Cuestiones de Sociología, nº 26, e139, febrero - julio 2022. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Sociología

Lecturas

Lo público en la cuestión de la libertad y la igualdad. Reseña de Sopa de Wuhan

Emiliano Gambarotta

CONICET - Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata / Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales. Universidad Nacional de San Martín, Argentina
Cita recomendada: Gambarotta, E. (2022). Lo público en la cuestión de la libertad y la igualdad [Revisión del libro Sopa de Wuhan]. Cuestiones de Sociología, 26, e139. https://doi.org/10.24215/23468904e139

Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias es una recopilación de textos publicados en periódicos y blogs por diverses autores, provenientes de distintos países, entre el 26 de febrero y el 28 de marzo de 2020. Apenas para situarnos, en la Argentina el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) fue anunciado el 19 de marzo, de ese 2020, y entró en vigencia a las 0 hs. del día siguiente. Es decir, se trata de un conjunto de escritos elaborados al primer calor de los sucesos. Ello en parte explica la dispersión de aproximaciones a la problemática de la pandemia que allí se plantean, la cual también debe ser atribuida, al menos parcialmente, a la diversidad de enfoques que les autores compilados venían desarrollando con anterioridad, pues, en general, podemos encontrar una clara continuidad entre tales enfoques y el modo de interrogar este nuevo problema. De allí que, no casualmente, puedan detectarse cercanías en las aproximaciones de aquelles que comparten un mismo trasfondo conceptual, como sucede, por ejemplo, en los diversos textos que hacen de la noción foucaultiana de “biopolítica” la clave a través de la cual descifrar el acontecimiento. Por eso, antes que encarar una breve presentación de cada uno de los 17 escritos aquí reunidos, la cual puede llevarnos a una agregación de diversidades que nos deje sin una visión de conjunto, resulta más interesante intentar aprehender la imagen que todos ellos generan, en su mutua relación, en pos de captar la constelación que sus argumentos configuran.

Un primer rasgo compartido por estas problematizaciones de la pandemia es claramente resumido por Patricia Manrique, cuando señala que

pensar filosóficamente un evento como el que estamos viviendo, requiere, en primer lugar, tiempo (…): si corremos demasiado, podemos acabar dándole a todo lo que llega la fisionomía de lo anterior o podemos considerar acontecimiento, nacimiento de algo nuevo, a hechos sobredimensionados por diversas razones (AA. VV., 2020, p. 145).

En efecto, esa antinomia recorre a Sopa de Wuhan. A lo largo del libro, ella separa a un conjunto de textos que ven en la situación pandémica una radical novedad –en tanto acarrea un quiebre respecto del anterior modo de configurar las relaciones sociales–, de otros, que perciben una plena continuidad con el momento anterior, al punto de considerar, como sostiene Badiou, que ella no tiene “nada de excepcional” (AA. VV., 2020, p. 67).

Entre los textos del primer grupo se encuentran los de Judith Butler, David Harvey y, sobre todo, el de Slavoj Žižek, para quien el coronavirus entraña un golpe mortal al capitalismo, y entre los del segundo grupo encontramos los de Giorgio Agamben, Paul B. Preciado, y, en parte, el de Byung-Chul Han, es decir, aquellos que hacen de la noción de biopolítica la lente a través de la cual leen al coronavirus. Así, puede decirse que, para Agamben, no hay nada excepcional en la radicalización del “estado de excepción”, que encuentra su excusa en la pandemia, en el miedo a perder la “desnuda existencia biológica”, sobre el cual “sólo una tiranía puede fundarse” (AA. VV., 2020, p. 137). Se crea así una situación que “es exactamente la que los que nos gobiernan han tratado de realizar repetidamente” (AA. VV., 2020, p. 33), con el cierre de instituciones educativas, la suspensión de las reuniones, etc.

Lo anterior, a su vez, permite vislumbrar una segunda diferencia que puede establecerse entre el conjunto de estos textos, relativa al problema en el que inscriben la emergencia (novedosa o no) de la pandemia, al interrogar o bien el impacto de esta sobre el capitalismo y las relaciones sociales desigualitarias hoy imperantes, o bien sus consecuencias para la libertad individual. En esta última línea, Agamben aborda “la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos” (AA. VV., 2020, p. 19), que encuentran en “la invención de una epidemia” el “pretexto ideal” (AA. VV., 2020, p. 19) para ello. Esta lectura incluso no reconoce el estatuto de epidemia (o, luego, de pandemia), por lo que no es casual que se refiera a ella como “la llamada epidemia del corona virus” (AA. VV., 2020, p. 31). A la vez, se sorprende por “la facilidad con la que toda una sociedad ha aceptado sentirse plagada, aislarse en casa y suspender sus condiciones normales de vida, sus relaciones laborales, amistad, amor e incluso su creencias religiosas y políticas” (AA. VV., 2020, p. 135); en definitiva, se pregunta por qué toda una sociedad ha aceptado renunciar a su libertad individual.

