Cuestiones de Sociología, nº 13, 2015. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Sociología

 

ARTICULO/ARTICLE

 

Ambivalencias del trabajo de los jóvenes. Un análisis de las experiencias de empleados de empresas de supermercados (2001-2013)

 

Julieta Longo

CEIL-CONICET / UNLP
longojulieta@gmail.com
Argentina

 

Cita sugerida: Longo, J. (2015). Ambivalencias del trabajo de los jóvenes. Un análisis de las experiencias de empleados de empresas de supermercados (2001-2013). Cuestiones de Sociología, (13). Recuperado de: http://www.cuestionessociologia.fahce.unlp.edu.ar/article/view/CSn13a04

 

Resumen
En la última década numerosos cambios modificaron el mundo del trabajo, y transformaron tanto los indicadores principales de empleo como también las características de las organizaciones sindicales. El artículo reflexiona acerca de las ambivalencias del trabajo de jóvenes que hicieron sus primeras experiencias en el mercado laboral luego de la crisis del 2001 y que actualmente trabajan en una empresa multinacional de supermercados. A partir de una estrategia metodológica cualitativa, basada en la realización de entrevistas en profundidad, el artículo sugiere que algunas de las contradicciones del modelo de la post-convertibilidad se agudizan en estos espacios laborales, lo que torna ambivalente la relación de los jóvenes con el trabajo. Particularmente, si bien para ellos el trabajo en el supermercado constituyó su primer empleo estable, lo consideran al mismo tiempo un “trabajo temporal” o “de paso”.

Palabras clave: Experiencias; Trabajo temporal; Jóvenes; Post-convertibilidad; Supermercados.

 

Labor ambivalences of young workers. Analysis of employees' experiences insupermarkets (2001-2013)

 

Abstract
In the last decade many change smodified the world of labor. This changes transformed employment as well as characteristics of trade unions. In this context, the present article think about the ambivalences of young workers who made their first experiences in the labor market after 2001 crisis, who currently are working in a multinational supermarket. The articles suggests that contradictions of post-convertibility model are polarized in these workplaces, and become ambivalent the relationship between young people and labor. Essentially, even if this currently job is their first “steady job”, they consider it as a “temporary job”.

Keywords: Experience; Young; Post-convertibility; Supermarkets.

Introducción

La crisis del 2001, primero, y la devaluación cambiaria después, modificaron las características del mundo del trabajo en nuestro país. El crecimiento económico durante la última década se combinó con la recuperación del sector industrial y la recomposición del trabajo asalariado a partir de la creación de aproximadamente cuatro millones de puestos laborales. Dicha recomposición material de la clase trabajadora se vio acompañada, además, por una suerte de recomposición subjetiva y política, a partir del retorno de las organizaciones sindicales a la escena de la conflictividad, la existencia de elementos de revitalización en las bases y el aumento de la politización tanto en los espacios laborales como fuera de ellos.

Sin embargo, estas transformaciones no sucedieron de manera homogénea al interior del mundo del trabajo. Las políticas de precarización laboral y fragmentación del movimiento obrero, que atravesaron a los trabajadores durante los años ’90, aún muestran sus consecuencias. De esta manera, la post-convertibilidad presenta un escenario complejo, con muchas rupturas y algunas continuidades con respecto a los años neoliberales (Svampa, 2011), que no ocurren de la misma manera en las distintas fracciones de la clase trabajadora y en los diversos espacios laborales. Esto se observa al analizar el caso de las empresas de supermercados, las que constituyeron uno de los ejemplos paradigmáticos de las políticas de flexibilización del empleo, precarización del trabajo y concentración empresarial que primaron durante la década de 1990.

En este marco, surge el siguiente interrogante: ¿de qué manera se experimentaron estos cambios en espacios laborales que fueron paradigmáticos de las políticas de precarización durante el neoliberalismo? Con esta pregunta como disparador inicial el presente artículo se propone reflexionar acerca de las experiencias del trabajo de jóvenes que hicieron sus primeras experiencias en el mercado laboral luego de la crisis del 2001, y que actualmente trabajan en una gran empresa multinacional de supermercados. Para ello, se toman en consideración las vivencias de dieciocho jóvenes trabajadores y trabajadoras de dos sucursales de una empresa de supermercados francesa, una de ellas ubicada en la Ciudad de La Plata y otra en la Ciudad de Buenos Aires. Una característica singular de los espacios laborales analizados es que en los últimos años no existieron grandes conflictos abiertos llevados adelante por los delegados de la sucursal, ni procesos de organización que involucraran al conjunto de los trabajadores. Esta singularidad, no es sin embargo una excepcionalidad en el sector: en el período 2006-2013 sólo el 1,9% de los conflictos laborales con paro se desarrollaron en comercio1.

En términos teóricos, el artículo propone reflexionar en torno al concepto de experiencia, el cual permite vincular la manera en que se vivenciaron las transformaciones pos-2001 con las particularidades de las prácticas laborales en estas grandes empresas multinacionales.

La principal conclusión que se plantea en el artículo es que las contradicciones presentes en el modelo de la post-convertibilidad tienden a polarizarse en estos espacios laborales, lo que torna ambivalente la relación de los jóvenes con el trabajo. Particularmente, si bien para los jóvenes el trabajo en el supermercado constituyó su primer empleo estable, lo consideran al mismo tiempo un “trabajo temporal” o “de paso”. Dicha ambivalencia se comprende si ponemos en relación el contexto de época en el cual los trabajadores hicieron sus primeras experiencias en el mercado de trabajo, las mediaciones propias del espacio laboral, y la existencia de transmisiones de diferentes ideas acerca de qué debe ser el trabajo. En este sentido, se argumenta en el artículo, la noción de experiencia aporta nuevos interrogantes para pensar el vínculo entre las generaciones, el espacio de trabajo y el contexto económico y social, de manera de complejizar los sentidos asociados al trabajo de los jóvenes.

