Cuestiones de Sociología, nº 14, e002, 2016. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Sociología

 

Presentación

La teoría social Latinomericana hoy

 

En las carreras de sociología de nuestras universidades públicas suele haber escasa presencia de asignaturas consagradas al pensamiento y la teoría social latinoamericanos. Pese a que existe una larga tradición crítica —una suerte de “campo” dedicado al pensamiento latinoamericano y a las ciencias sociales latinoamericanas— y más allá de la vocación crítica de sus cultores, muchos cientistas sociales dan por sentado que la elaboración de teoría social es una prerrogativa cuasi excluyente de los/as autores/as provenientes del norte global. A la invisibilización de la producción teórica latinoamericana se suman los diferentes procesos de denegación y expropiación epistémica, los cuales han alimentado la idea recurrente de que en América Latina no hay teorías generales sino más bien una “mirada específica”, suerte de “producción local” anclada en lo particular, un discurso sobre y desde los márgenes, marcado por el color local, la obsesión por la identidad y el estudio de caso, que requiere de modo inevitable los marcos generales de las teorías producidas en Europa y Estados Unidos.

En la región, dicha invisibilización y denegación original encuentra diferentes matices nacionales pero abreva en una matriz común, aquella que diferentes autores han denominado, siguiendo al sociólogo peruano Aníbal Quijano, la “colonialidad del saber”, categoría que sintetiza en el campo epistémico las asimetrías existentes entre los saberes producidos en el Norte global y aquellos localizados en el Sur. Como sostiene Edgardo Lander, uno de los grandes problemas es que nuestras ciencias sociales han naturalizado los conceptos y categorías de las ciencias sociales que se pergeñaron con la expansión del colonialismo. La naturalización de las diferentes dimensiones de la modernidad tiene como piso la derrota de nuestras culturas tradicionales y de las culturas populares o plebeyas, y el triunfo de una nueva realidad (capitalista) que organizó el tiempo y los territorios de manera diferente. Este proceso de naturalización se ha acentuado con la profesionalización de las ciencias sociales. Las ideas de civilización, desarrollo, modernización son distintos conceptos que van, en ese sentido, configurando un paradigma de la normalidad. (Lander, 2000: 9-11).

Son diversos los autores que han buscado indagar y reconstruir recientemente las oscilaciones y problemáticas propias del pensamiento y la teoría social latinoamericanos, entre ellos el chileno Eduardo Devés Valdés (2003), quien afirma que estos encuentran su clave en la alternancia entre la búsqueda de la identidad y el afán de la modernización; o el sociólogo argentino Marcos Roitman (2009), quien sostiene que los latinoamericanos nos hemos caracterizado por “definirnos por la negativa” y que lo más característico, lo específico de América Latina es su déficit, su insuficiencia, su incompletud. La maldición definiría nuestra condición de subalternos, al tiempo que configuraría la modernidad latinoamericana como una modernidad siempre trunca, inconclusa. Este sentimiento de inferioridad atraviesa de modo ejemplar la filosofía latinoamericana, la cual ha venido proponiendo preguntas sobre nuestra particularidad histórica, y en la que pesa sobremanera la mirada del otro, el modo de nombrar del otro, cuestión que ha dejado una huella profunda en el proceso de construcción del pensamiento latinoamericano, marcado por la conciencia de la marginalidad, el desarraigo y, por ende, la obsesión por la reflexividad.

A diferencia de la filosofía, sobre la disciplina sociológica pesan otros pecados, ligados al modelo normativo clásico. Tal habría sido el peso del legado normativo que conceptualmente la realidad política latinoamericana se inserta a medio camino, ilustrando de modo recurrente la figura de la “desviación” o la “anomalía”. Nada más claro que pensar en los modos como ha sido definido el populismo para entender esta anomalía. Pero no sólo la modernidad e incluso la democracia aparecen como deficitarias e inconclusas sino también los propios sujetos sociales. Tal es así que, por lo general, la sociología latinoamericana ha tenido dificultades para pensar la variopinta cartografía social desde la idea de actores sociales plenos (asociada al “grado de clasicidad”; esto es, a la posibilidad de acción autónoma, o de clase). Desde la burguesía, pasando por la clase obrera y las clases medias, éstos son considerados como actores "sólo a medias", frente a las condiciones estructurales de las sociedades periféricas y la realidad de la dependencia, pero también frente a la heterogeneidad —de origen— del universo social latinoamericano, donde abundan otras categorías reticentes a ser pensadas como actores plenos, desde indígenas y campesinos hasta informales y desocupados…

