Cuestiones de Sociología, nº 28, e157, febrero - julio 2023. ISSN 2346-8904
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Sociología

Debates

Nacional-popular: itinerarios de un concepto entre Gramsci y América Latina

Marcelo Starcenbaum

Centro de Investigaciones Socio Históricas, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP - CONICET), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Cita recomendada: Starcenbaum, M. (2023). Nacional-popular: itinerarios de un concepto entre Gramsci y América Latina. Cuestiones de Sociología, 28, e157. https://doi.org/10.24215/23468904e157

Resumen: En el presente trabajo reconstruimos el itinerario del concepto gramsciano nacional-popular en producciones y debates de la intelectualidad latinoamericana. Luego de una reflexión en torno a las dificultades inherentes al tratamiento del concepto y de un repaso por los debates sobre nacional-popular en los estudios gramscianos, delimitamos dos momentos de la historia latinoamericana en los que dicho concepto ocupó un espacio significativo en las producciones y debates intelectuales. El primero de ellos corresponde al desarrollo de la tradición gramsciana latinoamericana ligada a la experiencia de la nueva izquierda latinoamericana. El segundo corresponde a la consolidación de los estudios subalternos en el contexto del declive de la política revolucionaria y el despliegue global del capitalismo.

Palabras clave: Nacional-popular, Marxismo, América Latina, Antonio Gramsci.

National-popular: itineraries of a concept between Gramsci and Latin America

Abstract: In the present work we reconstruct the itinerary of the Gramscian concept national-popular in productions and debates of the Latin American intelligentsia. After a reflection on the difficulties inherent in the treatment of the concept and a review of the debates on national-popular in Gramscian studies, we delimit two moments in Latin American history in which the concept occupied a significant space in intellectual productions and discussions. The first of them corresponds to the development of the Latin American Gramscian tradition linked to the experience of the new Latin American left. The second corresponds to the consolidation of subaltern studies in the context of the decline of revolutionary politics and the global deployment of capitalism.

Keywords: National-popular, Marxism, Latin America, Antonio Gramsci.

I.

Dada la evidente familiaridad entre ambos conceptos, al de nacional-popular le caben las mismas consideraciones realizadas por Ernesto Laclau (1986, p. 155) sobre el de populismo: “a la oscuridad del concepto empleado se une la indeterminación del fenómeno al que se alude”. Como han indicado María Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone (1999) prosiguiendo la pista laclausiana, la dimensión problemática de la categoría de populismo tiene su origen en la relación conflictiva de los intelectuales con la política popular, la atribución meramente analítica del concepto y la heterogeneidad de la realidad histórica referida, a la vez que se expresa en fenómenos tales como el denuesto de las ciencias sociales, la condena por parte de la dirigencia política y la consecuente carga peyorativa del término. Dificultades análogas pueden encontrarse en el tratamiento de la categoría de nacional-popular. Utilizado para nominar e interpretar una diversidad de fenómenos políticos y culturales del mundo contemporáneo, dicho concepto es también portador de una doble acepción. Como categoría analítica, el término establecido por Antonio Gramsci ha sido utilizado profusamente en la caracterización y comprensión de diferentes objetos pertenecientes al campo de las ciencias políticas, la crítica literaria y los estudios culturales. Como fenómeno histórico, alude a un conjunto de experiencias políticas en las que se conjugan la organización de frentes policlasistas, la irrupción de sujetos subalternizados, la transformación del ordenamiento liberal y las políticas económicas tendientes al bienestar popular y la autonomía en el orden capitalista global. El hecho de que estos rasgos coincidan con los tradicionalmente asociados a la categoría de populismo constituye otro elemento de la familiaridad entre ambos conceptos que le agrega aún más dificultades a la delimitación de la de nacional-popular (Starcenbaum, 2018).