1. Un nuevo clima de época (2001-2013)

La crisis económica, social y política del año 2001 fue uno de los momentos de inflexión más profundos de las últimas cuatro décadas en la Argentina, y se convirtió en un acontecimiento que marcó la historia nacional como también las experiencias de los hombres y mujeres de nuestro país.

Si bien “la crisis” encuentra en las jornadas del 19 y 20 de diciembre el hito de las movilizaciones en las calles, éstas continuarían al menos en los dos años siguientes, cuando las distintas alternativas políticas y económicas no podían reconstruir una salida a la gran crisis institucional que estaba atravesando el país.

Dos hechos que se sucedieron durante el breve gobierno de Eduardo Duhalde (2002-2003) terminaron de marcar el ocaso de una época. El primero fue el fin de la política cambiaria de convertibilidad fija y el inicio de una “política económica basada en la devaluación del peso y el intervencionismo del Estado en la economía” (Godio, 2003: 32). El segundo fue el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, dos militantes sociales, durante una protesta en el Puente Pueyrredón. Ambos hechos influyeron, aunque en términos contrapuestos, en las principales características de los posteriores gobiernos kirchneristas: el crecimiento del empleo a partir de la instauración de un escenario “competitivo” para la producción nacional de bienes y el fin de la represión como mecanismo privilegiado para disolver la protesta social (Svampa y Mateos, 2014).

Sobre la base de la devaluación, la recuperación económica a partir del año 2003 revirtió la lógica del modelo neoliberal, y generó también importantes cambios en la estructura del empleo y en la situación objetiva de los trabajadores. El descenso de los salarios, las bajas tasas de interés, junto con la existencia de elevados niveles de capacidad ociosa, fueron los elementos que hicieron que el impulso del crecimiento económico se desplazara de la valorización financiera hacia los sectores productores de bienes (Beccaria y Groisman, 2008; Azpiazu y Schorr, 2010). En este contexto, se crearon aproximadamente cuatro millones de puestos de trabajo, y la desocupación, según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares, disminuyó del 20,4% en el primer trimestre del año 2003 al 7,9% en el mismo período del año 2013 (INDEC, 2015). Estas transformaciones no implicaron sin embargo una disminución profunda de la precariedad y la flexibilidad del mercado laboral heredadas de los años neoliberales. El empleo informal, si bien disminuyó en los últimos diez años, se ubicaba en el primer trimestre del año 2013 en cifras similares a las del año 1992 (32%), afectando a 4,5 millones de trabajadores (MTEySS, 2013). El empleo eventual, por su parte, se duplicó entre el año 2003 y el año 2011 y aproximadamente 200.000 trabajadores por año fueron contratados por empresas de trabajo eventual (Trajtemberg y Varela, 2015). Finalmente, existen importantes debates acerca de la magnitud del crecimiento de los salarios reales, así como de la existencia de un aumento de la productividad y de la intensidad del trabajo (Varesi, 2010).

En este contexto el trabajo no sólo se recuperó en términos objetivos sino que se convirtió en un elemento clave en la reorganización del sistema institucional. Este “vuelco” hacia el trabajo supuso también la reconfiguración de las alianzas del gobierno nacional con las organizaciones sindicales (Etchemendy, 2011). Ello lleva a un segundo conjunto de cambios que tuvieron lugar en la post-convertibilidad. Es parte del consenso académico afirmar la existencia de un resurgimiento de las organizaciones sindicales a partir del año 2003. Este resurgir es graficado a través del crecimiento de tres indicadores clásicos: de la conflictividad laboral, de las negociaciones colectivas y de la tasa de afiliación sindical (Etchemendy y Collier, 2008). Es importante destacar, tal como muchos estudios han argumentado, la existencia de algunas características novedosas en las formas de organización gremial. En este sentido, el lugar protagónico que asumió el espacio de trabajo (Lenguita, 2011) y la existencia de una renovación generacional en la militancia sindical (Varela, 2015) podrían señalar algunos síntomas de revitalización, en el marco de la recomposición de las organizaciones sindicales. Concretamente, los conflictos laborales en el lugar de trabajo aumentaron de forma constante desde el año 2004. Según los datos del Ministerio de Trabajo de la Nación en el primer semestre del año 2012 representaban el 82% de los conflictos laborales con paro (Spaltenberg, 2013). Además, muchos de estos conflictos fueron dirigidos por nuevos delegados sindicales. Algunas veces, estos procesos de renovación se desarrollaron “desde arriba hacia abajo” (Senén González y Del Bono, 2013) con el objetivo de relegitimar a las dirigencias sindicales, y otras veces surgieron “desde abajo” con independencia de la dirigencia sindical, e incluso en ocasiones se posicionaron abiertamente en contra de ella.