En verdad, pocas cosas caracterizan tanto la mirada sociológica latinoamericana como esta voluntad de insertar la interpretación dentro de vastos modelos sociopolíticos que, sin embargo, se encuentran recorridos permanentemente tanto por un exceso como por un déficit interpretativo. Un exceso: en ellos, y desde ellos, se esconde lo que es probablemente una de las particularidades mayores de la modernidad periférica, a saber, el hecho de que el análisis de los principios de funcionamiento de lo político no coinciden sino raramente, y de manera siempre parcial, con las vivencias de los actores. Un déficit: la inscripción de la acción dentro de totalidades significativas oblitera el espacio de análisis propio de las vivencias políticas, cuyo papel es mayúsculo a la hora de interpretar la naturaleza del vínculo que los individuos establecen con el sistema político (Martuccelli y Svampa, 1997).

En la actualidad son numerosas las perspectivas teóricas y epistemológicas que parten de un diagnóstico crítico acerca de esta pesada herencia de las ciencias sociales latinoamericanas y plantean como tema central la revaloración de un pensamiento crítico, la exigencia de la descolonización del saber, sin acantonarse por ello en la pura defensa de lo vernáculo ni renunciar tampoco a los aportes del pensamiento crítico del Norte Global, ni a los incipientes diálogos Sur-Sur: desde subalternistas radicales como Silvia Rivera Cusicanqui y Arturo Escobar, pasando por la perspectiva decolonial, representada por autores como Cathérine Walh y Santiago Castro Gómez, entre muchos otros, hasta las fecundas categorías propuestas desde la Epistemología del SUR, por Boaventura de Sousa Santos, un pensador proveniente de la semi-periferia que plantea un dialogo permanente con el pensamiento latinoamericano, larga es la lista de pensadores y pensadoras que han decidido poner fin a esa dialéctica sin síntesis en la cual parecía haberse consumido una gran parte del pensamiento y la teoría social latinoamericanos.

Por esta razón, decidimos dedicar este número de la revista Cuestiones de Sociología a indagar sobre el estado de la teoría social latinoamericana. Para ello. invitamos a participar a destacados/as intelectuales latinoamericano/as, en un dossier especial que contiene varios momentos o secciones. Un primer momento o sección está consagrado a dar cuenta del estado actual: así el mexicano Jaime Preciado Coronado analiza cómo las ciencias sociales latinoamericanas toman distancia de los enfoques euro-céntricos para avanzar en una línea crítica, que plantea como desafío el ser cosmopolita y, al mismo tiempo, ser latinoamericano. Nuestra colega argentina Fernanda Beigel aborda la cuestión de la dependencia académica y analiza cuáles son los cambios recientes en las formas de producción intelectual y su circulación que atraviesan los campos académicos nacionales, segmentando los procesos de consagración. Antes que la afirmación de una supuesta colonialidad intelectual, Beigel plantea la hipótesis de una tensión y oscilación entre la autonomía y la heteronomía, al tiempo que indaga en la producción de conocimientos en la periferia y los circuitos de consagración hegemónica.

Un segundo momento o sección se abre con las “Notas de investigación”, que plantean una inmersión en la obra y las categorías de diferentes autores latinoamericanos. En primer lugar, el boliviano Luis Tapia aborda la obra del argentino Juan Carlos Portantiero, en un artículo que indaga no sólo las reflexiones y los vínculos entre Socialismo y democracia sino también la relación entre pensamiento de izquierdas y ciencias sociales. Le siguen las argentinas Blanca Fernández y Florencia Puente, dos jóvenes investigadoras que colocan en diálogo a dos grandes pensadores y sociólogos latinoamericanos, el ecuatoriano Agustín Cueva y el boliviano René Zavaleta Mercado. Por su parte, el joven economista Ariel Slipak se sumerge en las categorías de uno de los autores de la teoría de la dependencia, el brasileño Ruy Mauro Marini, y Lautaro Rivara, otro joven egresado de sociología, se interna en la obra de uno de los grandes olvidados del pensamiento latinoamericano, Rodolfo Kush, cuya obra aparece cada vez más revalorizada por sus pioneras contribuciones sobre las raíces indígenas del pensamiento americano.