En un texto al que volveremos luego dada su importancia en la historia del concepto en América Latina, Juan Carlos Portantiero (1991, p. 152) ofrece una variable interpretativa sumamente útil para el trabajo de delimitación de la categoría de nacional-popular: “es sabido que en la articulación del pensamiento gramsciano la categoría de nacional-popular juega un papel central y que lo cumple en tal medida, que ella podría ser considerada como un punto de cruce en el que confluyen muchos de sus conceptos fundamentales”. No resulta llamativo, por tanto, que en los debates políticos e intelectuales la categoría de nacional-popular se presente asociada a uno o varios de los problemas aludidos por el aparato conceptual gramsciano: la forma desarticulada del desarrollo histórico en países capitalistas atrasados, la función cosmopolita de los intelectuales, la ausencia de un proceso colectivo de reforma intelectual y moral, el divorcio estructural entre intelectuales y pueblo, y los requerimientos de la transformación social en contextos de unificación nacional tardía e incompleta. En tanto categoría clave en la articulación del pensamiento gramsciano, nacional-popular ha sido recurrentemente utilizado para referir a problemas que, si bien le atañen dada su integración en una misma problemática, lo exceden en su dimensión conceptual. Sin negar el rol de nacional-popular en sus diferentes tipos de articulación con el resto del corpus teórico gramsciano, la delimitación de sus particularidades en el contexto de origen y sus efectos en la historia intelectual latinoamericana requieren de una aproximación circunscripta a las especificidades del concepto.

II.

El término nazionale-popolare se presenta bajo dos formas en los Cuadernos de la cárcel. En primer lugar, aparece en la nota sobre “Literatura popular” para designar la falta de identidad entre los escritores y el pueblo italiano. La particularidad del caso italiano se revelaba al ser analizada la relación entre pueblo y nación en el resto de los países europeos: “en muchas lenguas ‘nacional’ y ‘popular’ son casi sinónimos (en ruso, en alemán ‘volkisch’ tiene casi un significado [todavía] más íntimo, de raza, en las lenguas eslavas en general; en francés tiene el mismo significado pero ya más elaborado políticamente; esto es, ligado al concepto de ‘soberanía’; soberanía nacional y soberanía popular tienen valor igual o lo han tenido)” (Gramsci, 1981, t. 2, pp. 63-64). En Italia, los intelectuales formaban parte de una tradición de casta, libresca y abstracta, que no había sido quebrada por un movimiento político de carácter nacional y popular. Según Gramsci, una literatura simultáneamente popular y artística se lograría una vez establecida la identidad de clase entre los escritores y el pueblo. La ausencia de dicha identidad se correspondía con la asignación de un carácter negativo al término. De esta manera, otras notas relativas al problema de la separación entre intelectuales y pueblo llevaban los títulos de “Carácter popular-nacional negativo de la literatura italiana” y “Aspecto nacional-popular negativo de la literatura italiana”. En segundo lugar, el término aparece en la nota sobre “El moderno Príncipe” para aludir a la forma de la voluntad colectiva que debía ser suscitada por el Príncipe en tanto ideología política que actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado. Gramsci trabaja en dos planos sobre el problema de la voluntad colectiva nacional-popular. Por un lado, en el del tipo de vinculación entre el Príncipe y dicha voluntad. En tanto el Príncipe constituye un elemento social que opera sobre una voluntad parcialmente reconocida y afirmada, el primero adquiere la forma de “la expresión activa y operante” de la segunda (Gramsci, 1981, t. 3, p. 228). Por el otro, el de la pregunta histórica acerca de los intentos fracasados por crear una voluntad colectiva nacional-popular. Aludiendo al Príncipe como libro futuro, Gramsci afirmaba: “El primer capítulo [parte] debería estar dedicado precisamente a la ‘voluntad colectiva’ planteando la cuestión así: ¿existen las condiciones fundamentales para que pueda suscitarse una voluntad colectiva nacional-popular? Y por lo tanto un análisis histórico (económico) de la estructura social del país en cuestión y una representación ‘dramática’ de los intentos realizados a través de los siglos para suscitar esta voluntad y las razones de los sucesivos fracasos” (Gramsci, 1981, t. 3, p. 227). Esta historización daba cuenta, fundamentalmente, del carácter anárquico del feudalismo italiano y de la ausencia de una fuerza jacobina capaz de crear la voluntad colectiva y forjar en consecuencia el Estado moderno.

El sentido y los orígenes de la categoría han sido objeto de indagación y controversia en el seno de los estudios gramscianos. Apuntaladas por la extensa investigación de Franco Venturi sobre el populismo ruso, las aproximaciones de las décadas de 1950 y 1960 tendieron a destacar las vinculaciones entre la formulación gramsciana y la tradición populista. Al reconstruir los debates desarrollados entre la intelectualidad rusa alrededor del problema de la nacionalidad [narodnost’], Venturi (1975, t. 2, p. 141) constataba que dicha categoría tenía su origen en la palabra narod, que significa al mismo tiempo “pueblo” y “nación”. En esta dirección, Rosario Romeo (1959) aseguraba que nacional-popular no era sino una derivación de narodnost’, término que en principio había tenido un carácter reaccionario y antiliberal pero que luego había sido traducido en un sentido democrático por Aleksandr Herzen y la intelectualidad eslavófila, con lo que se transformó en una categoría clave de la tradición populista rusa. Iguales afirmaciones pueden encontrarse en la obra de Asor Rosa (1965), para quien nacional-popular tenía su origen en el pensamiento revolucionario ruso, con lo que el término se inscribiría en los debates acerca de la cuestión campesina y el inacabamiento de la revolución democrática-burguesa. Esta línea interpretativa fue interrumpida a fines de la década de 1980 por Maria Bianca Luporini (1995), para quien el término gramsciano tiene un origen ruso pero anterior a las formulaciones de la tradición populista. A través de lo que Lea Durante (2004, p.151) caracterizó como “un esfuerzo de desincrustación” de la problemática populista, el trabajo de Luporini estableció para nacional-popular una genealogía que se remonta a la tradición cultural y literaria rusa de comienzos del siglo XIX. Localizando el origen de narodnost’ en la correspondencia entre los poetas Pëtr Vjazemskij y Aleksandr Pushkin, Luporini remitía el término nacional-popular a las preocupaciones de los escritores rusos en torno a la lengua y las especificidades nacionales. Esta relocalización del término estará también acompañada por una advertencia en torno al recurrente reemplazo de nazionale-popolare por nazional-popolare. De acuerdo con la relectura de Luporini, este cambio de acento semántico implicaría un privilegio del segundo término —popolare— sobre el primero—nazionale—, lo que acercaría la categoría a la tradición populista y la alejaría de las discusiones culturales en torno a la nacionalidad. Las indagaciones ulteriores sobre la categoría profundizarán de diversas maneras la hipótesis de Luporini. En el caso de Durante (2004), enfatizando lo distintivo de nacional-popular en tanto categoría utilizada para describir una carencia; es decir, aquello que en Italia no ha existido o se ha presentado de manera esquiva. En el caso de Squirru (2009), sugiriendo que Gramsci habría incorporado la categoría del lenguaje político bolchevique, especialmente en su uso corriente en los debates sobre la cuestión nacional en la década de 1920. Finalmente, en el caso de Cingari (2019), demostrando que la categoría madura en la obra de Gramsci a partir de la necesidad de constituir el momento histórico de arraigo del pensamiento y el proyecto político en la realidad concreta de las relaciones materiales y culturales, y de emancipar a las clases populares de las condiciones de subalternidad.1

III.

Julio Aibar y Nora Nabotnikoff (2012) han destacado la particularidad de que los esfuerzos más sistemáticos por tematizar y conceptualizar el problema de lo nacional-popular en América Latina no provinieron de quienes se identificaban con las experiencias políticas aludidas por la categoría sino de parte de los intelectuales de izquierda pertenecientes a la tradición gramsciana. Efectivamente, el concepto de nacional-popular constituyó un elemento central del dispositivo de interpretación de la realidad latinoamericana forjado por los intelectuales que en la segunda mitad del siglo XX y en los comienzos del XXI encontraron en el corpus teórico de Gramsci un insumo privilegiado para dar cuenta de la historia y la configuración social de los países de la región. Las diversas etapas atravesadas por la izquierda latinoamericana, los avatares de la experiencia comunista a nivel mundial y los diferentes modos a través de los cuales los intelectuales de izquierda se vincularon con los proyectos políticos nacionales y populares de la región constituyeron elementos que le otorgaron diferentes modulaciones al dispositivo de interpretación de la realidad latinoamericana configurado a partir de los conceptos gramscianos. Si bien el concepto de nacional-popular estuvo presente en los diferentes esquemas que los intelectuales de izquierda gramscianos elaboraron a lo largo de los últimos setenta años, es posible recortar diferentes sentidos según el momento histórico en el cual la categoría fue implementada en la interpretación de la historia y la sociedad latinoamericanas.

Uno de los momentos en los que más productiva se demostró la categoría fue aquel de fines de la década de 1950 y comienzos de la de 1960 en el que las izquierdas latinoamericanas desarrollaron un proceso de revisión de las experiencias nacionales y populares. Luego de una primera caracterización como versiones criollas del fascismo europeo, los intelectuales comunistas comenzaron a advertir en dichas experiencias un proceso inédito de politización de las masas, así como una posibilidad de superación del carácter semi-feudal de la economía latinoamericana. La productividad de la categoría gramsciana es claramente perceptible en la obra de Héctor Agosti, el intelectual comunista argentino que encabezó la traducción al castellano de los Cuadernos de la cárcel y que fue uno de los principales introductores de su obra en América Latina. En sus libros Echeverría (1951) y Nación y cultura (1959), Agosti utiliza la categoría de nacional-popular para dar cuenta de la ineficacia de la burguesía argentina para convertirse en clase hegemónica y —por consiguiente— de su fracaso para constituir la nación. En estos textos, nacional-popular refiere al carácter que debe tener la burguesía como clase en las revoluciones que propician la constitución de la nación. Lo fallido de dichas revoluciones en América Latina llevaba a Agosti (1951, pp. 79-80) a la comparación con los casos exitosos, como el estadounidense, “sobre todo cuando se trata de descubrir qué poderosas razones determinan la ineficacia de la burguesía argentina como clase nacional-popular en la dirección del proceso revolucionario”. El problema de la ineficacia de la burguesía como clase revolucionaria se correspondía a su vez con el del necesario protagonismo de las clases populares. En tanto lo nacional-popular es un impulso inscripto en el desarrollo histórico, las tareas asignadas a la burguesía pasan a ser cumplidas por las otras clases: “las clases que no cumplen con el papel que les ha sido señalado están condenadas a extinguirse en la historia viva; porque la historia podrá ser demorada, nunca interrumpida en su curso probable” (Agosti, 1951, p. 85). Si en su declinación política lo nacional-popular asumía la forma de un carácter, en la cultural se trataba de una impronta o un sentido. Una mirada retrospectiva sobre las expresiones culturales argentinas daba cuenta de que, salvo algunas excepciones como la de Esteban Echeverría, lo que se había producido en el país era un abandono de la necesaria construcción de una conciencia nacional. Según Agosti (1951, p. 162), dicha conciencia “alude al sentido nacional-popular de la cultura, a su impregnación militante en la intimidad de la verdadera independencia nacional, y el abandono paulatino de aquella impronta nacional-popular parece situarnos nuevamente en los intersticios ideológicos de la revolución incumplida”.

La centralidad de la categoría es también perceptible en los trabajos de los jóvenes comunistas que se habían formado con Agosti y que en el contexto de la radicalización propiciado por la Revolución Cubana terminarán rompiendo con el partido y dando nacimiento a las formaciones de la nueva izquierda. En su libro Realismo y realidad en la narrativa argentina, Juan Carlos Portantiero establecía una polémica con las posiciones comprometidas en la literatura argentina y realizaba una defensa del realismo como único camino para superar la separación entre intelectuales y pueblo. A diferencia del realismo, posiciones como la del compromiso o la del vanguardismo representaban un punto de vista pequeño-burgués que no producía el necesario ajuste entre los intelectuales y el pueblo. Al igual que en Agosti, la pregunta por el recurrente aislamiento de los intelectuales argentinos conducía al problema de la ineficacia de la burguesía en la constitución de la nación. De esta manera, Portantiero (1961, p. 105) ubicaba como uno de los principales elementos históricos en la formación de los intelectuales el “fracaso de una política nacional y popular que hubiera permitido la integración triunfante de las élites intelectuales con el devenir histórico”. Las búsquedas de la cultura argentina eran estructuralmente infructuosas en tanto se trataba de intentos por arraigarse a un suelo que siempre se revelaba fragmentario, gelatinoso y discontinuo.

Una vez fuera del Partido, la categoría de nacional-popular pasará a estar asociada a las deficiencias teóricas y políticas de la dirigencia comunista. En los textos fundacionales de la revista Pasado y Presente, José Aricó daba un paso más en el tratamiento del problema de las razones que habían impedido la concreción de una voluntad nacional-popular. Ya no se trataba tanto de la ineficacia de la burguesía como clase revolucionaria como de las limitaciones de una vanguardia política que había estado desligada de los procesos de conciencia desarrollados en las masas. Lo que se producía, por tanto, era “la conciencia del fracaso del partido comunista argentino en su política de fusionar la conciencia revolucionaria con la acción de la clase obrera y a partir de ella lograr la formación de una voluntad colectiva nacional-popular capaz de realizar las transformaciones revolucionarias requeridas por la nación” (Aricó, 1964, p. 243). De allí la importancia otorgada a las revistas como instancias facilitadoras de la organización de la cultura. Según Aricó, este tipo de publicaciones podían transformarse en centros de elaboración y homogeneización de la ideología de un bloque histórico en el que la vinculación entre las élites y las masas fuera orgánica y efectiva. En este contexto, nacional-popular era la característica del proceso de unificación cultural al cual debía abonar revistas como Pasado y Presente. En palabras de Aricó (1963, p. 11), una publicación que busca convertirse en el instrumento de un nuevo sentido de la organización cultural “no puede dejar de plantearse hacia dónde va dirigida, a qué masa de lectores pretende influir y organizar y qué obstáculos debe superar para la conquista de una unificación cultural verdaderamente nacional y popular”.

La categoría de nacional-popular volverá a tener un lugar relevante en la producción de los intelectuales gramscianos una vez concluido el ciclo revolucionario de la nueva izquierda latinoamericana. Hacia finales de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, en un contexto marcado por las dictaduras militares en la región y la crisis del marxismo en Europa occidental, los intelectuales de izquierda latinoamericanos desarrollaron una crítica de la tradición marxista-leninista y un trabajo de articulación entre socialismo y democracia. Esta nueva etapa del marxismo latinoamericano conducirá a la reformulación de la categoría de nacional-popular en el marco de una separación tajante entre las tradiciones populista y socialista. Al respecto, es sumamente ilustrativo el texto “Lo nacional-popular y los populismos realmente existentes” publicado por Portantiero y Emilio de Ípola en su exilio mexicano. Los autores argentinos declaraban explícitamente que el único objetivo de dicha intervención era demostrar que “ideológicamente y políticamente no hay continuidad sino ruptura entre socialismo y populismo” (Portantiero y de Ípola, 1981, p. 9). Para ello ofrecían un esquema interpretativo en el cual el populismo aparecía necesariamente asociado al principio de fortalecimiento del Estado y a la constitución del pueblo sobre las bases de una concepción organicista. Contra el populismo, el socialismo se presentaba como una tradición que rechazaba aquel principio de fortalecimiento del Estado y que apostaba al despliegue de las diferencias en la constitución del pueblo como sujeto. La centralidad de la oposición entre una concepción organicista y otra pluralista de la hegemonía implicaba la modificación de las valoraciones pasadas sobre las experiencias políticas de la región. Los elementos que anteriormente sustentaban una revisión de experiencias como el peronismo, tales como el fracaso de la burguesía como clase revolucionaria, la constitución política de las clases populares y la marginación de las fuerzas políticas de izquierda, pasaban a un segundo plano en el marco de una crítica radical del principio nacional-estatal que organiza desde arriba la comunidad privilegiando la unanimidad frente al disenso. Los rasgos positivos del peronismo quedaban, por tanto, enmarcados en las limitaciones insuperables del fenómeno populista. En palabras de los autores, “las modalidades bajo las cuales el peronismo constituyó al sujeto político ‘pueblo’ fueron tales que conllevaron necesariamente la subordinación/sometimiento de ese sujeto al sistema político instituido —al ‘principio general de dominación’, si se quiere—, encarnado para el caso en la figura que se erigía como su máxima autoridad: el líder” (Portantiero y de Ípola, 1981, p. 15). Un tratamiento similar de la categoría de nacional-popular puede encontrarse en el texto de Portantiero citado más arriba. En un esfuerzo por releer a Gramsci “en clave latinoamericana”, las experiencias populistas de la región eran asociadas al fascismo en tanto elaboración desde arriba de lo nacional-popular a través de una articulación política de masas y centralidad estatal. De este modo, Portantiero elaboraba una genealogía socialista latinoamericana, integrada por Juan B. Justo, Luis Emilio Recabarren y José Carlos Mariátegui, que consideraba vencida por “la convocatoria nacional-popular de los populismos”, la cual identificaba con Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Víctor Haya de la Torre (1991, p. 155).

IV.

El cierre definitivo de la experiencia socialista y el despliegue global del capitalismo abrieron una secuencia interpretativa de la categoría de nacional-popular cuyos efectos perduran hasta el presente. El fracaso del proyecto soviético y la consolidación de una configuración social de carácter neoliberal propiciaron en la década de 1990 un proceso de revisión de los esquemas a través de los cuales las izquierdas latinoamericanas y las ciencias sociales de la región habían representado a los sujetos populares. A través de una relectura de Gramsci que tenía su origen en el subalternismo de la India y que tuvo efectos significativos en la cultura latinoamericana, el programa de investigación subalternista le otorgó un significado ambivalente a la categoría de nacional-popular. El “Manifiesto inaugural” del Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos proseguía las advertencias de Ranajit Guha y otros subalternistas indios al destacar que “nación” y “nacional” constituyen conceptos totalizantes de carácter no popular. Al propiciar una equiparación de las narrativas liberal y marxista, en tanto ambas compartían un punto de vista elitista, el subalternismo latinoamericano ubicó en la configuración tradicional del Estado-nación el mayor impedimento para que las clases subalternas constituyeran un sujeto activo de los procesos políticos y el saber académico. De allí que la propuesta subalternista consistiera principalmente en el desarrollo de estrategias de desnacionalización que permitieran visibilizar la experiencia histórica de los sectores subalternos en América Latina. La radicalidad de la crítica no implicaba, sin embargo, la clausura de la problemática nacional ni la inscripción absoluta de la categoría de nacional-popular en la perspectiva elitista. Como si se tratara de una advertencia frente a posibles lecturas equívocas, los miembros del Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos aclaraban: “no estamos buscando dejar de lado el problema de lo ‘nacional’ y otras formas de nacionalismo y de movilización ‘nacional-popular’, como por ejemplo en el caso de la revolución sandinista en Nicaragua” (1993, p. 120).

Los investigadores inscriptos en la renovación subalternista de los estudios latinoamericanos direccionaron sus trabajos en uno u otro de los sentidos condensados en la ambivalencia del “Manifiesto inaugural”. En una diferenciación que remite tanto a las tensiones propias del programa subalternista —piénsese, por ejemplo, en el contrapunto entre Guha y Gayatri Spivak— como a las diversas maneras de procesar las crisis del marxismo —relación con el posestructuralismo y el deconstruccionismo— y de las izquierdas latinoamericanas —balance del ciclo revolucionario de la segunda mitad del siglo XX—, el subalternismo latinoamericano se escindió en una línea que mantenía la eficacia de la categoría de nacional-popular —a condición de su reformulación— y en otra en la cual la categoría era clausurada, por presentar limitaciones inherentes a su formulación.2 Representativa de la primera es la obra de John Beverley, en la cual la revisión de la práctica política e intelectual de la izquierda latinoamericana conducía a una crítica de las representaciones tradicionales sobre el pueblo y la nación. Refiriendo a las limitaciones de la experiencia sandinista, pero poniendo el foco en un problema estructural de las experiencias revolucionarias de la región, Beverley afirmaba que “la interpelación nacional-popular corre el riesgo de crear o reforzar una narrativa de la unidad y la identidad nacional que excluye —o puede excluir— a sectores significativos de la población (entendiendo la exclusión en un sentido práctico; es decir, subalternizando o resubalternizando a dichos sectores)” (1999, p. 154). Expresando la segunda tendencia, los trabajos de Alberto Moreiras y Gareth Williams propiciaban un solapamiento de los órdenes colonial y nacional junto a una consecuente reformulación del vínculo entre subalternidad y hegemonía. La consolidación global del capitalismo implicaba tanto una crisis del Estado nacional-popular como del aparato conceptual utilizado para entenderlo. En este sentido, Moreiras refería a un derrumbe del Estado nacional-popular en América Latina que marcaba “el colapso histórico de un conjunto de paradigmas críticos asociados con el desarrollismo, el anti-desarrollismo y las ideologías modernizadoras: transculturaciones, universalismos e interdependencias culturales de distinto tipo se revelan en cierto modo como cómplices de las genealogías neocoloniales, vehiculizadas a menudo a través de posiciones nacionales” (2001, p. 165). En una dirección similar, Williams señalaba que la transnacionalización de la economía y la inserción de América Latina en las redes globales habían afectado definitivamente tanto a la experiencia nacional-popular como a su conceptualización. Afirmaba, por tanto, que “estamos viviendo el ‘otro lado’ histórico de lo nacional-popular, el lado colapsado/colapsante del pueblo, lo nacional-popular en su estado de agotamiento y redistribución a lo largo de las fronteras nacionales y regionales” (2002, p. 8).

El advenimiento de los llamados gobiernos progresistas implicará la resolución de la ambivalencia presente en el subalternismo latinoamericano. Mientras que la primera de las tendencias se encaminará hacia un post-subalternismo, que mantenía al Estado-nación como espacio de intervención política y depositaba en la hegemonía el horizonte de la práctica transformadora (Beverley, 2011), la segunda tomará la forma de un programa poshegemónico, que desestima la redefinición del Estado-nación y cualquier proyecto con pretensiones hegemónicas (Beasley-Murray, 2011). Escindido definitivamente el campo de los estudios subalternos latinoamericanos, y fijadas las posiciones frente a lo nacional-popular, la categoría volverá a cobrar fuerza en la tradición que anteriormente la había albergado, es decir la del marxismo latinoamericano de orientación gramsciana. Al respecto, es especialmente reveladora la obra desarrollada por Álvaro García Linera a partir de comienzos de siglo. Luego de sus trabajos de la década de 1990, en los cuales la experiencia de la Revolución de 1952 era interpretada a través de un esquema marxista clásico que la volvía un paso necesario en el desarrollo de las fuerzas productivas, el intelectual boliviano propiciará una revisión del proceso revolucionario que tenderá a enfatizar la irrupción política de los sujetos sociales subalternizados bajo los ordenamientos colonial y oligárquico.3 En lo que hemos denominado una “corrección étnica” de los usos pretéritos de la categoría de nacional-popular (Starcenbaum, 2019), García Linera advertirá en la experiencia política encabezada por el MNR un posicionamiento ambivalente frente a clases subalternas. En una perspectiva que no se inscribía explícitamente en el subalternismo pero que arribaba a conclusiones análogas a la de aquella corriente, García Linera (2005) señalaba que, si bien la Revolución Nacional había producido la inclusión de los indígenas en la vida política nacional, también había reproducido algunos de los mecanismos de exclusión que habían sustentado el orden social boliviano hasta 1952. El ciclo de luchas sociales de comienzos de siglo, la posterior victoria electoral del MAS y el proceso de constitución de un Estado plurinacional le permitirán a García Linera una recuperación plena de la categoría de nacional-popular. Si el gobierno de Evo Morales enfrentaba los problemas estructurales de la sociedad boliviana, como el desencuentro entre vida estatal y composición socioeconómica, lo nacional-popular se presentaba ya despojado de sus ambivalencias anteriores. El Estado plurinacional habilitaba una incorporación no tutelada de los sujetos tradicionalmente subalternizados en la sociedad boliviana. Esta novedad, entonces, llevará entonces a García Linera (2006) a referirse al evismo —entendido simultáneamente como práctica política y estrategia de poder— como “lo nacional-popular en acción”.

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Notas

1 Otras indagaciones, similares a las que intentamos aquí, se han dedicado a la reconstrucción de los usos de la categoría en diversos contextos nacionales. Ver, por ejemplo, para el caso inglés, Forgacs (1993).
2 Para una ampliación de estos debates, nos permitimos remitir a Starcenbaum (2022).
3 El uso de la categoría nacional-popular en Bolivia tiene un antecedente en la obra de René Zavaleta Mercado (1986). Para una reconstrucción de sus usos en este trabajo y el resto de la obra del intelectual boliviano, ver Starcenbaum (2017).

Recepción: 15 Marzo 2023

Aprobación: 01 Abril 2023

Publicación: 01 Julio 2023

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