Es necesario señalar un tercer elemento para terminar de dar cuenta del cambio en el clima de época que significó la post-convertibilidad: el aumento de la politización y el surgimiento de lo que algunos autores denominan “una nueva generación militante”. La politización es quizás la herencia más manifiesta de la crisis del 2001, y es recuperada en este sentido tanto por estudios que plantean una continuidad entre ella y los gobiernos kirchneristas como por quienes señalan la existencia de una desviación o ruptura (Svampa, 2011; Varela, 2015). En cierto sentido, los elementos que se describieron al inicio de este apartado continuaron presentes y se hicieron visibles también en los espacios de trabajo. Pero aquí es necesario introducir también un segundo elemento, y es que a partir de la asunción de Néstor Kirchner, y a diferencia de los ’90, la política y particularmente la militancia volvió a ser celebrada desde las propias instituciones estatales (Natalucci y Pérez, 2012). Este elemento significó una profunda inflexión con respecto al discurso individualizante, anti-militante y anti-estatal de los ’90.

En resumen, luego de la eclosión con la crisis del año 2001, se sucedieron tres cambios fundamentales para comprender el clima de época a la vez complejo y rico de la última década: (a) el crecimiento económico y la recuperación de los puestos de trabajo, (b) la recomposición de las organizaciones sindicales y la existencia de elementos de revitalización en las bases y, finalmente, (c) el aumento de la politización tanto en los espacios laborales como fuera de ellos.

2. Del “clima de época” a las vivencias y sentidos: el concepto de experiencia como mediación

“El concepto de experiencia significa precisamente que las “estructuras
objetivas” hacen algo a la vida de las personas, y que por eso es que, por
ejemplo, tenemos clases y no sólo relaciones de producción (…) La tarea de
los historiadores y sociólogos es explorar qué es lo que estas “estructuras”
hacen a la vida de las personas, cómo lo hacen y que es lo que las personas
hacen acerca de ello; o, como diría Thompson, cómo las presiones
determinantes de los procesos sociales son experimentadas y manejadas por
las personas” (Meiskins Wood, 1983: 23-24)

En este apartado se señalarán los elementos analíticos que nos permiten comprender cómo el clima de época descripto en el apartado anterior fue experimentado por jóvenes que trabajan en espacios laborales paradigmáticos de las políticas de precarización durante el neoliberalismo. La idea de que los cambios en las formas y los modos de vida modifican las maneras en que los hombres y las mujeres actúan y perciben el mundo social es ampliamente aceptada en las ciencias sociales. El problema que se presenta es evaluar de qué manera se producen estos vínculos entre las transformaciones materiales y los cambios en las ideas, las representaciones y las prácticas. El concepto de experiencia constituye una de las propuestas para analizar qué sucede en dicho espacio de mediación.

Las perspectivas que incorporaron la noción de experiencia buscaron construir un diálogo entre las determinaciones objetivas, las formas de legitimación social y las posibilidades de acción (no determinadas) de los hombres sobre el mundo. François Dubet publicó en la década del ’90 el libro Sociología de la experiencia [1994] (2010) con el objetivo de fundar una sociología de la experiencia social. El autor plantea que entre lo vivido y lo experimentado hay una actividad cognitiva, normativa y social de los hombres, y es precisamente esa actividad la que el sociólogo debe aprender a analizar para comprender los procesos sociales (Dubet, 2010). La experiencia no se reduce a las vivencias, ya que implica una construcción que opera con una independencia relativa de las condiciones objetivas.

En la obra de E. P. Thompson también se encuentra este vínculo, no determinado, entre las condiciones estructurales y las prácticas de los hombres y mujeres. Este concepto le permitió al autor analizar el proceso de formación de las clases como un proceso dinámico, que si bien parte de las determinaciones objetivas no se termina en él, y en el que los sujetos recobran su papel activo en el devenir histórico (Thompson, 1989). Al igual que en la conceptualización de Dubet, la experiencia es una vivencia pensada y sentida, es “la respuesta mental y emocional de los sujetos a los acontecimientos (…) La experiencia aparece como ‘lo objetivo pensado’” (Thompson, 1981: 19). Son las formas de conocimiento y de subjetividad más inmediatas (aunque por ello no menos válidas) de los sujetos. En los estudios de Thompson es posible reconocer dos dimensiones de la noción de experiencia. Primeramente se puede identificar una dimensión más cercana a los elementos estructurales, y en particular a las relaciones de producción, es decir a los modos en que los trabajadores realizan su actividad y sienten la explotación. En segundo lugar es posible distinguir una noción de experiencia más cercana a las luchas de los trabajadores. Asimismo, en el análisis que realiza Thompson es fundamental la idea de acumulación, ya que las vivencias de los hombres y las mujeres están atravesadas por las tradiciones, noción a través de la que recupera la idea de los elementos transmitidos en la conformación de las experiencias2.

¿Cuál es la diferencia, entonces, entre la manera de comprender la noción de experiencia de Thompson y la de Dubet? Más allá de los abordajes disciplinares específicos, interesa señalar aquí dos importantes diferencias analíticas. En primer lugar, existe una diferencia acerca de qué es lo que constituye la experiencia. Si para Dubet la experiencia es un concepto de los individuos y los grupos, necesario para construirse como sujetos, para Thompson la experiencia es un concepto que se reconstruye en el análisis de clases sociales, y que nos permite comprender el proceso de formación de las clases. En segundo lugar, para Dubet la experiencia se construye alrededor de normas sociales, mientras que para Thompson es fundamental el lugar del conflicto en las relaciones de producción.

El artículo se detiene en el análisis de las experiencias del trabajo (es decir, las experiencias más cercanas a las relaciones de producción, siguiendo la propuesta de Thompson), dentro de las cuales se diferencian dos elementos. En primer lugar, se presentará el análisis de las trayectorias laborales y vivencias del trabajo, a partir de lo cual se describe cómo es el trabajo para los jóvenes. En segundo lugar, se analizan los elementos a partir de los cuales los jóvenes ponderan su trabajo; concretamente, se estudia cómo las experiencias transmitidas por las generaciones anteriores y los cambios en el contexto social, económico y político de la post-convertibilidad influyen en las percepciones de los jóvenes. Se señala, entonces, que estas experiencias (transmitidas o mediatizadas) tensionan las vivencias de los jóvenes a partir de la incorporación de cómo debe ser el trabajo. En suma, las experiencias del trabajo se construyen en esta trama compleja entre lo que el trabajo es y lo que debe ser, y a partir de allí es posible analizar sus cuestionamientos, satisfacciones y también ambivalencias.

El concepto de experiencia en la sociología del trabajo

Interesa señalar brevemente la existencia de estudios que en los últimos años recuperaron el concepto de experiencia desde la sociología laboral (Bouffartigue, 2012; Cingolani, 2004; Diana Menéndez, 2009). La importancia de la recuperación de este concepto se explica porque, en el contexto de los cambios en el mundo laboral, los elementos que permiten a los trabajadores enfrentarse y cuestionar sus condiciones de trabajo actuales se sitúan por fuera del espacio laboral.

Las experiencias de los trabajadores no son “experiencias de precariedad” sino que la posibilidad de resistir a los cambios regresivos que se suceden en las diversas empresas y sectores provienen de la transmisión intergeneracional de saberes y prácticas (Bouffartigue, 2012), de la participación en organizaciones sindicales y políticas por fuera del espacio laboral, de los lazos que se establecen en el barrio (Benquet, 2010), de las redes de solidaridad nacionales y de la configuración de alteridades que se trasponen en el espacio de trabajo (Cingolani, 2004). La incorporación de esta noción les permite a los autores comprender los límites, resistencias y tensiones que existen ante el proceso de precarización del trabajo, al incorporar dimensiones históricas y procesuales por un lado y de la subjetividad de los trabajadores por otro.

3. Ambivalencias del trabajo: un empleo registrado y estable, pero temporal

El análisis que se presenta a continuación se desarrolló sobre la base del trabajo de campo que se llevó a cabo entre el año 2008 y el 2014, en el marco de la realización de mi tesis de doctorado (Longo, 2014).

Como parte de dicho trabajo de campo, se realizaron entrevistas en profundidad en dos sucursales de una empresa de supermercados francesa. La primera sucursal es un hipermercado, ubicado en las afueras de La Plata, que cuenta aproximadamente con 450 trabajadores. La segunda es un supermercado ubicado en la Ciudad de Buenos Aires, que emplea aproximadamente a 100 trabajadores. Ambas sucursales pertenecen a la principal empresa de supermercados de Argentina, que llegó a nuestro país en el año 1981, y actualmente cuenta con 570 sucursales y más de 20.000 trabajadores. El análisis que se presenta a continuación surge del estudio de dieciocho entrevistas en profundidad a trabajadores no jerárquicos (11 varones y 7 mujeres) que tuvieron sus primeras experiencias en el mercado laboral a partir del año 2001. Los entrevistados tenían al momento de la entrevista entre 19 y 33 años. La selección de los entrevistados se realizó a partir del muestreo intencional (o teórico) (Glaser y Strauss, 1967). Se tuvo en cuenta para ello recoger distintas vivencias laborales y percepciones acerca del trabajo y el conflicto3.

3.1. Cómo es el trabajo: trayectorias y vivencias laborales
Las trayectorias laborales: los puntos en común entre los jóvenes

Los jóvenes entrevistados ingresaron al mercado laboral en el contexto descripto en el apartado 1 del artículo. En ese clima de época construyeron sus primeras experiencias del trabajo. Algunos, los de mayor antigüedad, llegaron a vivir los años de crisis en el mercado laboral. En sus narraciones están muy presentes las referencias al temor al desempleo:

(…) me llamaron en el peor momento, porque había pasado pleno 2001, y yo hacía seis meses que estaba sin laburo. Y se habían cortado los planes sociales. Y bueno, estaba rasguñando las paredes… Y me llaman un sábado a la mañana. ¡Y vos te imaginás! No tenía un mango partido al medio, estaba todo barbudo, y me dijeron “Presentate a tal hora y vení acá con el curriculum en la mano” (Héctor, 30 años, trabajador de recuentos. Septiembre 2009)

En el caso de los más jóvenes, por el contrario, la crisis aparece en sus narraciones sólo ocasionalmente y como un hecho histórico, transmitido pero no vivenciado. Su ingreso al mercado de trabajo fue paralelo al crecimiento económico y sus trayectorias laborales reflejan la abundancia del trabajo de los primeros años de los gobiernos kirchneristas. La mayoría trabajó en el sector servicios, en pequeñas empresas familiares o en casas particulares. Fueron mozos, vendedores, repartidores de deliverys, operadores de call centers, albañiles, trabajadores en pequeñas industrias familiares, repartidores de panfletos, promotores, trabajadores tercerizados, cuidaron niños y trabajaron en casas de familia. Todos sus empleos anteriores al ingreso en el supermercado fueron temporarios, con malas condiciones de trabajo, amplias jornadas laborales y bajos salarios.

Otra de las características que comparten es haber ingresado al mercado laboral por necesidad y en algún punto inesperadamente, al menos en relación con la planificación realizada. El nacimiento de un hijo, la enfermedad de un familiar o la necesidad de sumar un salario más al hogar son algunas de las razones que esbozan los jóvenes para explicar su ingreso en el mercado de trabajo. En este sentido, y contrariamente a lo que ocurre en otros subsectores de servicios, para los que se plantea que los jóvenes no dependen materialmente de su trabajo (Del Bono y Bulloni, 2008; Adamini, 2014), en este caso todos los trabajadores tienen que trabajar y su salario ocupa un lugar importante en los ingresos del hogar.