Un tercer momento o sección se abre con la sección “Debates”, que plantea una suerte de encuesta sobre el estado del pensamiento y la teoría social latinoamericanos, a partir de la siguiente pregunta disparadora: “Muchos autores han insistido en que uno de los rasgos fundamentales de la teoría social latinoamericana es la dependencia intelectual o epistémica, respecto de los conceptos y marcos teóricos elaborados en los países centrales. Algunos han dado estatus teórico a dicha dependencia a través del concepto “colonialidad del saber” (Quijano, Lander). ¿Cuál es su mirada sobre esta problemática? ¿Qué significa entonces pensar las ciencias sociales desde América Latina en el siglo XXI, en el marco de la modernidad avanzada y en el actual sistema de dominación? ¿Existe una perspectiva latinoamericana para pensar las problemáticas actuales desde el marco de la teoría social?”. Responden a esta pregunta cuatro destacados intelectuales latinoamericanos: Silvia Rivera Cusicanqui, Arturo Escobar, Enrique Leff y Mauricio Domingues.

El cuarto momento corresponde a la sección “Entrevistas”, dedicada al reconocido politólogo y sociólogo argentino José “Pepe” Nun, quien generosamente nos recibió a principios de marzo en la ciudad de Buenos Aires. Esta entrevista fue realizada juntamente con el sociólogo Sebastián Pereyra, con quien nos propusimos recorrer la vasta obra de Nun, desde sus discusiones y aportes sobre marginalidad, allá en los años 60; pasando por la reflexión sobre la transición y la democracia, sobre los populismos y sus límites, hasta detenernos en la indagación en su visión epistemológica. Creemos que esta entrevista, al igual que las otras secciones, ocupa un lugar fundamental, si entendemos el necesario esfuerzo de acumulación que exige hoy la teoría social latinoamericana, tan marcada por el déficit de transmisión intergeneracional y el deliberado borramiento académico de sus aportes. Mucho más si tenemos en cuenta que, pese a su destacada obra, existen muy pocos registros que aborden dialógicamente y con cierta profundidad la obra de José Nun.

Un quinto momento es el de las reseñas o lecturas, todas consagradas al tema de este número, que contaron con el valioso aporte de Debora Cerutti y Marcela Marin, de la Universidad Nacional de Córdoba, sobre el libro de Enrique Leff La apuesta por la vida, y de los platenses Juan Acacio, sobre el libro América Latina piensa América Latina, compilado, entre otros, por Waldo Ansaldi, y Nayla Pis Diez, sobre la reedición de un importante libro de José Nun acerca del sentido común.

Por último, agradezco a los/as editores de la revista el haberme brindado la libertad más absoluta en la convocatoria y organización de este número temático; muy especialmente a Mariana Busso, directora de la revista y, asimismo, de la carrera de sociología de la UNLP. En suma, lo que ofrecemos aquí es una apuesta al pensamiento crítico latinoamericano y, en razón de ello, esperamos que este número deje a lo/as lectores/as con más preguntas que respuestas, pero sobre todo los introduzca en el campo de la teoría social latinoamericana y los impulse a pensar en ella.

Maristella Svampa, 8 de mayo de 2016

 
Bibliografía

Devés Valdés, Eduardo (2003). El pensamiento latinoamericano en el siglo XX. Buenos Aires: Biblos. Tres volúmenes.

Lander, Edgardo (Comp.) (2000). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales: perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

Martuccelli, Danilo y Svampa, Maristella (1997). La Plaza vacía. Las transformaciones del peronismo. Buenos Aires: Losada.

Roitman, Marcos (2008). “Pensamiento sociológico y realidad nacional en América latina". Disponible en biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/formacion-virtual/20100721012022/roitman.pdf..

Svampa, Maristella (2016). Debates Latinoamericanos. Indianismo, Desarrollo, Dependencia, Populismo. Buenos Aires: Edhasa.

 

 

Esta obra está bajo licencia
Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional