 Aunque con diversos grados y matices, el creciente proceso de masificación de la educación superior parece ser un fenómeno mundial (Ezcurra, 2011). En América Latina, ha dado lugar a un campo de estudios relativos a la denominada “inclusión social” en ese nivel de enseñanza, que, entre otras cuestiones, intenta analizar los alcances y las limitaciones de dicho proceso en términos del acceso de la población según diversos factores relativos a sexo, a religión, a etnia, a raza, a región geográfica, a discapacidad, a condición socio-económica, etc. (ver, entre otros, Fernández Lamarra y Costa de Paula, 2011, y Teodoro y Beltrán, 2014).

7 De todos formas, en la lectura de estos datos censales publicados debe considerarse que no discriminan entre la asistencia a los distintos niveles de enseñanza y, por eso, incluyen población joven y adulta que aún cursa los estudios primarios y secundarios y, por ende, no refieren exclusivamente a cursantes de educación superior (Instituto Nacional de Estadística y Censos, 2012).

8 Se decide utilizar esta fuente y no el censo mismo, en parte, porque este último no relevó algunas características educativas de la población pertinentes a este ejercicio y, porque al momento de escribir estas líneas, no se encuentra aún disponible la información necesaria para la construcción de los indicadores aquí utilizados para aproximarnos a la extracción popular de la población. De todas formas, eventualmente los datos correspondientes a 2010 podrán ser comparados con la información censal de dicho año, cuando esta se encuentre disponible.

9 Con algunas modificaciones, seguimos aquí el uso de la técnica planteado por Sourrouille (2010). Agradecemos a la autora sus sugerencias con respecto a la aplicación del método.

10 Las referencias sobre la EAHU fueron tomadas de los documentos técnicos elaborados por el INDEC (2011a y 2011b). Dichos informes no detallan diferencias en la cobertura geográfica, en el tamaño de las muestras u otras procedentes de problemas surgidos en el relevamiento.

11 Existe una porción de la población que tiene diecisiete años y asiste a la educación superior pero es ínfima: sólo un 0,3% de los asistentes a ese nivel de enseñanza.

12 La Ley de Educación Nacional (Nro. 26.206/06) fija la obligatoriedad escolar desde los cinco años hasta la finalización de la secundaria.

13 Existen modalidades del nivel secundario en las que la cursada llega hasta los dieciocho años. Por eso, una parte de la población entre dieciocho y veinticuatro años que se encuentra asistiendo a un nivel educativo previo al superior, se encuentra cursando el nivel secundario (13,1%). En dicha proporción, entonces, se incluyen no sólo cursantes de educación de adultos sino también adolescentes concluyendo el nivel secundario común.

14 Dada la diversidad en la duración de las carreras, existe una parte de la población de hasta veinticuatro años que ya concluyó sus estudios terciarios (1,8%) o universitarios (0,7%) antes de cumplir esa edad.

15 En contraste, entre los mayores de veinticuatro años, sólo un 12% ocupa el lugar de hijos en su hogar.

16 Dado que su cursada supone como requisito previo la conclusión de una carrera universitaria y, por ende, se corresponde a un rango etario distinto de referencia, se optó por no incluirlos en el análisis. De todas formas, los cursantes de posgrado representan sólo un 1,9% de los asistentes al nivel superior, con lo cual su exclusión no afecta significativamente los resultados de conjunto.