Trabajar en una gran empresa multinacional: el primer empleo “en blanco”

“Yo quería quedarme efectivo porque para mí obviamente, por
agencia no sabía, de un día para el otro te pueden sacar. En
cambio acá es diferente, tenés una antigüedad… o sea, podés
planificar cosas, sabiendo que tenés trabajo fijo ¿no? O sea
hacer planes, irte de vacaciones, comprarte algo, y bueno,
después la plata ¿no? para vivir…” (Carlos, 27 años, trabajador
de cajas. Junio 2011)

Si bien los primeros pasos en el mercado laboral de estos jóvenes fueron quizás inesperados y poco planificados, el trabajo en una empresa multinacional significó para ellos su primer empleo registrado; es decir, el acceso al mundo del trabajo formal. Esta diferencia fue advertida en las primeras entrevistas cuando, al preguntarles sobre sus trabajos anteriores, los jóvenes dudaban acerca de cuál había sido el comienzo de su trayectoria laboral. El trabajo en el supermercado había sido su primer “trabajo de verdad” frente a “trabajitos” por los que habían transitado desde muy jóvenes.

[¿Fue tu primer trabajo?] Sí, trabajo propiamente llamado, sí. Antes trabajaba en un cyber… un trabajito. Pero estuve un año y medio ahí (…) en negro, sin contrato, sin vacaciones, sin jubilación… (Franco, 24 años, trabajador del sector de electrodomésticos. Octubre 2008)

[Antes de entrar al supermercado] estaba trabajando en mantenimiento de predio, pero lo dejé porque no me querían poner en blanco, y yo quería algo en blanco. Y antes trabajé pero en cosas más chicas, más familiares… (Matías, 24 años, trabajador de envíos. Junio 2011. La cursiva es nuestra)

La forma en que los trabajadores narran sus experiencias en el hipermercado deben comprenderse, por lo tanto, a la luz de sus vivencias laborales previas. La comparación con sus empleos anteriores, como manera de ponderar y valorar su trabajo actual, aparece continuamente en sus relatos:

(…) o sea, no es justo tener que elegir el optativo del horario de noche, porque es el que más te conviene para no pagar una guardería… Pero no es justo porque uno tiene su vida… Igual no me quejo porque en el anterior trabajo salía a las 3 de la mañana (Ema, 23 años, trabajadora de cajas. Octubre 2008. La cursiva es nuestra)

Por otra parte, la valoración del trabajo actual se refuerza por la situación del mercado laboral. El trabajo no-registrado no sólo es la característica de sus trayectorias laborales pasadas sino que se convierte en una amenaza hacia el futuro, ya que los empleos que los jóvenes consideran posibles, en el caso de perder o abandonar su trabajo son más precarios y más inestables que el empleo actual.

[Ante la pregunta de si considera buscar otro trabajo] (…) para estar ocho horas metida en un local y ganar menos, no, no, tampoco me convence. Y de última, allá [en el hipermercado] estoy en blanco, sé cuánto voy a ganar más o menos… (Ana, 23 años, trabajadora de cajas. Septiembre 2009)

En un contexto de altos niveles de empleo informal y precario, tener un trabajo registrado con un sueldo mensual se convierte en algo valorado. La abundancia de trabajo, por lo tanto, se relaciona y contrasta en este punto con la calidad. Si bien existen muchos trabajos disponibles, no es tan fácil, al menos para los jóvenes entrevistados, encontrar un empleo registrado.

Otro elemento significativo es que la idea de la desocupación continúa apareciendo en los relatos de los trabajadores jóvenes, aunque de un modo particular. Como recuerdo propio, pero sobre todo como idea transmitida, la posibilidad de la desocupación es otro elemento que los lleva a valorar y cuidar su trabajo actual.

…no hay nada mejor que buscar trabajo teniendo trabajo. Porque si no después te quedás sin trabajo y ¡te querés matar! Y agarrás cualquier cosa. Querés salir y no tenés plata, querés comprarte la pilcha y no tenés plata. Es un garrón (…) y tenés un montón de cosas que antes no tenías y las tenés que mantener... (Ema, 24 años, trabajadora de cajas. Septiembre 2009)

En particular en este último relato surge la vivencia de la desocupación propia de la posconvertibilidad. Lejos de la desocupación estructural y la exclusión de los años de neoliberalismo, lo que aparece en los discursos de los trabajadores es la combinación de empleos precarios, breves momentos de desocupación y el regreso rápido al mercado laboral para sostener nuevos niveles de consumo. La desocupación no los margina del mercado laboral, sino que los obliga a “agarrar cualquier cosa”, aceptando condiciones laborales a las que en otras circunstancias se hubieran negado.

3.2. Cómo debe ser el trabajo: el distanciamiento y crítica del trabajo actual
Registrado, pero “de paso”: el trabajo actual en el contexto de la post-convertibilidad

“(…) yo a los 34 no quiero saber nada con esta empresa”
(Ema, 24 años, trabajadora de cajas. Septiembre 2009)

“[En relación con los descuentos por inasistencia] Y, si te
descuentan, te descuentan, si… mucho no vas a perder, ya con
lo que estás perdiendo acá” (Damián, 26 años, trabajador de
envíos. Junio 2011)

 

Luego de la valoración inicial del trabajo y del temor a perderlo, surgen entre los jóvenes ciertas ideas comunes a través de las cuales buscan distanciarse de su trabajo y en algunos casos cuestionarlo. Surge así una ambivalencia: el empleo registrado, y finalmente estable, no es más que un “trabajo de paso”. En este apartado se desarrollan tres elementos que nos permiten comprender dicha ambivalencia: (a) las condiciones de trabajo y la ausencia de perspectivas de carrera (b) la influencia del contexto de la post-convertibilidad y (c) la transmisión intergeneracional de experiencias del trabajo.

En relación con el primer punto, si bien los trabajadores valoran su trabajo actual en relación con los empleos previos, dicha valoración se invierte cuando comienzan a describir las tareas que realizan cotidianamente a lo largo de su jornada laboral. Aunque no se describirán aquí en profundidad las condiciones de trabajo4, interesa señalar cuatro características, a partir de las que se comprenden los cuestionamientos de los trabajadores:

  1. Una primera característica se relaciona con la monotonía de las tareas desarrolladas en los espacios comerciales, que causa que el “saber hacer” de los trabajadores se vea reducido a unas pocas y simples actividades, que como señalaba una trabajadora “cualquiera que tenga un mínimo sentido común puede hacer” (Ana, 22 años, trabajadora de cajas, octubre 2008). Son tareas que no requieren de calificaciones previas (la capacitación la realizan los propios compañeros de trabajo durante los primeros días) pero que tampoco ofrecen a los trabajadores calificaciones que sean valoradas en el mercado de trabajo (Benquet, 2010).

  2. En segundo lugar, las tareas monótonas y repetitivas se realizan con la presencia cotidiana no sólo de jefes y supervisores sino también de los clientes en el espacio de trabajo, ante quienes los trabajadores deben estar “siempre disponibles” y “fidelizar” a través de la buena atención. La “sonrisa” en condiciones de trabajo degradadas se vuelve degradante para los trabajadores, al implicar el ocultamiento permanente de su malestar en el trabajo.

  3. Las dos primeras características se combinan además con la falta de autonomía (y de control) de los trabajadores en sus tareas, elemento que les impide brindar una buena atención a los clientes (Longo, 2012).

  4. La última característica del trabajo en los supermercados se relaciona con la jornada laboral. Por un lado, muchos de los trabajadores (particularmente en los hipermercados y en el sector de cajas) tienen horario de trabajo y el franco rotativos. Por otro, la existencia de mayor demanda durante los horarios no-laborales hace que los empleados trabajen mayoritariamente en “horarios antisociales” (Gollac y Bodier, 2011), tan típicos de los empleos en los servicios, en los que se trabaja en momentos que para el conjunto de la sociedad corresponden al ocio.

Estas características de las condiciones laborales hacen que el trabajo actual no constituya “un empleo para toda la vida”. La rotación de la jornada laboral, el trabajo durante los fines de semana, la monotonía de las tareas, el estrés y la falta de reconocimiento por el trabajo se transforman en motivos de malestar e incluso sufrimiento, que se expresa rápidamente cuando los trabajadores tienen que relatar sus días en la empresa. Así se puede interpretar a partir de los siguientes fragmentos:

Porque… todos los días ir a cajas y estar sentada, pi, pi, pi [reproduce el sonido del escáner]. Llega un momento que estallás, y no querés saber nada con el trabajo” (Ema, 23 años, trabajadora de cajas. Septiembre 2009).

A veces te cansa la gente, te preguntan siempre lo mismo, las diferencias de precios… o se la agarran con vos, te dicen “¡Me escuchaste mal! Yo lo vi a $2”. Y yo no escuché mal: es el código, yo paso el código, yo no pongo los precios. (Julia, 33 años, trabajadora de cajas. Junio 2011)

(…) llevamos una vida completamente a trasmano de la sociedad. Cuando todo el mundo está descansando nosotros estamos laburando (Héctor, 30 años, trabajador de recuentos. Septiembre 2009).

Sin embargo, no son las condiciones de trabajo el principal motivo por el cual los trabajadores conciben su empleo como un “trabajo temporal”. La crítica a sus condiciones de trabajo se agudiza por una segunda característica: la imposibilidad de desarrollar una carrera laboral a partir de su puesto actual. En ese sentido, el trabajo en el supermercado no tiene un lugar planificado en las trayectorias de los jóvenes y tampoco se puede pensar a partir de él una carrera ascendente. Construye entonces una relación momentánea e instrumental: es un buen trabajo pero no para toda la vida.

(…) la mayoría está estudiando otra cosa, o haciendo otra cosa porque nadie se ve sobreviviendo toda su vida con un sueldo de 1.500 pesos, y evidentemente no hay muchas posibilidades de aumentarlo, así que... (…) [Entonces] la mayoría está buscando una alternativa. Hace poco un compañero se fue a trabajar a YPF, otros compañeros están buscando la alternativa de terminar una carrera, ya sea un terciario como el caso mío, y recibirte y poder hacer otra cosa… (Héctor, 30 años, trabajador de recuentos. Septiembre 2009).

El sentimiento de trabajo de paso que construyen los trabajadores con su empleo se relaciona también con la inexistencia de posibilidades de modificar esas condiciones en el trabajo actual. La angustia que se transmite en las entrevistas se relaciona precisamente con esta característica, que conlleva cierto inmovilismo para los trabajadores: son trabajos que no pueden dejar porque son valorados en el mercado laboral, pero que tienen condiciones laborales rutinarias, monótonas y estresantes, y que no “los llevan a ningún lado”: no tienen oportunidades de ascenso dentro de la empresa, ni tampoco obtienen de él una calificación que sea valorada en otro empleo.

Esta crítica se comprende contextualizada en el clima de época de la post-convertibilidad. Por un lado, porque la recuperación del trabajo en términos objetivos hace que los jóvenes puedan comenzar a pensar no sólo en acceder a un empleo sino también en sus condiciones laborales. La pérdida al miedo del desempleo, por lo tanto, viabiliza los distanciamientos y cuestionamientos hacia su trabajo actual. En segundo lugar, el deseo de “irse” de su trabajo se relaciona con las experiencias de la revitalización sindical y de la politización que (mediatizadas) aparecen en los relatos de los jóvenes trabajadores5. En distintas entrevistas aparece la posibilidad de lograr mejoras en el trabajo a través de la organización sindical. Por ejemplo, durante una de las entrevistas, un trabajador narraba que la existencia de paros en supermercados de otras regionales lo hacía reflexionar acerca de la posibilidad de realizar acciones colectivas en su sucursal: “(…) fue como una especie de efecto dominó. O sea, vos te enterás que en determinado lugar están haciendo algo distinto. Entonces vos decís ‘¿y por qué acá no?’” (Héctor, trabajador de recuentos. Septiembre 2009).

En el mismo sentido, una trabajadora recuperaba durante la entrevista el impacto que tuvo el conflicto de los trabajadores del subterráneo de la Ciudad de Buenos Aires entre los empleados del hipermercado donde trabajaba:

Me acuerdo del conflicto del subte en el 2005. Yo en ese momento trabajaba en el hipermercado, y se sentía un montón ese conflicto. Digamos, se había parado el techo salarial y se había podido conseguir mucha más plata con la organización de trabajadores. Y muchos compañeros míos decían “Sí, esa es la forma de hacer las cosas” (Paula, 29 años, ex repositora externa. Julio 2010)

Sin embargo, seguidamente a la recuperación de estas experiencias se señalan las dificultades presentes en el sector comercio para desarrollar este tipo de medidas. De esta manera, si bien las experiencias (mediatizadas) de la revitalización sindical influyen, los trabajadores destacan una y otra vez las dificultades para desarrollarlas en un espacio de trabajo donde “nunca hubo nada de nada… de lucha no, no… muy complicado…” (Oscar, 25 años, ex trabajador del sector de bazar. Octubre 2008).

Por todos estos elementos, la posibilidad de quedarse a trabajar en la empresa es considerada por los jóvenes como un “estancamiento”. Los trabajadores “viejos” no lo son en términos etarios sino que son aquellos trabajadores que se dieron por vencidos, y que llegaron a una edad en la cual los jóvenes consideran que no podrán conseguir otro trabajo. Por ello, cuando señalan que el actual es un “trabajo de paso”, a continuación enuncian el momento en que ya no quieren trabajar más allí: a los 34 años, el año que viene, dentro de cinco años. Hay así un tiempo de caducidad: “Yo no desmerezco el trabajo, pero ese trabajo ya no es para mí. Lo que yo quiero, ya no lo tengo ahí adentro” (Marcelo, 28 años, trabajador de recuentos. Septiembre 2009).

Transmisión intergeneracional de experiencias

Al preguntar a los jóvenes qué trabajo les gustaría tener, se encuentra una última causa importante para pensar la relación ambivalente que los trabajadores jóvenes establecen con su empleo. Los trabajos ideales de la mayoría de los jóvenes eran trabajos “tradicionales” con característica fordistas: trabajos estables, con buenos sueldos, con posibilidades de ascensos o crecimiento personal; y en algunos casos, los jóvenes señalaban que les gustaría también que tuviera alguna utilidad (social o personal) más clara que el trabajo actual. Los que vinculan el trabajo ideal con algún empleo concreto señalan que les gustaría trabajar en un banco, entrar en alguna gran industria, ser docentes, enfermeros o lograr ser trabajadores autónomos:

(…) trabajo como el de Astillero [Río Santiago] es como un “trabajo a futuro”, como pensar que podés estar mucho tiempo y cobrar bien… (Oscar, 25 años, ex trabajador de bazar. Octubre 2008)

[¿Qué trabajo te gustaría conseguir?] Y… algo mejor que esto, menos horas, un buen sueldo… (Matías, 24 años, trabajador de envíos. Junio 2011)

Algunos, incluso, en sus reflexiones señalaban explícitamente que valoran esas características de los empleos porque se asemejan a los trabajos que tuvieron sus padres.

(…) siempre me gustó tener una vida organizada, de un trabajo que me tenga que levantar temprano, vaya a trabajar, llegue a mi casa temprano. Siempre tuve ese ideal porque mi viejo trabajó siempre en Rentas, ahí en el Ministerio de Economía. (Ema, 23 años, trabajadora de cajas. Septiembre 2008. La cursiva es nuestra)

La valoración del trabajo actual se combina entonces con la intención de conseguir en algún momento un trabajo estable, imagen del “trabajo ideal” transmitida y proyectada sobre la base del empleo de las generaciones anteriores. Sin embargo, las experiencias transmitidas se contradicen con y distancian de su trabajo actual. Durante una de las entrevistas, un trabajador, ante la pregunta de qué significaba para él el trabajo, respondió:

Yo sé que no podría vivir sin hacer nada, de hecho vivir del ocio ¿no? como que parece que carece completamente de sentido. Pero no me veo trabajando… de hecho, no quiero trabajar de lo que no me gusta, porque yo no me siento realizado. O mismo en este trabajo, a mí no me cambia en lo más mínimo, no me beneficia en lo más mínimo (…) está en el uso que hago del trabajo, porque el trabajo en sí no te valoriza, el trabajo en sí no te dignifica (Marcelo, 28 años, trabajador de recuentos. Septiembre 2009)

Más adelante Marcelo, con orgullo, explica que su mamá fue siempre maestra, y luego de jubilarse trabajó en un hogar, y que su papá “trabajó siempre, todos los días, hasta el domingo” en su taller mecánico, y además en su tiempo libre era bombero voluntario. Se comprende entonces la ausencia de sentido que encuentra Marcelo en su empleo actual, sentido que sí puede reconstruir fácilmente cuando narra el trabajo de sus padres.

De esta manera, si bien los jóvenes conservan las ideas transmitidas por las generaciones anteriores en relación con el trabajo, las características de sus trayectorias contrastan con la de sus padres. Las trayectorias de los jóvenes, en este sentido, representan y son leídas en términos de quiebre con las trayectorias familiares. Quiebre que los trabajadores aún quieren modificar y por eso (muchas veces con numerosas dificultades) buscan combinar el empleo y los estudios, o desarrollar alternativas para “salir” de su trabajo actual. Por lo tanto, entre los trabajadores entrevistados de este sector, pueden establecerse tensiones más que rupturas en la transmisión intergeneracional. Los jóvenes recibieron de sus padres diversas ideas, normas y valores con respecto al trabajo, pero no pueden encontrar en su actividad laboral actual elementos que se asemejen a aquel trabajo “que dignifica”, o que al menos les permita progresar en la escala social.

Algunas conclusiones y nuevas preguntas

El objetivo del presente artículo fue analizar de qué manera se experimentaron los cambios que se sucedieron después de la crisis del 2001 en los espacios laborales que fueron paradigmáticos de las políticas de flexibilización laboral y precarización durante el neoliberalismo. Particularmente, el estudio se centró en el análisis de las experiencias de los jóvenes empleados de dos sucursales de una gran empresa de supermercados.

Se recuperan a continuación tres elementos que se desarrollaron a lo largo del artículo, y que son centrales en el análisis de las experiencias del trabajo.

En primer lugar, y tal como se desarrolló en el primer apartado, existen elementos sociales, políticos y económicos que nos permiten comprender el cambio en el clima de época de la posconvertibilidad. Sin embargo, luego analizamos cómo en algunos espacios de trabajo parece, por momentos, vivirse un “tiempo distinto”. Por ello, es importante poder captar las heterogeneidades que atraviesan el mundo del trabajo de la post-convertibilidad. Las ambivalencias que caracterizan las experiencias del trabajo de los jóvenes no se comprenden sin tener en cuenta la desaparición del desempleo como mecanismo de disciplinamiento, pero tampoco sin considerar a la precariedad que atraviesa a la mayoría de los empleos que los jóvenes consideran posibles en el mercado de trabajo.

En segundo lugar, las experiencias sobre el trabajo de los jóvenes se conforman no sólo a partir de las vivencias actuales sino en particular a través de la comparación con sus trayectorias laborales previas y del diálogo con las generaciones anteriores. En este sentido, se planteó que la noción de experiencia, aun de una manera acotada como la abordada en el presente artículo, permite tender dos puentes. Por un lado, entre el espacio de trabajo y los espacios no laborales, y por otro entre el tiempo de los jóvenes y las maneras en las que se recrean los tiempos de las generaciones anteriores. Estos vínculos son fundamentales a la hora de analizar los sentidos que los jóvenes construyen del empleo, y en particular sus críticas y ambivalencias.

En tercer lugar, y en estrecha vinculación con el punto anterior, se señaló que los elementos que permiten a los trabajadores posicionarse críticamente en relación a su empleo no provienen ni del espacio laboral actual, ni tampoco de sus vivencias en el mercado de trabajo, sino que se relacionan con las ideas transmitidas por las generaciones anteriores y el cambio del contexto de la post-convertibilidad. Estas ideas les permiten a los trabajadores establecer una idea del trabajo que funciona como “ideal crítico” de su situación actual.

Finalmente, en el artículo se abordaron en particular las experiencias sobre el trabajo, y se analizaron sólo de manera secundaria las experiencias del conflicto de los trabajadores. En este sentido, aún queda por desarrollar el interrogante acerca de por qué durante la post-convertibilidad algunos espacios laborales continúan siendo vivenciados como “lugares donde no se puede hacer nada”.

 

Notas

1 Los porcentajes corresponden al período 2006-2013 y surgen de los datos de la Base sobre conflictos laborales elaborada por la Subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales, Dirección de Estudios de Relaciones del Trabajo.

2 En otro artículo (Cambiasso y Longo, 2013) se profundizan ambas dimensiones de la noción de experiencia y su relación con la noción de tradición.

3A lo largo del trabajo de campo, se realizaron también entrevistas en profundidad a trabajadores jerárquicos, delegados y dirigentes sindicales. Asimismo, se relevaron y analizaron distintos documentos sindicales, empresariales, judiciales y periodísticos. A continuación se recuperan sólo algunas de estas entrevistas, que son las que permiten problematizar las experiencias de los jóvenes trabajadores.

4Se realizó un análisis detallado de las condiciones de trabajo en las empresas de supermercados en artículos anteriores (ver Longo, 2010, 2012).

5 En otro artículo se analizaron en profundidad las “experiencias del conflicto” de los trabajadores (Longo, 2015).

 
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Recibido: 22/06/2015
Aceptado: 01/10/2015
Publicado: 18/12/2015

 

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