Subyace a esta lectura un esquema conceptual que no permite aprehender a las medidas de aislamiento ni como medidas de “cuidado” –pues solo son “restricciones”–, ni como modos de la autoorganización colectiva –expresada en las medidas estatales– frente a una amenaza mortal. De allí que se interrogue por la fácil aceptación de las mismas, con la pérdida de libertad que el aislamiento implicaría, en lugar de ver en este un activo uso de la propia libertad, en pos de cuidarse y cuidar a le otre. Pues, para este punto de vista, quedarse en casa no puede ser el producto de la práctica de la libertad, sino solo una anhelada imposición del gobierno, independientemente de su signo político.

Con más complejidad en el análisis, el texto de Preciado se mueve por carriles similares, en tanto señala la manera en que “una epidemia radicaliza y desplaza las técnicas biopolíticas que se aplican al territorio nacional hasta al nivel de la anatomía política, inscribiéndolas en el cuerpo individual” (AA. VV., 2020, p. 167). De allí la línea directa que conecta la política migratoria de la Unión Europea con las medidas contra el coronavirus, marco en el cual “la nueva frontera es la mascarilla. El aire que respiras debe ser solo tuyo. La nueva frontera es tu epidermis. El nuevo Lampedusa es tu piel” (AA. VV., 2020, p. 175). A la vez que tu casa se torna en una “prisión blanda” (AA. VV., 2020, p. 179), pues “ahora somos nosotros los que vivimos en el limbo del centro de retención de nuestras propias casas” (AA. VV., 2020, p. 175).

La preocupación de Preciado por las “técnicas de biovigilancia” (AA. VV., 2020, p. 172) se conecta con la inquietud de Byung-Chul Han por la “biopolítica digital” (AA. VV., 2020, p. 102), que estaría detrás del éxito de un conjunto de países asiáticos en el control del coronavirus, sobre todo si se compara su desempeño con lo sucedido en Europa. Esta diferencia, a su vez, se inscribe en un contexto cultural más amplio, en el cual las políticas de seguimiento a través de sistemas de reconocimiento facial y/o datos obtenidos de los celulares personales son aceptadas en China porque allí no existe la idea de libertad individual propia de Occidente, a punto tal que “en el vocabulario de los chinos no aparece el término ‘esfera privada’” (AA. VV., 2020, p. 100), lo cual tiene por complemento el predominio de “una mentalidad autoritaria” que torna a los ciudadanos “más obedientes” (AA. VV., 2020, p. 101). En definitiva, “en Asia impera el colectivismo. No hay un individualismo acentuado” (AA. VV., 2020, p. 101). En este punto se evidencia, nuevamente, que estamos ante una tensión entre lo colectivo (su cuidado) y lo individual (cuya libertad se restringiría), como base sobre la cual juzgar las medidas adoptadas para combatir la pandemia, con la particularidad de que Byung-Chul Han destaca el éxito de los países asiáticos, sin por ello defender la extensión de tales medidas. Por el contrario, señala que, por esa vía, “el estado de excepción pasaría a ser la situación normal” (AA. VV., 2020, p. 110).

Por eso, su texto ilumina un problema que escapa a la perspectiva de Agamben y Preciado: el desafío colectivo desencadenado por el coronavirus solo puede ser colectivamente resuelto, y, en consecuencia, el simple cuestionamiento a los gobiernos por implementar medidas de aislamiento “es más una maniobra de distracción que una reflexión política” (AA. VV., 2020, p. 30) –al decir de Nancy–, es decir, una manera de tornar invisible –al menos para un específico punto de vista– que no toda intervención colectiva en la vida del individuo (occidental) es necesariamente una (hobbesiana) limitación de su libertad, asentada en el (también hobbesiano) miedo a la muerte. Sobre esta base es que se mira con desconfianza a la acción colectiva que se expresa en la lógica de lo público –a la cual no cabe reducir a lo estatal, aun cuando tenga en las acciones “oficiales” del Estado una de sus instancias nodales–. Es sobre este telón de fondo que puede percibirse el modo en que la pandemia nos enfrenta –sea de manera por completo nueva o sin novedad alguna– con la clásica problemática en torno a la relación individuo-colectivo, que atraviesa a la sociología desde Emile Durkheim.

Esta resulta una problemática siempre candente en ámbitos como el de la economía, sea que se discutiere la libertad del individuo para fijar los precios de su negocio y sus inflacionarias consecuencias colectivas, o que se concibiere la protección (colectivamente instituida), que para el contratado implica el derecho a una indemnización, como una restricción a la libertad de contratar, por mencionar apenas dos cuestiones en debate mientras escribo estas líneas. La pandemia torna al modo en que entendemos esa relación una cuestión de vida o muerte, aunque quizás sea su naturalización en la discusión económica la que haya generado que ya no percibamos que allí también están en juego nuestras vidas.

Algo de esto late en el trabajo de Manrique, cuando plantea que, si las medidas adoptadas por los distintos gobiernos estuvieran motivadas por proteger la vida, entonces cómo es que se toleran las “inhumanas cifras” (AA. VV., 2020, p. 151) de muertes por guerra o en el intento de entrar a Europa. Según ella, no es que se ponga la vida por encima de la economía, en todo caso, se ponen algunas vidas por encima, pues la clave es que ahora se trata de “la vida europea, la ‘nuestra’” (AA. VV., 2020, p. 151). A esto cabe agregar que tenemos una experiencia directa de las consecuencias de la pandemia, sin mediaciones que velen el peligro de vida o muerte, como sí acontece cuando lo que se discute es la fijación de un precio, en el marco de relaciones sociales capitalistas. Por eso, para Manrique, estamos ante la cuestión de “cómo nos situamos ante la otredad en general” (AA. VV., 2020, p. 147), ante los otros individuos, así como ante el otro colectivo, un problema que atraviesa nuestra cotidianeidad y al que la pandemia nos enfrenta con nuevas urgencias.

Lo anterior se enlaza con el modo en que Žižek aborda el impacto social del coronavirus, pues lo lee al modo en que el marxismo aborda las crisis económicas burguesas, es decir, como un problema que en su gravedad torna visibles las lógicas estructurales que venían actuando en nuestra cotidianeidad, cuyo naturalizado funcionamiento “normal” las mantenía veladas a nuestra visión. Por ello, para él, resulta un hecho triste el que necesitemos de “una catástrofe para que podamos repensar las características básicas de la sociedad en la que nos encontramos” (AA. VV., 2020, p. 24), y, así, “pensar en una sociedad alternativa” (AA. VV., 2020, p. 22). En este punto es objetado por Byung-Chul Han, quien piensa que “el virus no vencerá al capitalismo” (AA. VV., 2020, p. 110). Si bien les autores que, como Žižek, reflexionan acerca de la posibilidad de un cambio, tampoco consideran que será el virus el que lo genere, sino la rediscusión de la relación entre lo individual y lo colectivo que él obligó a (re)poner sobre el tapete. Sobre todo, cuando a través de esta relación se aborda, no meramente la cuestión de la libertad individual, sino también la capacidad de lo colectivo y de lo público para alterar la lógica capitalista y su producción de desigualdad. Arribamos, así, a la otra problemática en la que se inscriben parte de los trabajos recopilados en Sopa de Wuhan.

En esta línea, Žižek considera que salvar, incluso, al valor liberal de la libertad individual requiere hoy una alteración radical de la sociedad capitalista, en tanto dentro de esta última esa libertad no puede concretarse. Esta concepción lo lleva a percibir a los comunistas como “liberales con un diploma, liberales que estudiaron seriamente por qué nuestros valores liberales están bajo amenaza y se dieron cuenta de que solo un cambio radical puede salvarlos” (AA. VV., 2020, p. 28). Se trata, pues, de una libertad que no se conquista contra lo colectivo, percibiendo solo restricciones en medidas que también son de cuidado, sino a través de él. Sobre este telón de fondo puede percibirse una temática relativamente lateral en el debate argentino, pero de enorme centralidad, por ejemplo, en los Estados Unidos: si la salud (vacunas, tratamientos, etc.) debe ser públicamente garantizada o si debe ser dejada al azaroso juego que se produce por la interacción entre individuos que se encuentran como entidades independientes en el mercado (por parafrasear a Marx).

El propio Žižek señala esto, en relación con la propuesta de atención médica universal enarbolada por Bernie Sanders (AA. VV., 2020, p. 24). Esta temática, a su vez, recorre al escrito de Judith Butler, quien concibe el acceso a la salud no solo como un derecho, también como “una obligación social, una que se deriva de vivir en sociedad los unos con los otros” (AA. VV., 2020, p. 63). Es un reconocimiento de nuestra interdependencia (de nuestra solidaridad orgánica, diría Durkheim), que se reafirma incluso en el aislamiento (AA. VV., 2020, p. 59), a partir de lo cual “podríamos comenzar a pensar y valorar fuera de los términos que el capitalismo nos impone” (AA. VV., 2020, p. 65), revitalizando el “imaginario socialista” (AA. VV., 2020, p. 65).