17 Nuestra estimación excede a la del censo de población del año 2010, en el que los asistentes son poco menos de 1,7 millones. Dicha sobreestimación no resulta de la unificación de muestras, sino que ya está presente en las estimaciones de 2010 y de 2012, consideradas en forma independiente. La proporción en que esta población se distribuye entre la educación terciaria y la universitaria es, sin embargo, similar en todas las fuentes. Además de las variaciones propias del error muestral, una parte de la diferencia puede corresponder a la fecha en que fueron tomados los datos: entre julio y septiembre en el caso de la encuesta y a fines de octubre en el caso del censo. En buena parte de las carreras de educación superior, la cursada está organizada en dos cuatrimestres anuales, por lo que el dato tomado al momento de la encuesta es más cercano a la inscripción e inicio lectivo de un cuatrimestre, y el dato del censo, al fin de la cursada, momento en el cual podría estar incidiendo un mayor abandono. Finalmente, no habría que descartar posibles diferencias debidas a variaciones en la población que cumple años entre los dos momentos de relevamiento, especialmente la ubicada en los límites del rango etario considerado.

A las mismas razones señaladas puede corresponder los menores porcentajes de población que asiste al nivel superior registrados por el censo de población, especialmente entre la población de dieciocho a veinticuatro años (22,4% según el censo frente a 27,8% en la encuesta) y entre los hijos de esa edad (25,5% frente a 28,8%). Las variaciones son, sin embargo, muy leves entre el conjunto de la población urbana (7,0% frente a 7,5%).

18 Cuando hablamos de “estudiantes”, nos referimos a quienes se dedican al estudio en forma exclusiva. Con el objetivo de evitar confusiones, intentamos respetar la terminología utilizada en la estadística oficial, la cual diferencia entre los conceptos de “asistente” (población que cursa en el sistema educativo, sin importar si se encuentra ocupada, desocupada o inactiva) y el de “estudiante” (población que no trabaja ni busca trabajo y cuya actividad principal es el estudio).

19 Nos hemos dedicado al estudio de estos procesos tomando como referencia el caso específico de los docentes en Donaire (2012).

20 Por eso, nuestra aproximación difiere de la frecuentemente utilizada en otros estudios sobre acceso al nivel superior, en los que predomina el análisis según estratos delimitados a partir del ingreso familiar o del nivel educativo de uno o ambos padres. El abordaje a partir del ingreso tiende a adjudicar el carácter de “ricos” al quintil superior y de “clases medias” a los que les siguen en orden, distinguiéndolos de los “pobres”; es decir, el quintil más bajo. Aunque, en algunos casos, esta distinción ha sido utilizada para intentar señalar que los principales beneficiarios de la educación superior serían la “clase media alta” y la “clase media” (Delfino, 2004), es necesario ser cautelosos respecto de que los montos de ingresos no necesariamente permiten dar cuenta en forma mecánica de los diferentes grupos o clases sociales. Esto tal vez se hace más evidente si consideramos que en la Argentina más del 70% de la población habita en hogares con ingresos familiares inferiores a la media de ingresos de los obreros de calificación operativa de grandes empresas (Donaire, 2015). Por ende, esos estratos que por sus ingresos son considerados de “clase media” encubren en realidad una buena parte de familias obreras y de pequeños propietarios pobres. Por su parte, la aproximación según niveles educativos de los progenitores ha permitido dar cuenta de la incidencia que tiene el carácter de “primera generación” en llegar a la educación superior, especialmente en términos de la exposición implícita a mecanismos de exclusión basados en la carencia de “saberes” que las relaciones dominantes en las instituciones superiores dan por supuestos. Sin embargo, en términos de estructura social corre el riesgo de dar un respuesta tautológica (acceden con mayor facilidad a la educación superior los hijos de egresados de ese mismo nivel, ¿pero a qué clases pertenecen esos egresados?) y poco precisa en el contexto de un proceso que se caracteriza justamente como de masificación del acceso a determinados niveles educativos (Donaire, en prensa). Para una definición más detallada de las categorías conceptuales, sus indicadores y algunas de las limitaciones en la operacionalización a partir de la fuente aquí utilizada, remitimos a nuestros trabajos previos ya citados.

21 Recordemos que el 63% de los asistentes tienen menos de veinticinco años y, que entre ellos, sólo una tercera parte declara otra ocupación además del estudio.