Ese imaginario está también presente en el texto de David Harvey, para quien el socialismo casi que se impone en un contexto en el cual, frente a la crisis económica desatada por la pandemia, “las únicas medidas políticas que van a funcionar, tanto económica como políticamente, son bastante más socialistas que cualquier cosa que pudiera proponer Bernie Sanders” (AA. VV., 2020, p. 96). En efecto, si estamos ante un “derrumbe en el corazón de la forma de consumismo que domina en los países más opulentos” (AA. VV., 2020, p. 91), entonces, la única salida parece ser “un consumismo masivo financiado e inducido por los gobiernos conjurado de la nada. Esto exigirá la socialización del conjunto de la economía de los Estados Unidos, por ejemplo, pero sin llamarlo socialismo” (AA. VV., 2020, p. 92). Según Harvey, también se busca extender esta política al plano de la salud, dado que “las grandes farmacéuticas rara vez invierten en prevención” (AA. VV., 2020, p. 87) –o en la investigación de enfermedades consideradas propias de la pobreza, como el mal de Chagas–, en una mercantilización de este ámbito que atenta contra el beneficio colectivo.

Por esta vía se pone en discusión, junto con la cuestión de la libertad y de la relación con le otre (esto es, la cuestión de la fraternidad/sororidad), la de la igualdad. Es decir, los tres valores que signaron la política moderna desde la Revolución Francesa adquieren una (¿nueva?) centralidad para repensar nuestro presente, impactado por la pandemia. En esta línea, puede une esperanzarse, junto con Berardi, con que el virus sea “la condición de un salto mental que ninguna prédica política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro de la escena. Imaginémosla como el punto de partida para el tiempo que vendrá” (AA. VV., 2020, p. 54).

Pero ello no ha de opacarnos el recrudecimiento de la desigualdad que fue consecuencia inmediata de la pandemia, pues, como señala Santiago López Petit, en un contexto de aislamiento en la propia casa, “solamente van a trabajar y se exponen en el metro aquellos que necesitan el dinero imperiosamente” (AA. VV., 2020, p. 57), aquelles que no pueden hacer teletrabajo, pero tampoco tienen el salario asegurado, porque no tienen salario…, trabajadores fuera de las relaciones de trabajo oficialmente reconocidas, para quienes quedarse en sus casas es una obligación de imposible cumplimiento. Esto late en el texto de María Galindo, quien nos apunta que la “sociedad boliviana es una sociedad proletarizada, sin salario, sin puestos de trabajo, sin industria, donde la gran masa sobrevive en la calle en un tejido social gigante y desobediente” (AA. VV., 2020, p. 125). Si bien por momentos plantea esa desobediencia ante todo lo que no venga de la cultura ancestral indoamericana –incluyendo los tratamientos médicos (AA. VV., 2020, p. 124)–, surge allí también otro modo de desobediencia, muy distinto del que plantean quienes están preocupados por la biopolítica y el estado de excepción, es decir, uno que no se encarna en la defensa liberal de la libertad individual (como objetaría Žižek). Antes bien, es una desobediencia colectiva y de lo colectivo, que desobedece para sobrevivir (AA. VV., 2020, p. 126), reponiendo lo colectivo allí donde amenaza ser quebrado por la pandemia.

Los textos que integran Sopa de Wuhan nos llevan, por distintas vías, a reproblematizar la relación entre lo individual y lo colectivo, y a reflexionar sobre si esto último es solo una instancia de restricción de las libertades o si puede ser la base para su conquista, dado que nos permite interrogar acerca de si podemos continuar con una economía signada por una lógica individualista, propia del capitalismo y sus corporaciones, o bien si debemos orientarnos en otra dirección, una proveniente de un imaginario socialista revitalizado. A la vez, resulta necesario pensar lo colectivo en un contexto de creciente fragmentación social y cultural, algo que los textos de López Petit y Galindo nos dejan sentir. En este contexto, lo colectivo, que se expresa en la lógica propia de lo público, tiene que lidiar no ya con las concepciones individualistas de raíz liberal, sino con esa fragmentación que astilla la sociedad, por lo que, frente al mismo problema pandémico, aquello que puede ser una respuesta para algunes no lo es para otres, que tienen que salir de sus casas y tomar un metro o un autobús para poder comer, lo cual también es necesario para vivir. La constelación que el conjunto de estos textos conforma invita a estas, entre otras, reflexiones, y convida a que nos preguntemos: ¿se puede conformar un colectivo de semejantes en su diferencia dentro de un contexto de fragmentación social y cultural?

Referencias

AA. VV. (2020). Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio).

Recepción: 30 Septiembre 2021

Aprobación: 30 Noviembre 2021

Publicación: 01 Febrero 2022

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