22 Más aún, si tenemos en cuenta que una parte de los asistentes no parece estar compelido por el hecho de ocupar la posición de sostén de sus hogares. Sólo un 28% de los asistentes son o bien jefes o bien cónyuges del jefe de hogar. El grueso (60%) son hijos/hijastros, porción que se amplía a un 64% considerando posiciones asimilables, como nietos y yernos/nueras.

23 Por ejemplo, un estudio de caso sobre ingresantes en la Universidad Nacional de General Sarmiento señala que los proporciones de ocupados son mayores entre aquellos de nivel socioeconómico medio (más del 70%, casi la mitad como asalariados) que entre los provenientes de estratos bajos, en los que no superan la mitad de los casos y más del 40% se encuentra desocupado (Gluz, 2011).

24 De todas formas, aun suponiendo lo contrario, es decir, aunque todos los jefes de hogar estudiantes fueran de extracción popular, sólo representan un 6,8% del total de asistentes al nivel superior.

25 Aun así, estos jefes de hogar mayores de veinticuatro años representan poco más de una décima parte de los asistentes a la educación superior.

26 Distinguiendo según el año de relevamiento, esta participación aumenta entre 2010 y 2012 desde un 46,5% a 48,6% para el conjunto de la población asistente y del 52,1% al 55,2% entre los asistentes hijos de dieciocho a veinticuatro años de edad.

27 No sólo por problemas muestrales sino también porque no habría que descartar posibles interferencias debidas a diferencias en los criterios implícitos en la declaración de los encuestados para definir la cantidad de años aprobados, especialmente en los regímenes en los que la aprobación es por asignaturas (algunas cuatrimestrales) y no por año de estudio.

28 Además de otras universidades también relativamente recientes en términos históricos —la de Quilmes y de La Matanza (1989), de San Martín (1992), de General Sarmiento (1993), de Tres de Febrero y de Lanús (creadas en 1995)—, las cuales conviven a su vez con la Universidad de Lomas de Zamora (1972) y varios centros dependientes de la Universidad de Buenos Aires (en Avellaneda, San Isidro, San Miguel, Moreno y Tigre).

29 En la Ciudad de Buenos Aires existe también el Instituto Universitario Nacional de Artes (creado en 1996) y cuya denominación cambió a Universidad Nacional de las Artes en 2014.

30 Además debería considerarse la diferencia antes mencionada entre la localidad de domicilio de la población residente y la del asiento del establecimiento superior, que no necesariamente coinciden. De hecho, por ejemplo, parte de la población del conurbano concurre a establecimientos en la Ciudad de Buenos Aires.

31 Entre 2010 y 2012 esta participación disminuye levemente para todas las categorías. Entre las capas acomodadas de la pequeña burguesía pasa del 54,8% al 53% y, entre las de extracción popular, del 27,0% al 25,3%. En el conjunto de los hijos de dieciocho a veinticuatro años baja de un 32,3% a un 30,1%.

32 Caracterización extensible al conjunto de los cursantes de este nivel de enseñanza. Por caso, en la educación universitaria, la relación entre egresados y estudiantes en el año 2010 fue del 5,8% y de un 24% en relación con los nuevos inscriptos. Y en la educación superior no universitaria, la relación entre egresados y matriculados fue de 11,7% y sobre los ingresantes a primer año, 27,9%.

33 Según la misma fuente utilizada en este trabajo, dentro del total de la población urbana económicamente activa egresada del nivel superior, un 39,7% de quienes tenían título terciario y un 21,6% de los diplomados universitarios no se encontraban ocupados en tareas que requirieran conocimientos teóricos (es decir, ni profesionales ni técnicas), sino en ocupaciones de calificación operativa o no calificada o, aunque minoritariamente, desocupados. Hemos conceptualizado esta población como parte de una “masa de reserva para las funciones intelectuales” (ver Donaire, 2006).

 
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Recibido: 01/05/2015
Aceptado: 13/07/2015
Publicado: 18/12/2015

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